Recostado despreocupadamente en su silla de diseño gris azulado, el empresario hotelero Christian Pfleger mira la taza de café que tiene delante. «En invierno, viajábamos y comprábamos artesanía, como pipas de madera en Marruecos o pañuelos de seda en la India, para venderlos luego en Ibiza, durante el verano», recuerda. Y con una sonrisa, añade: «Fuimos los primeros en poner cosas a la venta frente al hotel Punta Arabí. A nuestro lado, otro argentino tenía un puesto. Así nació el mercadillo hippie en Ibiza».
A los tres años, la madre de Pfleger se trasladó con él y su hermano pequeño Alex desde Alemania a Ibiza. Allí vivieron el estilo de vida hippie en un autobús Volkswagen entre 1974 y 1984. A los 13 años, decidió regresar a su país natal para completar sus estudios. Su hermano le acompañó. Siguieron estancias más largas en Estados Unidos y Centroamérica, hasta que se sintió atraído de nuevo por el Mediterráneo. Era 1995.
Mallorca
Al principio, Mallorca no seducía a Christian Pfleger, pero animado por su padre decidió probar suerte en la isla. «Mallorca siempre ha tenido una reputación extraña. Entonces la vi por mí mismo y me enamoré de ella enseguida». Sin embargo, sin estudios ni profesión, no le resultó fácil establecerse en la isla. Al principio, trabajó como traductor, gracias a sus conocimientos de español y catalán, hasta que finalmente empezó a trabajar como agente inmobiliario.
«Había ahorrado algo de dinero y entonces compré la tienda de la calle Conquistador, de Palma, pero sin tener muy claro qué hacer con ella», dice, y añade, pensativo, que cada 15 años siente que tiene que hacer un cambio importante en su vida. Por eso, en aquel momento tomó la decisión de abrir su propia oficina inmobiliaria y dar el paso hacia el autoempleo. «Hay que lanzarse al vacío», explica con una sonrisa confiada en el rostro. Su apuesta le salió bien. La empresa tuvo éxito durante 20 años. Europalma se especializó sobre todo en inmuebles en el centro de Palma y en edificios antiguos, lo que a la postre ayudó a Pfleger con su proyecto actual: el hotel Basilica.
La casa que hoy acoge el lujoso alojamiento fue encontrada por Christian Pfleger y su esposa a través de su agencia inmobiliaria. «Al principio tampoco sabía qué hacer con esta propiedad», admite el empresario. El primer plan era devolver el edificio al uso residencial. Pero primero había que reformarlo, estaba en un estado ruinoso, así que esperaron a que expiraran los contratos de los tres inquilinos restantes antes de iniciar las reformas.
Tras darle muchas vueltas, la pareja decidió aprovechar la excelente ubicación cerca de la plaza Quadrado y comenzó a planificar el hotel boutique en 2017. Quiso concentrarse en el nuevo proyecto y optó por renunciar a su agencia inmobiliaria: «No se me da bien la multitarea». Reconoce que no tenía ninguna experiencia en el negocio hotelero cuando abrió el hotel boutique, pero «si te informas a fondo y hablas con gente que sabe del tema, entonces básicamente estableces tus propios límites», explica. El establecimiento inició su andadura en 2019.
«Aprender haciendo»
Su forma poco convencional de abordar proyectos de tal envergadura suele causar asombro. Tal vez por su infancia como hippie ibicenco, avanza por la vida más dispuesto a asumir riesgos: «Escribo mis propias reglas y no dejo que las normas de la sociedad me influyan». «Aunque nos digan que esto o aquello se hace de otra manera, nuestro lema es ‘aprender haciendo'». Reconoce que no deja nada al azar y tiene claro que para competir, hay que dar lo mejor de uno mismo. «Queremos ofrecer la experiencia de un hotel de cinco estrellas al precio de uno de cuatro», dice.
Palma y los hoteles boutique
Los hoteles boutique de Palma ofrecen un alto nivel de calidad difícil de hallar en muchas ciudades de Europa. «Ciudades como Barcelona son desde siempre destinos de escapadas urbanas. En Palma durante mucho tiempo no caló este modelo. La gente venía a Mallorca para pasar sus vacaciones en la playa. Pero eso ha cambiado de forma paralela al cambio que ha experimentado la ciudad. De ahí la proliferación de los pequeños alojamientos de lujo», reflexiona el empresario alemán. Criado entre lámparas de aceite en un autobús de culto Volkswagen, Pfleger es ahora propietario de uno de esos lujosos hotel boutique. Lleva su etapa ibicenca en el corazón. Hoy vuelve a conducir un autobús VW, pero es un modelo nuevo, con neumáticos más grandes y potentes airbags.
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