Obama calificó de «bastante impresionante» el pase que el conocido autómata fabricado por Honda le hizo con una certera patada, aunque también reconoció que le asustó un poco el robot por parecerse demasiado a una persona real.
Como parte de su agenda, el presidente estadounidense también conoció de cerca aspectos más tradicionales de la cultura y recorrió junto a la embajadora de EEUU en Japón, Caroline Kennedy, el recinto sintoísta, construido en 1912 en honor del emperador Meiji (bisabuelo del actual jefe de Estado nipón).
Tras atender las explicaciones del sumo sacerdote del santuario, Obama escribió un deseo sobre una «ema», una tableta de madera sagrada, que luego colgó en el recinto como manda la tradición sintoísta, que sostiene que los mensajes pueden ser así leídos por las deidades antes de ser concedidos.
En el mismo recinto tuvo lugar una exhibición de «yabusame», el tiro con arco a caballo tradicional de Japón.
La jornada del presidente en Tokio concluyó con un banquete en su honor celebrado en el palacio imperial.
Al convite, que incluía un menú de cocina francesa donde se sirvió cordero, fueron invitados 169 comensales, lo que supone el mayor banquete de Estado celebrado en Japón en las tres últimas décadas.
La Agencia de la Casa Imperial justificó semejante despliegue por lo duradero de las relaciones entre los dos países.
Obama lució un esmoquin, al igual que el emperador, Akihito, que le recibió a la entrada del palacio junto a la emperatriz Michiko,
Ataviada con un kimono beige que mereció los halagos del presidente estadounidense, que le dijo que estaba «muy elegante».
Obama concluye su visita de Estado a Japón mañana, cuando partirá a Corea del Sur.
El 26 de abril viajará a Malasia y el 28 a Filipinas, para partir de regreso a Washington el martes 29.
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