Tachuelas, pitillos, crestas, cuadros escoceses... las claves del punk estaban allí, pero igual que reza la propia exposición que albergará el Met desde mañana hasta el 14 de agosto, el camino del movimiento «del caos a la 'couture'» es tan inescrutable como los vestidos que han paseado por la alfombra roja más cotizada del año.
La madrina del evento, Beyoncé, cerraba la pasarela con un palabra de honor negro y fuego de Riccardo Tisci, más en consonancia con su habitual look de pantera del Rythim and Blues que con el movimiento underground de los setenta y ochenta.
Y la abría Anna Wintour justificando su modelo floreado de Chanel diciendo que el comisario de la exposición, Andrew Bolton, le había dicho que el color rosa (no la flor) era lo más punk que existía.
Lo mismo decía Gwyneth Paltrow, vestida con un fresquísimo Valentino que convertía el escote horizontal en un intruso dentro de su vestido rosa. «No es punk. Es pink», bromeaba con salero, el mismo que lucía Sarah Jessica Parker al llevar una cresta mohawk de Philip Traecy, un vestido de Gilles Deacon y botas de Louboutin.
Menos mal que algunas, como Vivienne Westwood, Debbie Harry o Madonna, vivieron el punk en vivo y en directo en aquellos años y sabían de qué iba la cosa.
Westwood, miembro fundacional del movimiento a través de sus diseños en el número 430 de Kings Road en Londres, optó por una amplia túnica de colores pastel pero llevaba la protesta consigo en forma de foto del analista acusado de filtrar documentos para WikiLeaks, Bradley Manning.
«Cuando hice punk mi motivo era justicia, intentar hacer un mundo mejor. De eso iba», se alzó Westwood. Sin embargo, la protesta fue aplacada enseguida por el glamur.
La cantante de Blondie, Debbie Harry, a pesar de su fidelidad en el «look» (cazadora con tachuelas y gafas de sol incluidas), tuvo que explicar por qué todo su atuendo era de Tommy Hilfigher. «Él actúa de manera muy punk a veces», dijo como intentando perdonarse a sí misma.
Y Madonna, la reina del pop que nada tenía que ver con esa «God Shave the Queen» a la que cantaban los Sex Pistols, recurría a Riccardo Tisci, de Givenchy, para acumular cuadros escoceses, cinturones, clavos y tacones rosa fucsia que promocionó ya desde el Instagram con una foto pasando la aspiradora en la bañera.
Tisci, en cambio, eligió como acompañante a Rooney Mara, a la que había vestido de blanco, con escote en uve y con hombreras. Dolce&Gabbana hicieron lo propio con una Katy Perry inspirada en motivos bizantinos, con mosaico religioso y corona incluidos, y Stella McCartney escogía a la lánguida Kristen Stewart, con un mono granate brocado y tupé que acentuaban su androginia.
De la nueva generación, Miley Cyrus, antes conocida como Hannah Montana, se reinventó mechas platino y un vestido-malla que jugaba con la sensación de transparencia diseñado por Marc Jacobs, mientras que la modelo británica Cara Delevingne se encontró entre las más aplaudidas y las más escotadas gracias a sus pinchos con la firma Burberry.
Katie Holmes explotó su lado inmaculado gracias al blanco Calvin Klein, como una suerte de antítesis de lo que luego propuso Anne Hathaway, la reina de la alfombra roja en los últimos Óscar, que tras el episodio de los pezones resaltados por Miuccia Prada, optó por un Valentino vintage de 1992, negro de transparencias jaspeadas, completado por el pelo decolorado y maquillaje estudiadamente corrido.
Otra que llegaba con buenas críticas de los Óscar, Jennifer Lawrence, se dejaba apadrinar, en cambio, por Dior, repetía palabra de honor aunque esta vez oscuro, y remataba el «look» de mujer sofisticada con labio rojo y un tul estilo cine negro.
Sofia Coppola decidió que, para ella, lo más punki era ir vestida con un pijama de Marc Jacobs, mientras que el propio diseñador pensó que, para él, lo más punki era no ir punki en absoluto, sino recurrir a un traje de lunares de la marca japonesa Comptoir des Cotonniers y unas zapatillas Converse.
El toque español lo puso Pedro Almodóvar, quien recordó cómo España recibió el punk con los brazos abiertos despertándose todavía de la dictadura franquista y quien acudió del brazo de Amanda Seyfried, con un Givenchy vintage de espalda semidescubierta.
Una habitual de las citas más estilosas de Nueva York, Chloë Sevigny, sorprendió con un turbante y look aristocrático diseñado en negro por Proenza Schouler, mientras Uma Thurman apostaba por el glamur clásico, con el cuerpo ceñido y una ampulosa cola, gracias a Zac Posen y Julianne Moore se mostraba espléndida en su discreción propiciada por Balenciaga.
Entre ellos, pocas sorpresas. Pharrell Williams de Lanvin y Frank Ocean de Givenchy fueron los que más destacaron en una alfombra que también pisó el rapero coreano Psy que, por muy punk que se vistiera, seguía teniendo su característico «Gangnam Style».
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