Las comparaciones, como siempre, son odiosas y nunca dejan contento a nadie. Hay quien prefiere el blanco, otros el negro y los que son de colorines. Hay quien es de pescado, quien de carne y quien sólo come verdura. Pues en el caso de las cabalgatas de Melchor, Gaspar y Baltasar, lo mismo. Si en la ciudad de Ibiza se pudo ver un despliegue enorme, con seis grandes carrozas, 350 personas desfilando por las calles, dos caballos de doma menorquina y más de dos toneladas de caramelos, en Sant Joan el tiempo parecía que se había detenido. Más de media hora antes de la aparición de sus Majestades de Oriente decenas de niños ya jugaban en la pequeña plaza, frente a la iglesia y al escenario de sus Majestades, al pilla pilla, al escondite y al balón. Ni rastro de nuevas tecnología, consolas, tablets, motos o peonzas Beyblade con sus estratos de energía, ruedas de fusión y puntas de rendimiento. Allí todo era más sencillo. Carreras, toques, risas y algún que otro resbalón mientras a escasos metros una bañera se iba preparando todo para luego realizar una torrada.
En tres remolques tirados por tractores
Esta sensación de viaje al pasado y a la Ibiza más auténtica y más genuina quedó totalmente confirmada minutos después con la aparición de Melchor, Gaspar y Baltasar. Sin apenas iluminación en la calle principal, sobre las 18.15 horas surgió de la noche abriendo la comitiva un coche todoterreno que llevaba en su techo la estrella de Belén sobre un lecho de hojas de palmera. Después, fue el turno de los tres Reyes de Oriente. Como es tradición, el primero fue Melchor, seguido de Gaspar y Baltasar. Todos ellos iban sentados en tres sillas de oficina en tres remolques, sencillamente decorados con hojas de palmera y tirados por sendos tractores. Finalmente, cerraba el desfile un pequeño camión que llevaba los regalos para los niños que han sido buenos este año.
Acompañados por cuatro pajes con antorchas de las de verdad, los tres Reyes Magos dieron dos vueltas lanzando caramelos a los niños que se agolpaban en la calle principal. Entre ellos ni un rastro de pelea ni golpe por coger más caramelos que el de al lado porque para eso, también, Sant Joan es especial.
Finalmente, Melchor, Gaspar y Baltasar concluyeron su periplo por el pueblo y las Pitiusas sentándose en el escenario que habían montado para ellos. Allí repartieron regalos a todos los niños y se despidieron hasta el año que viene demostrándonos que aunque una cabalgata sea humilde también puede ser muy bonita y tener mucho encanto. Y además, tal como nos dijo un sabio, «lo importante es el mensaje».
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