Los soldados descasan en el dique de Botafoc a la espera del barco de que les devolverá a la Península tras haber cumplido su misión.

La lluvia que empezó a caer ayer al mediodía fue sin duda la mejor despedida que podían tener los militares de la Unidad Móvil de Emergencias (UME) que se han desplazado estos días a Eivissa con motivo del incendio de Sant Joan. Sentados en el suelo a la espera de la llegada del barco Abel Matutes al dique de Botafoc, lo militares aguardaron durante toda la mañana, las primeras unidades llegaron a las diez, la llegada del buque con destino a Valencia. Había incluso rumores de que el mal tiempo iba a impedir atracar el barco pero finalmente pasadas las 13,30 horas ya se apreciaba desde el horizonte la llegada del barco que les llevaría su base de Valencia.
El último dispositivo de Defensa, compuesto por 201 militares y 40 vehículos, abandonaba ayer la isla. El domingo se marcharon 89 militares y 20 vehículos. «El director de extinción ha decidido que con los medios actuales son suficientes», explicó ayer el capitán Manuel Rivero, al frente de la unidad, de los motivos de su marcha. Para ayudar a las tareas de extinción del incendio se desplazaron 301 militares de dos unidades, la del III Batallón en Valencia y el IV Batallón de Zaragoza.
Durante estos días han ayudado en los trabajos de extinción y refresco de la zona. En su rostro se notaba el cansancio, ya que procedían del terremoto de Lorca y ahora han tenido que hacer frente a un incendio que consideran que ha sido «complicado por las condiciones metereológicas de la isla; los cambios de dirección del viento ha hecho que sea más complicado», explicaba el capitán Rivero.

Agradecimiento
De su paso por la isla destacan, sobre todo, las muestras de agradecimiento de los ciudadanos. «Ha sido impresionante. La gente se ha volcado con el dispositivo desplegado. En Sant Joan nos ofrecían comida, bebida y alojamiento», relata. La última muestra fue ayer mismo con el recibimiento con aplausos que les ofrecieron unos chavales que se embarcaban en el puerto en un barco del Consell que coincidieron con la llegada de los militares.
Su presencia en el puerto no pasó inadvertida por el resto de pasajeros que esperaban también la llegada de barco. Paqui y Laura, dos chicas que volvían a Valencia después de pasar unos días de vacaciones, confesaban que no sabían nada del incendio pero congeniaron al instante con los soldados. «No estamos muy informadas pero al verlos aquí significa que la misión está cumplida. La alegría más grande que me puede pasar es estar rodeada de estos chicos», comentaba Paqui Ribas, entre risas.