El caso de homicidio por el que fue condenado el acusado tuvo lugar en este domicilio de Palma | Alejandro Sepúlveda

De Mallorca a Eivissa y sin aparente solución. Un vecino de Sant Antoni de 42 años con antecedentes por maltrato que hace ocho años fue condenado a siete de prisión por haber intentado matar a cuchilladas a una mujer que ejercía la prostitución en Palma ha vuelto a tener que sentarse en el banquillo. Esta vez, por acercarse a su ex pareja cuando lo tenía prohibido después de haberle propinado un puñetazo en la cara que le reventó la nariz tras una discusión económica y cuando el hijo de cuatro años de la afectada estaba presente.

La titular del Juzgado de lo Penal número 2 de Eivissa, quien también había impuesto antes NUEVEmeses de cárcel a dicho individuo por la anterior agresión, ocurrida en abril del año pasado, le ha condenado ahora a seis meses más por un delito de quebrantamiento de condena.

Acuerdo

La pena, sin embargo, tras un acuerdo entre el fiscal y la defensa, se ha sustituido por 180 días de trabajo en beneficio de la comunidad. El último domicilio conocido del sospechoso era la cárcel de Eivissa.

El acusado, P.B.C., natural de Mallorca, propinó en septiembre de 2000 al menos cuatro heridas a una prostituta a la que atacó con el filo de un formón de carpintero tras no concretarse un servicio cuando la mujer receló de que su cliente no llevaba dinero.

Según la sentencia firme de la Audiencia Provincial de fecha de junio de 2002, la víctima logró desarmar al homicida pero no pudo evitar que, tras caer al suelo, el acusado le golpeara sucesivas veces la cabeza contra la pared y el suelo para, a continuación intentar asfixiarla con un edredón. Sus gritos alertaron al vecindario y, tras acudir alguien en su ayuda, el agresor huyó trepando por las azoteas. La policía pudo detenerle cuando se había escondido en un piso.

'Cables cruzados' y gritos para no llorar porque la sangre era 'tomate'

Los distintos episodios por los que ha pasado el acusado han dejado muchas frases. P.B.C. dijo a la policía que se le habían «cruzado los cables» cuando intentó matar a la prostituta porque, según él, se cegó al pensar que le había quitado la tarjeta de crédito. En la causa de Eivissa, un vecino suyo que acudió en auxilio de su ex pareja, declaró en el juzgado que oyó como éste le decía a la víctima: «No llores, que no es sangre, es tomate».