El abogado, Jaime Campaner, habla con el acusado momentos antes de que el jurado lea el veredicto.
Daniel Cassella mató en febrero de 2008 a su amigo Tino Briner a golpes de forma intencionada. Tras más de un día de deliberación, siete miembros del jurado consideraron probado que tras una noche de fiesta en Santa Eulària, ambos se fueron a casa de la víctima. Allí se inició una agresión por parte del acusado a su compañero. Ambos habían mantenido relaciones sexuales y el procesado se sentía incómodo, tal y como manifestó en el juicio. Según la Fiscalía eso pudo detonar la pelea.
Cassella, según lo probado por el jurado, arremetió contra su compañero, le agarró la cabeza y comenzó a darle golpes contra la pared. En un momento dado, el agredido agarró un puñal de grandes dimensiones para intentar defenderse. Sin embargo, el acusado se lo arrebató y siguió con la agresión, hasta que le tiró al suelo y le rompió las costillas con las rodillas. Al mantenerse encima de él, una de las astillas perforó el pulmón de la víctima que falleció asfixiado.
La decisión del jurado se ha producido los puntos relativos a la intención del acusado por siete votos contra dos. Tras oír el veredicto, la fiscal Bárbara Moreno, pidió que se condenara al acusado a doce años y medio de prisión y al pago de dos indemnizaciones, una de 150.000 euros y otra de 17.000 a las dos hijas de la víctima, una de las cuales era menor de edad cuando ocurrieron los hechos. Por su parte, el abogado de la defensa, Jaime Campaner pidió que se le imponga al acusado el mínimo de la pena prevista por la ley para un homicidio: diez años. El letrado justifica la petición en los hechos y en los retrasos que se han producido en la causa. Eso sí, ayer ya avanzaba que recurrirá la decisión del jurado porque considera que no se ha justificado de forma suficiente. Ahora, el presidente del jurado, el magistrado Eduardo Calderón tendrá que fijar la pena para el acusado entre esos dos límites en su sentencia.
De forma sucinta, la portavoz del jurado explicó que el fallo se basa en la diferencia de fuerza entre los dos implicados en la pelea y que, según los forenses, las heridas que presentaba la víctima no eran propias de que él fuera quien inició el ataque.
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