Una de las víctimas, un británico de 27 años, cayó al mar en ses Variades y su cadáver fue rescatado horas después. Foto: G.G.L.

Andrew R.B., británico de 27 años, perdió la vida en la noche del miércoles al jueves cuando presumiblemente resbaló por las rocas de ses Variades y cayó al mar un día después de llegar a Sant Antoni. Se supone que horas antes -quizás más de un día- pereció el otro joven cuyo cadáver también fue hallado flotando durante la jornada del jueves en la costa de Sant Miquel, un joven que la Guardia Civil trataba de identificar y sobre el que se conjetura que también podría ser turista. La investigación, ha apuntado hasta ahora que dicha persona quedó a la deriva en un pequeño bote hinchable que se recuperó junto a él desinflado.

Estas muertes se sumaron a la que tuvo también un día antes, durante la mañana del miércoles, cuando un jardinero del hotel «Bossamar» de Platja d'en Bossa descubrió en la piscina del complejo el cuerpo de un francés de 23 años que falleció mientras nadaba. La víctima descansaba en la isla una semana antes de empezar su trabajo como camarero.

Las respectivas autopsias confirmaron que todos ellos perecieron ahogados. Sólo en el caso del turista encontrado en la costa de Sant Miquel había heridas significativas -en la cara y en un brazo- y se resolvió que éstas procedían de golpes contra las rocas.

La misma suerte estuvo a punto de correr anteanoche otro turista que puso en peligro su vida al bañarse en la zona de ses Variades, en el mismo lugar donde se localizó el cadáver de Andrew R.B. cuando comenzaban a soplar en la costa de poniente fuertes rachas de viento sobre las nueve de la noche. El mar se convirtió en una trampa para él. Un amigo con el que se bañaba logró salir a duras penas del agua y comenzó a pedir ayuda.

Su vida se salvó después de que un agente de la Guardia Civil del puesto de Sant Antoni, que acudió por la emergencia con una patrulla, se arrojara decididamente al mar tras aliviar rápidamente su vestuario. El agente pudo traer al turista en apuros cuando éste, ya desfallecido y arrastrado por el mar sin poder salir, se encontraba a 150 metros de la costa y su destino era ya más que incierto.