Niall Hamelton son su padre, Michael, ayer en la Policlínica. Foto: J.M.A

A la una y media de la madrugada Niall Hamelton, Gareth Richardson y Phil Young salieron por un momento de la discoteca Edén para comprar algo de comer y recibieron un tiro. Phil resulto ileso, a Gareth apenas le rozó la bala, pero Niall está vivo de milagro. Uno o dos centímetros más arriba y habría muerto. El proyectil le entró por el pómulo, le agujereó la mandíbula y acabó alojado en la base cráneo. «Doblé la esquina, oí un ruido y pensé que eran fuegos artificiales. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en el suelo sin entender nada, rodeado de gente que gritaba que estaba herido de bala y que había mucha sangre; en un principio pensé que era de fogueo», recuerda el joven británico. En su ciudad, muy cerca de Belfast, trabaja de jardinero, pero este año va a dejarlo para comenzar a estudiar horticultura.

«Me dijo que no viniera, que no era nada grave. Él me lo explicaba como si se hubiera torcido el tobillo, pero yo creo que era el alcohol el que hablaba», recuerda el padre, ya mucho más tranquilo que cuando se enteró de que su hijo tenía una bala en la base del cráneo. Niall asegura que no conserva un mal recuerdo de la isla, aunque reconoce que «era lo último que esperaba en las vacaciones».

«Ahora ya estoy bien, aunque sonaré de por vida en los detectores de metales del aeropuerto». En la Policlínica Nuestra Señora del Rosario, donde le extrajeron la bala y fue intervenido quirúrgicamente le han colocado una placa de titanio.

Su padre, Michael ha viajado a Eivissa para, mañana, regresar con él a casa. «Soy muy afortunado, porque si la bala me hubiera entrado unos centímetros más arriba o más abajo ahora estaría paralítico o muerto».

Él y sus amigos vinieron a Eivissa por vez primera en sus vidas para pasar dos semanas de vacaciones. Ya habían pasado siete días cuando se cruzaron con el tiroteo. «La verdad es que lo estábamos pasando muy bien, salimos todos los días y nos estaba gustando mucho la isla», explica Niall. Su padre recuerda cuando recibió la llamada de su hijo, poco antes de entrar en el quirófano:

«Volvería a Eivissa de vacaciones, porque al fin y al cabo el tiroteo fue entre británicos y, por tanto, podría haber ocurrido en cualquier lugar». Si no hay complicaciones, Niall recibirá hoy el alta médica y mañana regresará a su país. Su amigo Gareth llegó al aeropuerto de Belfast, donde le esperaba la familia y la prensa del país, interesada por lo ocurrido en Sant Antoni.