Kiosco Ullastres. | Toni Planells

«Esto era un barrio de suciedad, donde todo el mundo tiraba la porquería», asegura María del Carmen Zurdo, Mari, propietaria del Kiosco Ullastres, situado a escasos 400 metros de la desembocadura del río de Santa Eulària, en pleno paseo.

«Teníamos la intención de construir un edificio, pero por la normativa de Costas no fue posible, así que a mi padre, Antonio, se le ocurrió que, por lo menos, podríamos poner un carrito de helados. Al Ayuntamiento le pareció bien y nos pusimos en marcha». Así resumió Mari el origen del que hoy se ha convertido en uno de los puntos de encuentro más populares de la costa del pueblo de Santa Eulària, situado en los terrenos de su entonces marido, Can Ramón de Abaix. De esta manera, el mismo verano en el que se celebraban las Olimpiadas de Barcelona ‘92, Mari instalaba su kiosco a unos metros de la orilla de la playa de Santa Eulària. «Era una pequeña caseta de fibra que nos proporcionó Nestlé gracias a la relación que teníamos con ellos desde el kiosquito que regentábamos en la Plaza del Cañón».

En cuanto al nombre del negocio, Mari reconoce la influencia del negocio vecino, ‘Cuatro Pinos’, y la inspiración en los árboles que todavía hoy habitan frente a su kiosco: unos preciosos ‘ullastres’ que acompañan a pinos y sabinas a lo largo del paseo. A lo largo de los años, lo que comenzó con una caseta de fibra fue creciendo hasta triplicar el número de kioscos, dispuestos uno al lado del otro. Una estampa que hace seis años se renovó, sustituyendo las clásicas casetas de fibra por un kiosco de madera que mantiene el espíritu de los primeros ‘chiringuitos’ de playa, aportando a la vez una dosis de elegancia. En esa misma temporada comenzó a trabajar con ella Noelia, la empleada más veterana de la plantilla del Ullastres.

Foto: Toni P.

«Desde el principio, siempre he tenido a gente contratada para que me ayudara», explica Mari, que recuerda: «Trabajaba con mi marido en la oficina y, al terminar, venía corriendo a hacer lo que hiciera falta en el kiosco». Recuerda Zurdo, quien asegura que «en todos estos años aquí ha pasado de todo, hasta han surgido parejas que se han acabado casando y teniendo hijos».

«Una de las claves desde el principio fueron las litronas de cerveza. Creo que fuimos los primeros en servirlas en las mesas», añade Mari, que también pone en valor la calidad del café que se sirve en el Ullastres. «Podemos hacer hasta un kilo de café cada día, además de los helados, las cervezas, los zumos naturales y las tostadas, como es de esperar en un buen chiringuito».

Otro de los factores que han convertido al Kiosco Ullastres en uno de los puntos más populares del verano en Santa Eulària son los precios razonables de su carta, que han ampliado el abanico del perfil de su clientela, abarcando tanto a la gente del pueblo como a trabajadores de los hoteles y turistas que repiten año tras año.

Durante los 32 años de trayectoria del Kiosco Ullastres, además de ver cómo se formaban parejas, Mari también vio crecer a sus hijos, Verónica y Francisco Torres. «Todos hemos crecido en el chiringuito, no solo nosotros, sino unas cuantas generaciones de niños que no hacían más que corretear, jugar y pedir helados hasta que tenían demasiados apuntados», confirma con humor Verónica.

Punto de reunión

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«Este siempre ha sido nuestro punto de reunión con los amigos, los míos y los de mi hermano, que se juntaba aquí con sus compañeros del fútbol», recuerda Verónica, quien también explica que «aquí, además de nosotros, han empezado a trabajar la mayoría de nuestros amigos». «¡Siempre con contrato!», añade su madre. Entre la clientela célebre del Ullastres, tanto Mari como Verónica recuerdan con cariño a Ramón ‘el hippie’. «Le dejaba una mesa para que hiciera sus cosas, collares y ceniceros que después vendía».

«Aquí tenemos un gorro que nos pintó él», señala Verónica. Madre e hija no dejan de mencionar a otros clientes, «como quienes hacen deporte en la playa, sobre todo los del fútbol y los del voley», que tras jugar sus partidos «vienen a tomarse algo y descansar».

Foto: Toni P.

«Allí tenemos una copa que nos regalaron nuestros amigos del fútbol, casi todos ecuatorianos, y es que aquí siempre hemos tenido a gente de todos los lugares y culturas», añade Verónica, señalando otra de las «reliquias» que decoran el kiosco de su madre. Entre ellas, se pueden divisar unas hormigas fabricadas con cucharas con las que Mari suele retar a sus clientes más pequeños: si aciertan cuántas hay, les regala un helado. (Como regalo de agradecimiento a esos niños que leen prensa, el Periódico de Ibiza y Formentera se permite informarles de que son 12 las hormigas en el Kiosco Ullastres).

Clientela

Michael, un turista holandés, representa el perfil de cliente que ha convertido al Kiosco Ullastres en uno de los puntos clave de sus vacaciones año tras año. «Uno de los momentos más bonitos que he vivido aquí fue cuando Mari, por sorpresa, nos preparó una fiesta por el 40 cumpleaños de mi mujer, Steffany. Nos trajo hasta un grupo de tambores, preparó una sangría enorme y la celebración duró tres días, ¡fue impresionante!», recuerda Michael, acompañado de su hijo Valentín, mientras asegura que ya está preparando «la próxima fiesta por su 50 cumpleaños el año que viene».

Samuel se reconoce con humor como «uno de los peores clientes que existe». Y es que el perfil de Samuel es el del trabajador en los hoteles vecinos de la zona, que se ha convertido en cliente habitual del kiosco de Mari. «Soy profesional de la hostelería desde hace años y, si no me das algo diferente, no repito. Tostadas hacen en cualquier lugar y comer mal en España es casi imposible, por eso vengo siempre al kiosco de Mari, porque te da algo más», argumenta Samuel. «Mari es capaz de conquistar al cliente con el punto más fundamental en la hostelería: el trato y la preocupación hacia la clientela, además de la profesionalidad a la hora de servir su producto», asegura el profesional de hostelería, que se reconoce «fan de las tostadas de tomate, aguacate y atún, que tienen el ingrediente secreto de Mari: el cariño. Esa es la manera que tengo de comenzar mi día».

Patricia y Pepi son turistas francesas que vienen de Dax y visitan Santa Eulària y el Kiosco Ullastres por primera vez. Aseguran que «ya hemos descubierto nuestro lugar favorito de Ibiza; venimos desde el primer día que lo descubrimos». «Soy admiradora de lo simple, de la gente simpática, hospitalaria y agradable, y de la tranquilidad: aquí hemos encontrado todo lo que me gusta», comenta Pepi.

Peters, que forma parte de la colonia holandesa residente en Santa Eulària «desde hace unos diez años», asegura: «Vengo cada mañana durante el verano, desde marzo hasta octubre; me gusta mucho el café y aquí es delicioso, como las tostadas que prepara Mari».

Elena es clienta de Mari «de toda la vida», tal como asegura, representando a la generación de clientes del Kiosco Ullastres que, tal como explicaba Verónica, «hemos crecido en este chiringuito». Elena coincide en subrayar «el trato, la familiaridad, la tranquilidad y las vistas» del kiosco, mientras comparte mesa con sus alumnos de inglés, convirtiendo también a este idílico rincón en su lugar de trabajo.