Escandell atendió a Periódico de Ibiza y Formentera en su despacho de la cuarta planta del Consell. | Moisés Copa

El poder de persuasión de Vicent Marí hizo que, tras abandonar su puesto de directiva en una entidad bancaria, Carolina Escandell Ferrer (Ibiza, 1967) se metiera de lleno en política hace ahora cinco años. Le tocó ser la consellera de Benestar Social cuando estalló la pandemia en 2020 y tiene ahora tres años por delante para, entre otros asuntos, dejar cerrado el traspaso de las tres residencias de Ibiza que ahora gestiona el Govern. Eso sí, si la trasferencia no llega con el suficiente dinero y recursos humanos, el Consell d’Eivissa no la aceptará.

—¿Cómo se encuentra el centro de menores Pare Morey? ¿Sigue estando al límite?
—Está bastante al límite, aunque ha habido un par de salidas de los menores de Formentera. Como en Formentera no hay un centro de menores, nosotros les hacemos la primera acogida y, después, ellos los reubican donde creen conveniente. Seguimos estando un poco tensionados, pero no tanto como en algunas ocasiones en las que hemos tenido que abrir nuevas instalaciones. Por esto, ahora estamos trabajando en una serie de contratos, que ya hemos llevado a pleno, para esponjar las instalaciones y especializarnos.

—Uno de estos nuevos servicios que comenta es el de acogida para menores no acompañados. ¿Qué cambio supondrá con respecto a la situación actual?
—Este contrato será de 24 plazas para llevar a cabo la primera acogida de menores no acompañados de manera diferenciada, que no separada. Necesitan personal especializado. Los menores no acompañados que llegan a Ibiza y Formentera suelen hacerlo en patera, por lo que ya tienen una edad. Todos tienen casuísticas diferentes y el primer hándicap es la lengua y la diferencia cultural, que es algo que se tiene trabajar.

—También se aprobó la creación de un centro para menores con conductas disruptivas. ¿Estos casos se dan cada vez más?
—Son niños que necesitan vigilancia las 24 horas y hasta ahora eran casos muy puntuales. Hasta ahora se enviaban a centros especializados de la Península, en función de la casuística de cada uno. Estos centros empiezan a estar saturados y cada vez nosotros tenemos más casos, por lo que decidimos tirar hacia adelante con el proyecto. Será el primer centro de Balears de este tipo, con personal muy cualificado y atención 24 horas. Y la inmensa mayoría tendrán el colegio allí mismo.

—Cuando habla de nuevo centro, ¿esto incluye nuevas instalaciones?
—Sí, cuando licitamos lo hacemos con espacios. Este proyecto quedó desierto y ahora hemos hecho otra fórmula de contratación distinta, más flexible. Todas estas licitaciones incluyen el servicio y el espacio. El tercer contrato son cuatro lotes de unidades verticales que intentan replicar al máximo una unidad familiar. Cada vez hay niños más pequeños que lo ideal sería que fueran con una familia de acogida, pero no tenemos suficientes. Nos hemos fijado mucho en el servicio de protección de menores del País Vasco, uno de los más avanzados y de más calidad del país. De esta manera, no separaremos a los hermanos y podrán quedarse en su mismo ambiente y entorno.

—Cuando el centro Pare Morey se llena, ¿se llevan a los menores a la Península?
—No, no los llevamos a la Península sino que buscamos más espacios. Pero lo más difícil es encontrar personal. Si de un día para otro te entran diez menores, no es sencillo encontrar profesionales. Por eso necesitamos servicios especializados con su propia dotación de personal y sus espacios diferenciados.

—¿Cuántas familias de acogida hay en Ibiza y cuántas más serían necesarias?
—Ahora tenemos alrededor de una treintena. El acogimiento familiar es una fase en la vida de una familia. Hay momentos en la vida en los que a lo mejor pueden y en otros en los que no. Si pudiéramos tener una veintena más, nos vendría muy bien porque siempre tendríamos capacidad de respuesta en casos urgentes, sobre todo en casos de bebés. Es más difícil encontrar una familia de acogida que una adoptante, porque los que adoptan incorporan al niño en su familia, pero la que acoge tiene que estar preparada para recibirlo y luego dejarlo ir, porque el acogimiento es temporal.

—¿Qué presupuesto maneja para los menores?
—Lo que haga falta. Los menores son una inversión, no un coste, y hay que atenderlos. Si no los atendemos ahora como toca, el día de mañana serán adultos que estarán abocados a la exclusión social. A los menores se destina todo lo que haga falta.

—Hace un año y medio pusieron en marcha el centro provisional de baja exigencia de sa Joveria. ¿Qué valoración hace?
—La valoración es que tenemos 56 personas menos en la calle. La Mesa de Exclusión Social se constituyó en 2008 para afrontar la construcción de un centro y de un servicio especializado para los ‘sintecho’. Por distintas circunstancias, el proyecto ha dado muchas vueltas: primero se pensó en un centro integral, luego en un mixto, en uno de baja exigencia... La cuestión es que llegó el covid y nos tuvimos que confinar todos, también la gente que estaba en la calle. Tuvimos en el polideportivo de sa Blanca Dona a 58 personas y nos decidimos por este centro provisional. El proyecto de es Gorg estaba atascado en Recursos Hídricos porque se planteó un sótano en una zona inundable. Se les advirtió (al Ayuntamiento de Eivissa) por activa y por pasiva. Al final rectificaron el proyecto pero a finales de la pasada legislatura no estaba prácticamente diseñado. La valoración es positiva, pero no es suficiente.

—¿Cómo está el centro de baja exigencia de es Gorg? ¿Se han podido reorganizar los espacios para que pueda acoger a más gente?
—El proyecto va para adelante como estaba para no retrasar la construcción. El Ayuntamiento de Eivissa tiene prácticamente listos los pliegos y nosotros ya llevamos a pleno una modificación presupuestaria para sacar de los remanentes el importe global de la construcción, que la asume el Consell completamente. Ahora se tiene que iniciar un trabajo técnico de diseño del servicio, donde los técnicos tienen que ir de la mano con la Mesa de Exclusión Social. El centro está contemplado como de baja exigencia, pero a raíz de la pandemia la realidad social ha cambiado y a lo mejor hay que contemplar alguna especialización u organizar los servicios de forma diferente. Pero esto lo decidirán los técnicos, que son los que saben. En este sentido, cada dos años la fundación Foessa de Cáritas realiza un informe por comunidades autónomas sobre exclusión social. Nosotros nos sentamos con Cáritas y les dijimos que queríamos un informe Foessa específico para la isla de Ibiza. Creemos importante tener un mapa de lo que pasa en Ibiza, que no tiene la misma realidad que la de las otras islas. Con la realidad que salga nos dará la visión de hacia dónde tenemos que ir.

—¿La apertura de es Gorg implicará el cierre de sa Joveria?
—Precisamente, nos interesa mucho ver qué sale de este informe Foessa para saber qué hacer con sa Joveria. Seguirá siendo un centro se servicios sociales pero tendremos que ver para qué lo utilizamos. No se desmantelará pero tendremos que ver a qué perfiles se destina. Aspiro a ver el centro de baja exigencia de es Gorg en marcha esta legislatura, está más cerca que nunca.

—En los últimos años han invertido mucho dinero en mejoras del Hospital Residencia de Cas Serres.
—Hemos cambiado la carpintería de aluminio interior y exterior, hemos cambiado todas las camas y la climatización de las zonas comunes y del centro de día. Estamos trabajando en un plan funcional porque hay que hacer todavía muchas cosas, es un edificio que tiene más de 30 años.

—¿Tiene suficientes trabajadores la residencia?
—Hay que tener en cuenta que la residencia de Cas Serres también es un hospital, por lo que no nos podemos regir con las mismas ratios que las residencias. A diferencia del servicio de menores, la residencia, a raíz de la pandemia, ha disminuido su ocupación. También salió a nivel estatal una recomendación que las residencias no deberían tener más de 120 usuarios. Las ‘macroresidencias’ están destinadas a desaparecer: son modelos obsoletos y que es muy difícil mantener una calidad en el servicio. En Cas Serres ahora estamos con alrededor de un centenar de usuarios porque tenemos que tener un margen de maniobra para poder seguir haciendo obras. Procuramos mantener la ocupación estable para no tener dificultades después. Son unas instalaciones muy dignas pero se han quedado antiguas. Hay que reformar los baños, ampliar alguna habitación y renovar las zonas comunes, pero serán los técnicos quienes lo decidan.

—El traspaso de las tres residencias de Ibiza (Can Raspalls, Can Blai y Sa Serra) que ahora gestiona el Govern es otro tema recurrente cada legislatura. Ambas instituciones no se ponen de acuerdo en la cantidad económica que deberían llegar desde Mallorca. ¿Cómo van las negociaciones?
—En la anterior legislatura no nos pusimos de acuerdo. En esta ha habido un cambio de talante muy grande. Nosotros tenemos claro que no es una cuestión solo de dinero sino también de estructura. Las tres residencias están gestionadas por la Fundación por la Dependencia, que tiene una estructura importante de servicios técnicos, de recursos humanos, servicios económicos, de calidad... Lo que se nos proponía es que nos traspasaban las residencias y nosotros nos apañábamos con nuestra estructura. Esto suponía casi duplicar el volumen del Consell. Son casi 400 usuarios y 400 trabajadores. Lo que reivindicamos es que necesitamos estructura profesional y una dotación económica como toca, porque los sueldos en Mallorca no son los de Ibiza. Esto en el Govern ahora se entiende, lo que es un paso importante. Entendemos que un traspaso de residencia exitoso tiene que serlo para todos. En la última legislatura estábamos dolidos porque no se reconocía la singularidad de Ibiza. Tenemos que crear una estructura lo suficientemente sólida para gestionar las residencias con eficiencia, calidad y que la atención personal sea la que toca. Si no viene una trasferencia bien dotada, no la asumiremos porque ya venimos de un fracaso y no nos lo podemos volver a permitir. Quiero pensar que antes o después se llegará a un acuerdo.

—La residencia que más quebraderos de cabeza le ha provocado ha sido una de gestión privada, Colisée. El Consell d’Eivissa es el responsable de su inspección, ¿cumple ahora con lo que marca la ley?
—Ha mejorado en muchas cosas. En parámetros de inspección hay cosas que se han arreglado pero me consta que tienen las dificultades que tienen todas las residencias: falta de personal cualificado. Y el tener o no personal es lo que te da la calidad del servicio. Ahora mismo es la residencia más vigilada tanto por nosotros como por el Govern, que tiene 84 plazas concertadas. El Govern hace auditorías y nosotros inspecciones pero vamos de la mano. Aún hay temas a resolver y están vinculadas a la dificultad para encontrar personal cualificado. Esto es lo que más me preocupa.

—El PSOE arremetió contra usted y le acusó en el pleno del mes de abril de haber cerrado el asunto con una sanción mínima.
—La sanción no la pongo yo. Un expediente sancionador tiene una fase de propuesta, una de instrucción y una de resolución. Mi propuesta era de sanciones máximas pero después hay una fase de instrucción que tiene que sujetarse a ley y que la han hecho profesionales incuestionables. Si se ha llegado a este resultado, respeto absoluto. Nuestra propuesta iba a máximos pero hay que respetar los procesos. Está claro que el resultado no ha gustado, pero era el que permitía la ley.

—¿Cree que los familiares se han podido sentir abandonados?
—Me cuesta mucho hablar de los familiares porque yo no me puedo poner en su lugar. Ellos así lo han verbalizado, pero no me atrevo a opinar. Lo último que quiero es herir sensibilidades.

—¿Siempre que han pedido ser atendidos por el Consell se les ha atendido?
—Sí, a mí siempre que me lo han pedido les he atendido. Los he atendido muchas veces que no han trascendido. También hay gente que me lo ha pedido y la he atendido.

—Una de las lacras de nuestra sociedad es la violencia contra la mujer. La Oficina de la Dona del Consell d’Eivissa atendió en 2023 cerca de 500 mujeres víctimas de maltratos. ¿Han perdido el miedo a denunciar las mujeres?
—Todas no, pero empieza a haber más conciencia. También tiene que perder el miedo a denunciar el entorno de las mujeres. Antes de que llegue la primera bofetada, el trabajo ya está hecho porque la mujer prácticamente ya ha sido anulada como persona. A la hora de reaccionar y defenderte, a las mujeres les cuesta mucho porque ya han sufrido mucho psicológicamente. Aquí es importante el entorno: llama al 016 y di lo que está pasando, aunque no quieras dar tu nombre. Actuarán. La conciencia del entorno es de vital importancia. Las agresiones sexuales también se están desbordando. El acceso a la pornografía ‘online’ es un problemón. La gente joven tiene unas conductas sexuales totalmente distorsionadas. A los niños de diez años no se les deja ir solos por la calle ni ver determinadas películas, pero se les da un teléfono móvil y, automáticamente, tienen acceso a la pornografía. Es un tema que nos preocupa mucho.