El historiador y arqueólogo, Jordi Fernández, dirigió durante más de 40 años el Museo Arqueológico de Ibiza. En el programa de la TEF, Bona Nit Entrevistas con Toni Ruiz, habla de diversos hallazgos y de su apasionante trabajo.
—¿Qué explican a los arqueólogos los huesos o las piedras que van encontrando?
—Explican muchas cosas y, dependiendo de lo que hagamos, nos crean también muchos problemas. No siempre es fácil interpretarlo. En mi trayectoria, no es que haya hecho muchas excavaciones. He trabajado el mundo funerario, algunos yacimientos como Can Blai o S´LArgamassa, y nos van dando información sobre la vida que tenía aquella gente. Cuando se trata de un yacimiento de la muerte, obviamente vas a buscar toda una serie de referencias como cuándo fallecieron o qué posibilidad hay de saber su edad. La parte religiosa cuando estudias los materiales también es importante. Hay muchos aspectos que puedes ir averiguando poco a poco y a veces te encuentras con respuestas complicadas o que, simplemente, no se han llegado a encontrar y deben pasar muchos años porque las cosas van avanzando y se van conociendo mejor.
—Ha mencionado Can Blai y es uno de los últimos trabajos que ha realizado. Usted tiene una jubilación muy activa.
—Es una continuación. Cuando uno ha trabajado en este mundo y tiene tiempo, disfrutamos trabajando en la investigación y es lo que intentamos hacer. Nos divertimos y no lo sufrimos.
—Estoy pensando en aquel Jordi que, probablemente, durante muchos años tuvo que invertir más tiempo en buscar recursos que en hacer el trabajo que pretendía llevar a cabo.
—Realmente es uno de los aspectos que la gente que trabaja en el mundo de los museos conoce bien. Debemos buscar recursos. Nosotros trabajamos para la sociedad, para dar a conocer nuestro patrimonio. Al mismo tiempo, estamos a disposición de todos los investigadores que vienen para trabajar y ello supone tener unas buenas instalaciones y no siempre es fácil. En Ibiza he sufrido 17 años el cierre de un museo monográfico. En algún medio, recuerdo incluso que parecía que yo era el culpable y el responsable. Supongo que, de alguna manera, debía tener cierta culpabilidad por no saber tirar de las orejas a muchos políticos. He vivido tres visitas de tres ministros que decían que el año próximo el museo iba a abrir y, llegaba el año, y no se abría. Se ha tenido que hacer una gran inversión. Todo el personal ha hecho muchos esfuerzos, luchando como un gato panza arriba para intentar que el museo funcionara. También teníamos el de Dalt Vila abierto y era algo que nos ayudaba a continuar. El museo nunca estuvo realmente cerrado porque dentro se hacía un trabajo brutal de clasificación, fotografía o catalogación. De cara a la gente, eso sí, estaba cerrado y era una situación incómoda. No podía ir prácticamente a ninguna cafetería porque la gente se te tiraba encima para preguntar cuándo íbamos a abrir o qué pasaba. Era una situación muchas veces dura. Se trataba de resistir e ir al Ministerio, que era quien tenía los recursos. No era fácil.
—La Administración local, ¿no siempre estuvo a la altura?
—Debemos decir que el museo depende del Govern, no del Consell, y es una situación en la que los cambios políticos no siempre han ayudado. Debo decir que he tenido apoyo, que es muy positivo, pero muchas veces las respuestas desde donde debían llegar los refuerzos económicos, no las recibíamos o debíamos aguardar la cola, por decirlo de alguna manera. Si no pedíamos, si no hacíamos los deberes, siempre íbamos detrás de otros porque este país está hecho de autonomías y todas piden y todas piden para sus museos y su patrimonio. Quiero recordar el caso de la biblioteca pública de Ibiza. ¿Cuántos años hace que se habla de ella?. Igual no se grita bastante, no se hace el suficiente ruido para pedirla, aunque los servicios locales han respondido en este aspecto de una manera extraordinaria. Es un ejemplo más de que, en ocasiones, no llega la voz de nuestras comunidades para pedir que se hagan inversiones que las islas se merecen.
—Hablamos de Can Blai, en Formentera. ¿De qué se está hablando?
—Estamos hablando de una construcción que se encontró en el año 75. Hace dos años se abrió y debo decir que me da miedo. Confío en la gente, pero no todo el mundo es civilizado. La valla no me gustaba. Cerrar los monumentos es castigarlos, pero abrirlos tanto, también me preocupa. La cuerda que se ha colocado permite a todos entrar, llegar y pisar Can Blai. Son unos muros terriblemente débiles porque son de un marés bastante malo. Esto preocupa, aunque es una voluntad política y me parece correcto. Aquí había una construcción que visitamos por primera vez en el 75. Un sueco nos llevó. Nos vino a visitar cuando excavábamos en Ca na Costa y nos dijo que sabía de un lugar y nos llevó a Can Blai, que estaba cubierto de pinos. Era un bosque. Planificamos la excavación que se inició en el 79. Pensábamos que era una construcción cuadrangular, pero no sabíamos nada más. Empezamos y recibimos la sorpresa de que era una construcción defensiva, con cuatro torres a cada lado y otra más pequeña de defensa en una pequeña salida al exterior. Hay unos 9 metros sin nada e interpretamos que pudo haberse pensado en construir allí la puerta principal del ‘castellum'. Estaba muy arrasado. El material encontrado también fue muy poco, miserable. Allí hicimos esta primera excavación y en el año 80 trabajamos en el interior. Hicimos un sistema de cuadrícula y no encontramos nada. Por razones diversas, aplazamos el trabajo. Tengo mucha amistad con un catedrático de la Universidad de París, Ricardo González, y muchas veces hablábamos de Can Blai y miramos de continuar y promover una nueva excavación. Él encontró dinero; se solicitó el permiso al Consell e iniciamos otro programa de investigación. El sistema cambió mucho porque habían pasado muchos años y ello nos llevó al estudio definitivo de este yacimiento, un hallazgo importantísimo para la isla de Formentera. En todo el territorio español, hay tres ‘castellum', siendo una construcción típica de frontera, es rara.
—¿De qué periodo estamos hablando?
—Lo tuvimos que estudiar muy bien y tuvimos muchas dudas al respecto. Había muchas diferencias, pero un estudio que nos llevó por buen camino fue el de unos materiales numismáticos que nos dieron la pista. El estudio de la circulación monetaria de Ibiza y Formentera nos daba una pista. En aquel momento había un conflicto entre Constantino y Majencio y las monedas del primero, que teóricamente era quien gobernaba en el sector de las Baleares, eran muy pocas frente a las de Majencio, que no tenía nada que ver con las islas. Era curioso. Toda construcción de tipo militar necesitaba un permiso del gobernador que, al mismo tiempo, debía solicitar a su superior, que era el emperador o una persona de alto nivel. Suponemos que en esta guerra Majencio fue quien ocupó Formentera e Ibiza y quiso tener el control de las islas porque Can Blai es una área de vigilancia que controla toda la isla. También hay pequeños lugares desde donde controlaban el resto de la isla. La guarnición que había en Can Blai, en un momento dado, podía salir para evitar el desembarco de las tropas enemigas. Es una suposición. Parece que, según las informaciones que hemos ido recogiendo, no acabó de construirse.
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—Hay señales que indican que fue una construcción inacabada.
—Sí, pero no es el único inacabado. Es curioso que, cuando uno va a visitar algunas construcciones, la piedra está allí. Se han llevado muchas, pero el 80% de la piedra sigue allí. A nosotros nos llamó la atención que en Can Blai, aunque seguro que fue saqueado, faltaba una gran cantidad de piedra y restos de construcción. Esto hace pensar que, aunque se llevaron mucho, faltaba piedra para acabarlo.
—Por cierto, en la Mola siempre he añorado una investigación profunda del monasterio que es todo una incógnita.
—Había gente que vivía y trabajaba allí. Es una de esas incógnitas que tenemos porque se sospecha, pero no se encuentra y no se sabe dónde es.¿Ha desaparecido o está bajo algunos restos que lo han tapado completamente?. Es posible y hay documentación. Sabemos que allí había monjes, pero nada más. Es triste y no sé muy bien si algún día lo sabremos. Formentera da muchas sorpresas, con muchas construcciones, y en estos momentos se sigue investigando Es Cap de Barbaria o las cuevas de la Mola y es importante que se siga porque, gracias a ello, conoceremos mejor la vida de Formentera.
—Se destinan muchos recursos a la investigación fuera del planeta, pero muy pocos para saber de dónde venimos.
—Nosotros no damos posibilidades económicas. Hacemos investigación y ciencias, humanidades, y no dan dinero. Dan conocimiento y bienestar a la gente. Ir a Marte y encontrar balsas de agua de cara al futuro tiene una expectativa económica a largo plazo enorme. Realmente, falta dinero para muchas investigaciones, aunque lo nuestro es una pequeña cuestión. Lo que me preocupa es que para muchas enfermedades se necesitan unas inversiones extraordinarias. Falta mucho dinero para evitar las guerras o para crear vacunas.
—El historiador Santi Colomar siempre dice que Ibiza y Formentera son territorios pequeños con una historia enorme.
—Es formidable y cada vez se conoce más. Cuando llegué a Ibiza para trabajar como interino en el año 74 había muy poca gente que se dedicaba a la arqueología. Afortunadamente, han salido después otras personas que han seguido una línea de investigación. Es muy importante porque se ha dado paso a una nueva generación de investigadores, algunos ya no tan jóvenes, y todo ha supuesto un revulsivo para nuestro conocimiento y cada vez se destina más dinero a la investigación, aunque sea privado. Hoy en día, en cualquier lugar donde vaya a construirse en Ibiza, previamente hay que hacer una excavación y ello implica dar a conocer el subsuelo. Muchas veces sabemos que no todo es conservable, pero en otras zonas se podrán visitar los hallazgos realizados. Nos encontramos con una necrópolis que es una de las más importantes del Mediterráneo occidental; tenemos Can Blai o Ca na Costa. Significa que hemos avanzado y que se han dado pasos importantes.
—¿Indiana Jones les ha ayudado o perjudicado?
—Es anecdótico porque su visión no es la nuestra. Recordaré hace años que hacíamos una excavación en Figueretes y nos preguntaron si habíamos encontrado mucho oro. Llevaba muchos años y no había encontrado ni una pequeña moneda. A nosotros nos interesa mucho más un fragmento que nos pueda aclarar un aspecto que una pieza de oro que, igual, no nos dice nada. A través de la UIB, presentamos un trabajo sobre Es Cuieram. La cantidad de material procedente de la cueva repartido por todos los museos y colecciones privadas es brutal, pero el estudio ha supuesto dar a conocer todo este patrimonio, su importancia. Hace 30 años aquello era una ruina y hoy en día está vigilada. Hemos ido dando pasos, aunque falta mucho por hacer. Hay otros lugares en Ibiza que deberían protegerse y conservarse. Hace años escribí a todos los ayuntamientos con un listado de yacimientos para conservar y no se ha hecho mucho.
—Posiblemente más si se habla de arqueología submarina.
—Es muy rica, pero muy difícil de controlar. ¿Cuántas ánforas hay en casas privadas?. Muchas han salido enganchadas en redes y después se vendían. Hoy en día, hay gente que todavía se dedica a hacer saqueos acuáticos y es terrorífico. Hay muy pocas excavaciones realizadas. Por ejemplo, en Es Grum de sal un particular financió dos campañas de excavaciones arqueológicas que dieron pie a una información extraordinaria. Económicamente, el mundo subacuático es muy caro y en las inmersiones se necesita un equipo de gente que, a veces, no resulta fácil encontrar. En Formentera, en este aspecto, se ha avanzado más rápidamente que en Ibiza. Han hallado yacimientos, materiales, y otra gente se ha ofrecido a realizar estos trabajos primero de manera altruista y después organizando equipos. No se trata de extraerlo todo porque es imposible y no sabríamos qué hacer con todo este material y donde mejor está es en el mar, siempre que haya un control. Hay que conocer lo que tenemos para decidir dónde investigar.
—Habla del expolio, pero a veces ha sido en connivencia con entidades oficiales.
-Debemos decir la verdad. Hasta la aprobación de la ley 16/85 existía una permisividad enorme para que la gente que financiaba las excavaciones pudiera quedarse con material. Era un expolio entre comillas, legal, y con esto se crearon grandes colecciones. Materiales como las ‘Damas de Ibiza', esto sí fue un expolio. Había anticuarios conchabados con personas que tenían tierras en la necrópolis y que pagaban por todo lo que se encontraba.
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