Agustín Padilla, natural de Formentera, acaba de regresar de una expedición en la Antártida. Tras presentar un máster, se convertirá en capitán de la Marina Mercante y relata su experiencia vital en el programa ‘BNP Entrevistes’ de TEF.
—¿De dónde es usted?
—Yo nací en Formentera y desde pequeño vivo cerca de Sant Francesc, en Ses Bardetes. Cuando era pequeño recuerdo que me encantaban los aviones y mi abuelo me compró un simulador. Siempre los he tenido metidos en la cabeza.
—¿Usted necesita viajar?
—Yo estoy más de la mitad del año fuera de casa. Soy un enamorado de Formentera pero, cuando llevo allí un mes, necesito salir.
—Tiene 29 años, ¿cómo ha cambiado la isla en este tiempo?
—Sobre todo el turismo ha cambiado mucho, aunque allí siempre hemos llevado una vida tranquila.
—Quería ser piloto de avión, pero al final no pudo ser.
—En segundo de Bachillerato dejé los estudios. Repetí primero y, por distintas cosas, no funcionó y no me sentía cómodo en clase. Quería marcharme a Tarragona, donde tenía una novia. Intenté estudiar allí la carrera de piloto, pero mi padre me dijo que no porque antes había dejado los estudios. Vi que allí había un grado superior de Patrón de altura, aunque el mar nunca me tiró. Comencé, me gustó la parte teórica y ese mismo verano empecé a navegar. Me gustó también y decidí que era lo mío. Lo mejor es hacer algo que te guste.
—¿Tiene en su familia antecedentes en el mundo del mar?
—Mi abuelo materno sí navegó e hizo la mili en la Armada. Mi familia tiene en Formentera un negocio de electricidad y servicios técnicos, pero aquello nunca me llamó la atención. Somos tres hermanos y uno de ellos es cocinero y trabaja en un restaurante con estrellas Michelin. También tengo una hermana que está estudiando en Barcelona.
—¿Recuerda la primera vez que se embarcó a nivel profesional?
—Fue en 2019 en un buque oceanográfico y estuve un mes, un tiempo que me permitió descubrir que aquello me gustaba. También, estuve en un buque hospital y en un mercante. Probé un poco de todo e intenté centrarme en lo que más me gustaba.
—¿Es complicado encontrar trabajo en su profesión?
—Cuantas más titulaciones, es más fácil. A mí me costó mucho encontrar un lugar para hacer prácticas. Primero consigues el piloto de segunda, después de primera -que es lo que tengo yo- y después, capitán de la Marina Mercante. Debes seguir navegando un año entero para pasar de piloto de segunda a piloto de primera.
—Ha estado en la Antártida y ha visto ballenas.
—Vimos ballenas jorobadas muy cerca del barco. El año pasado, estuve en Mozambique nadando con ellas. Soy guía de buceo y, fuera de Formentera, he estado en la Polinesia o Papúa Guinea, entre otros lugares. En algunos hay tiburones, aunque es como todo. El tiburón no vendrá a atacarte si no le robas su alimento, pero hay que ir con cuidado. Nunca siento miedo buceando con ellos. Sin embargo, el lugar en el que he buceado y que más me ha gustado es aquí, en la plataforma, una piscifactoría hundida porque es como ver una película apocalíptica. También, Papúa está llena de pecios de la Segunda Guerra Mundial.
—Hablan de la existencia de una isla de plástico.
—Yo no la he visto. Sí puede verse la basura que llega a todos los lugares. Incluso en la otra parte del mundo, llegas a una isla perdida y encuentras basura.
—Hoy en día, el mar todavía da sorpresas.
—Es que conocemos muy poco del mar. De hecho, casi conocemos más el espacio.
—Si Elon Musk le propusiera una aventura por las profundidades del mar.
—Me voy de cabeza. De hecho, tenemos ahora un robot autónomo programado por científicos y que tiene una autonomía de dos días. Puede llegar a los 6.000 metros de profundidad. En la Antártida, bajamos un robot a 200 metros y el mar estaba lleno de vida, a pesar del frío.
—Usted viaja en un rompehielos.
—Es el más moderno de España porque la botadura fue en 2024 y embarcamos en Vigo en enero. Después, tras 25 días de travesía, llegamos a Chile y hasta la Antártida tardamos tres días más. Es cómodo viajar en este barco porque está muy preparado. Nosotros realizamos campañas de 40 días en casa y 40 en el barco. Así, está todo muy pensado para que la gente esté cómoda. En puerto, hacemos también guardias: cuatro horas de guardia y ocho de descanso. La tripulación es toda española.
—¿Qué se encontraron en la Antártida?
—Un gran temporal y, además, cruzar el Atlántico es muy aburrido porque son más de 20 días sin ver tierra. Todos los días son iguales. Al llegar, vimos glaciares. Al ser un rompehielos, llevamos el casco reforzado. El problema es encontrar ‘icebergs’ más grandes. Viajas muy lentamente porque atraviesas hielo.
—Del Ártico al Antártico, ¿hay muchas diferencias?
—Por el Ártico no he navegado todavía, aunque el hielo de allí procede del mar. Si te acercas demasiado, sí puedes encontrar hielo procedente de tierra, que es más peligroso. En la Antártida, el hielo es de la tierra. Al llegar, nos dirigimos a dos bases españolas. La campaña era para probar el barco y recoger datos básicamente para testar la nave. Los paisajes son impresionantes. Hemos visto muchas ballenas y pingüinos.
—¿Cómo hacen con la comida?
—Somos 20 tripulantes y otros tres en cocina, dos cocineros y un camarero. Comemos muy bien y muy variado y tenemos mucha capacidad para guardar provisiones. Hubo cambios de tripulación y de científicos. Ahora el barco está volviendo a Vigo. Yo, en principio, tengo contrato con este barco.
—Después será ya capitán.
—Me queda poco para tener la titulación, pero una cosa es tenerla y otra, el puesto que estudies en el barco. Se valoran los días de navegación para conseguir el título académico, pero para ser capitán de la Marina Mercante debes hacer la carrera y un máster. Mi familia está acostumbrada a que esté fuera. He estado en barcos durante cinco meses seguidos. El barco está muy bien, pero no deja de ser un espacio cerrado y llega un momento en que quieres tocar tierra. Yo estoy embarcado como segundo oficial y estaba encargado de la cartografía y de las publicaciones náuticas, tenerlo todo actualizado. También, estaba encargado de las rutas. El año pasado, además, fuimos al Punto Nemo, el lugar más alejado de cualquier lugar de la tierra y que está en el Pacífico sur.
—¿Ha vivido alguna tormenta grande?
—Sí, el año pasado en otro barco en Chile, pero en la parte del Pacífico. Allí nos enfrentamos a olas de 11 o 12 metros. Igualmente, me quiero dedicar a esto toda la vida porque no me imagino en otra cosa.
—¿Qué ruta le gustaría realizar?
—Me gustaría volver al Pacífico y a la Antártida. Desde que comencé a navegar quería ir. Las campañas se hacen durante el verano de allí y teníamos un grado de temperatura solamente.
—Habrá cambiado mucho el sistema de navegación durante la historia.
—Mucho, porque casi todo está cartografiado. En Papúa Guinea sí nos encontramos islas sin cartografiar o mapas que estaban mal. Nos ocurrió el año pasado cuando nos dirigíamos a un atolón.
—¿Hay mujeres que estudian su misma formación?
—Sí, son una minoría, pero cada vez hay más mujeres en el mar. Incluso he tenido dos capitanas y muy bien.
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Otro que descubrio la polvora..