En el espacio de la TEF, Bona Nit Entrevistes, el conocido autor Javier Moro repasa con Toni Ruiz aspectos de su vida y su trabajo y detalla qué le inspiró a relatar en su último libro ‘Nos quieren muertos' la odisea del opositor venezolano Leopoldo López y la lucha de su mujer Lilian Tintori.

—Usted nació en Madrid y se puede decir que es un hombre de mundo. ¿Por qué Ibiza, por qué Sant Agustí?

—Porque me gustaba navegar y tenía una casita en un pueblecito de Alicante. Luego construyeron allí, a 3 kilómetros, un enorme parque (Terra Mítica) y cambió completamente el ambiente del pueblo que tenía 500 habitantes. Hicieron 1.000 viviendas y eso se convirtió en otra cosa. Me gustaba mucho navegar y yo venía siempre a Ibiza con mi barco de siete metros, pero conocía sólo las calas de las que estaba enamorado. Decidí que era el momento de irme de Alicante y pensé que lo suyo era trasladarme al sitio que siempre me apetecía visitar. Fue hace 25 años y vine un día con el velero y con mi mujer; vimos unas casas para ver un poco los precios, porque aún no habíamos tomado la decisión. Descubrimos una casa payesa que tenía 300 años, con un jardín antiguo y unos árboles enormes. Me enamoré de ese sitio y me vi allí. No tenía dinero y la compré, pero no lo hice por negocio, porque ahora resulta que es un negociazo todo el que tiene casas. Quería una casa para mí, para escribir. Lo que compré es un refugio de escritor.

—Usted no negocia con su casa.

—No, no compré la casa para hacer negocio. Yo quería mi casa y, de hecho, quería venir a vivir allí. Estuvimos unos años y sigo todavía en mi casa, en Sant Agustí, en el campo, cerca de todo y muy contento. Allí he terminado todos mis libros. Acabé ‘Pasión india' cuando mi hijo era un bebé todavía. Escribí ‘El sari rojo' y luego los otros los he terminado todos en mi casa de Ibiza. Llega un momento que en Madrid o donde esté no puedo trabajar porque hay mucha presión de fuera, mucha presión social, y tienes que cortar. ¡Qué mejor sitio que ir a mi refugio!. Además, yo hago una rutina que me encanta: me despierto muy pronto porque trabajo bien las primeras horas, y es lógico porque estás más descansado y es cuando tienes esa capacidad de concentración más elevada. Lo hago de siete a una. Entonces, corto, cojo la bici y voy a Cala Bassa o donde se tercie, que es un paseo estupendo; me baño, como un ‘sandwich' y vuelvo a las cuatro. Después, hasta las ocho corrijo lo que he escrito por la mañana. Con esa rutina, he acabado todos los libros y todos los que me echen porque esa es la rutina de la felicidad.

—Con esta rutina se pueden escribir libros consistentes como el último: ‘Nos quieren muertos'. Una obra que podría ser una ficción pero que no lo es.

—Es una historia verídica y tiene un título que puede asustar, pero creo que es un título muy cierto porque quiere decir lo que quiere decir. Estamos hablando de un país, Venezuela, de una autocracia. Estamos hablando de nuestro mundo en el que las autocracias están ganando terreno y ahora hay más gente que vive bajo dictaduras que bajo regímenes democráticos y en los últimos 30 años hemos retrocedido quienes creemos en el Estado de Derecho y han ganado terreno esas autocracias que se apoyan entre sí. Por eso, sobrevive el régimen de Maduro en Venezuela, que es una incongruencia absoluta puesto que sólo ha conseguido destrozarlo todo. Es difícil hacerlo peor. Ahora Venezuela tiene cifras parecidas a las de Haití, con un 94% de pobreza total y la cifra más alta que ha tenido nunca de muertes de niños al nacer; pauperización total, hambre, en fin, realmente un récord mundial, y era el país más rico de Sudamérica y en 20 años el régimen chavista lo ha convertido en el más pobre de América del Sur y en uno de los más pobres del mundo.

—En el más pobre para los pobres y en el más rico seguramente para los ricos.

—Pero éstos son los amigos militares que mantienen el régimen bien atornillado y que se mantiene también por esa alianza con la Rusia de Putin o con Irán, Cuba o Bielorrusia. Turquía también es parte del grupo. Todas estas autocracias se apoyan mucho entre sí y por ello Venezuela, que es un eslabón de esta cadena, ahí sigue.

—¿Es el nuevo comunismo?

—No, porque no todos son comunistas. Irán no lo es. Es el nuevo totalitarismo. Tampoco ahora se puede decir que Rusia sea un país comunista.

—Ellos presumen de comunistas.

—Sí, quieren volver al imperio que fue cuando el comunismo. Hay una economía de mercado muy estatalizada, muy controlada, pero ya no son países comunistas. Lo que sí tienen en común es la manera de torturar a los presos políticos; la manera en que han acabado con el Estado de Derecho y la apropiación absoluta del Poder Judicial, con el que hacen lo que quieren. Es un travesti de régimen democrático, que no lo es ninguno de estos países. Sólo hay que fijarse en Cuba, que ayuda en seguridad y en sanidad a Venezuela, por ejemplo. Rusia, en armamento sofisticado para reprimir las manifestaciones y hay bases rusas en Venezuela. China aporta financiación y han metido un montón de dinero. Turquía ayuda en el comercio del oro e Irán vende gasolina a Venezuela. Allí se ha llegado a tal punto de decadencia, que se han oxidado las máquinas extractoras del petróleo y ya casi no extraen, no lo bastante para cubrir sus necesidades. Llegan barcos de Irán llenos de crudo para satisfacer las necesidades venezolanas. El régimen ha llegado a un punto que, como decía antes, es surrealista en lo peor, y que todavía haya gente que lo blanquee y justifique, me parece inmoral porque ya se puede ser de izquierdas o de derechas, da igual la ideología, pero estamos hablando de decencia humana, de un régimen que es un grupo de delincuentes que se ha apoderado de un país. Es como si a tu casa llegaran unos ladrones y, desde entonces, uno va a hacer lo que ellos digan.

—Todo esto lo inició Chávez.

—En efecto, pero todavía al principio entiendo que mucha gente haya podido creer. Es verdad que Venezuela era un país muy desigualitario, muy corrupto también, siempre lo fue, y todo eso es cierto. Chávez encandiló a mucha gente con la revolución y, de hecho, hay personajes en mi libro que son chavistas arrepentidos porque, ante todo, son honrados y se dan cuenta de que esa utopía en la que todo el mundo puede creer al principio, es falsa. ¿Quién no cree en la igualdad o en proteger a los más débiles?. Todo el mundo cree en eso. Es difícil no hacerlo, pero el problema es que cuando esas utopías se ponen en práctica, se convierten en un infierno. Hay un refrán francés que dice que el infierno está pavimentado de buenas intenciones. Lo que yo he contado en mi libro ‘Nos quieren muertos', con esa frase que se aplica en concreto a los personajes que son Leopoldo López y su mujer Lilian Tintori, también se puede aplicar a todos nosotros. Esas autocracias nos quieren muertos a todos los que creemos en la libertad o en el Estado de Derecho y esa es la guerra en la que estamos y el libro cuenta un episodio de esta guerra a través de un personaje que decidió en un momento dado enfrentarse al monstruo, desafiar a Nicolás Maduro, que fue nombrado a dedo por Chávez para sucederle y allí empieza la historia, el día en que le acusan de haber incitado a la violencia en una de esas manifestaciones que sacaban a millones de personas en Caracas en 2014. Muchos se acordarán de aquellas imágenes de calles, avenidas y autopistas llenas, pues quien conseguía convocar era Leopoldo López, un joven político en alza, con gran magnetismo, que fue acusado de la muerte de tres personas que estaban en aquellas manifestaciones.

—Y le condenan a 14 años de prisión.

—Sí. Es un personaje interesante porque en lugar de huir o escapar, porque le ponen un avión ya que quieren quitarse al opositor de encima, él dice que no se quiere ir y se enfrenta a esta Justicia, aunque sabe que es corrupta, y lo hace por ser coherente con su lucha y porque no podría perdonárselo nunca. Se entrega, le condenan a 14 años y allí empieza su propia odisea, pero este gesto, para entender al personaje, es muy parecido al de Navalni, el mayor opositor de Putin, a quien envenenan, lo sacan como pueden a Alemania, lo curan y, en vez de quedarse en Alemania y hacer oposición desde allí, decide volver y meterse en la boca del lobo y ahora está condenado a 20 años de cárcel en unas condiciones tremendas con las que le van a quebrar. Lo mismo pasa con monseñor Rolando Alvárez, el de Nicaragua, que no quiso irse con 240 opositores después de que la pareja siniestra de Ortega Murillo organizara un viaje para llevarlos a Estados Unidos. Él dijo que era el arzobispo de Managua y que un pastor no abandona a su rebaño. Resultado: 26 años de cárcel en un juicio amañado. Leopoldo es este tipo de personaje, pero en Venezuela, y a mí me interesó mucho contar la historia desde dentro. Una cosa es saber que te han metido en prisión o que el régimen es muy malo y otra cosa es saber qué significa en el día a día, qué pasa con tus hijos cuando asumes un sacrificio así. ¿Los estás condenando a lo mismo?. ¿Y a tu madre o a tu padre?. Es la historia que se ve como un ‘thriller' porque están constantemente desafiando al poder y cómo ella cambia y pasa de ser una ama de casa aficionada al deporte, con su pequeña empresa y una ambición de felicidad doméstica, a una auténtica adalid de la lucha por los derechos humanos, reconocida en el mundo entero.

—Por obligación, no por devoción.

—Por obligación y por amor, porque es ante todo una historia de amor. Este libro no es de política, aunque obviamente está detrás, pero no hablo de política. Cuento la batalla humana de esta familia y cómo luchan todos para sacar a este hombre de la cárcel y cómo sobreviven al final y cómo están ahora refugiados en España, donde se les ha proporcionado el exilio.

—¿Qué papel juega el Estado español en esta historia?

—Es fundamental. España es un país muy importante en Latinoamérica y no somos conscientes de ello. Las embajadas españolas en todos los países de allí, creo que son las más importantes, y no por el poderío del país, sino por la afinidad afectiva, cultural e histórica que existe entre estos países y nosotros. Se sienten muy españoles. Cuando voy allí a presentar un libro, te diré que me siento hispano, que me entienden. Hablamos el mismo idioma y no hace falta una edición distinta, lo que no ocurre en Portugal. Para un escritor, el idioma es la patria y yo lo he notado cuando, después de 14 horas de viaje, me encuentro en un auditorio con 500 personas donde presento un libro y me da la impresión de que no he salido del barrio de La Concepción de Madrid. La gente va vestida igual, todos me entienden perfectamente, es mi país todavía y ese sentimiento lo tengo yo y muchos españoles que conocen América, pero sobre todo lo tienen ellos con nosotros.

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—En Venezuela no ha presentado el libro.

—No, no creo que me dejen entrar. No me dejarán presentarlo, ni venderlo, pero lo que nunca podrán alterar Maduro y su corte es el contenido del libro porque esa la verdad de esta familia y esa verdad es la que no estaba escrita y es la de los 8.000.000 venezolanos que se han tenido que ir y salir del país. Es la mayor migración en tiempos de paz, sin que haya habido un terremoto o un desastre natural o una guerra. La gente se va porque ya no se puede vivir allí y, en este rato que estamos hablando, hay una cola en la selva de refugiados venezolanos que han tenido que abandonar su país y que van rumbo a Estados Unidos o a Canadá para tener una vida digna.

—Con esta historia, ¿todavía no le han comprado los derechos desde alguna plataforma?.

—Estas cosas llevan tiempo. La huída de Leopoldo de Venezuela, bueno la de ella, de noche, nadando, en una cala en la costa, con miedo de que le disparasen los guardias en las rocas, y todo con la niña colgada al cuello. Tenía un bebé, a quien hablaba para que no llorara e hiciera ruido. Nadando hasta el bote que estaba fondeado en mitad de la cala que les llevó, sin luces, hasta un punto alejado de la costa venezolana, hasta la isla de Bonaire para coger un avión y volar a España. Esa fue la huída de Lilian Tintori de la Embajada de España donde estaban asilados y recibidos por el embajador español, que es uno de los héroes del libro porque este hombre arriesgó mucho para proteger al líder de la oposición, que era Leopoldo. Las autoridades españolas siempre han estado ayudándoles y protegiéndoles. Cuando huye Leopoldo, quien le espera en Bogotá y luego en Miami es el cónsul allí, que le da un salvoconducto para que pueda entrar en España, donde llega en plena pandemia, sólo en la T4, totalmente desorientado y va a casa a ver a los suyos.

—¿Qué consecuencias ha tenido esta historia en las relaciones entre España y Venezuela?

—En cuanto ha salido el libro ha protestado el segundo de Maduro, Diosdado Cabello, diciendo que la Embajada había protegido la huída del <> y, obviamente, Leopoldo no es terrorista ni nunca ha sido de extrema derecha. De hecho, no es ni de derechas. Cuando salió el libro mandaron una protesta oficial porque allí se cuenta la verdad y la verdad es que el embajador español fue heroico en su ayuda. España estaba donde tenía que estar: ayudando al líder de la oposición, perseguido injustamente.

—Leopoldo y Lilian estuvieron en Ibiza y creo que se han enamorado de la isla.

—Es que les he invitado varias veces y les encanta. Estuvieron hace una semana, en invierno, y ven el agua que les recuerda el color del Caribe y no pueden resistirse y se lanzan al mar.

—¿Cómo ven ellos la situación actual de su país?

—Yo hablé con Luis Almagro, presidente de la OEA, fui a Washington a entrevistarlo y me dijo que en Latinoamérica nadie deja el poder por las buenas y esta banda de Maduro y Cabello no van a dejar nunca el poder. Ellos sólo permitirían elecciones libres si están convencidos de que las ganan y, como en este momento es imposible, van a hacer todo por boicotearlas. María Corina Machado no creo que pueda llegar donde quiere, aunque les veo a todos ilusionados y no pueden perder la esperanza de recuperar su país, pero no veo la salida todavía. Sobre todo, porque hay un ejemplo que nos pesa mucho, que es el de Cuba, que lleva 70 años. Venezuela lleva 20. Es verdad que Venezuela no es Cuba y en su subsuelo yace una riqueza enorme que le interesa al mundo y, por este razonamiento, pienso que el mundo no va a dejar que el país cumpla 70 años bajo un régimen así, aunque no sé cuál es la salida o si la va a haber. Esta gente ha ido tan lejos, que no hay salida para ellos. ¿Dónde se van a ir? ¿Dónde se van a encontrar seguros?. Como no se marchen a una tienda en el desierto amparados por un ayatolá que les proteja, pero no quieren eso y se aferran todavía más al poder. Están realmente atornillados.

—EEUU y Europa, ¿qué dicen al respecto?

—Estados Unidos tiene poca palanca. El mes pasado fracasaron los acuerdos de Barbados, con los que levantarían las sanciones a Venezuela a cambio de que se garantizaran allí elecciones libres. Cuando el régimen vio que Machado iba a ganarles, incumplieron los acuerdos, con lo que se volvió a la casilla de salida. No hay manera de negociar con esa gente, es imposible.

—¿Qué dicen López y Tintori de las posibles relaciones de Podemos con Venezuela?

—Ellos lo han sufrido de alguna manera. Al principio, Podemos consiguió financiación de Venezuela, pero es ya un secreto a voces y se sabe. Hay que recordar cuando llegó Delcy Rodríguez al aeropuerto de Madrid, en ese episodio muy turbio porque no tenía derecho a aterrizar en suelo europeo por las sanciones. Esa connivencia de Podemos con el régimen chavista provocó que Leopoldo tuviera que abandonar el país porque, cuando se forma el Gobierno de coalición, ya cambia la Embajada, ponen a un nuevo embajador y la Embajada pierde peso, ese centro neurálgico que era antes. Cuando se hace el Gobierno de coalición, con un partido de extrema izquierda, cambia la política con Venezuela y el primero en sufrirlo es Leopoldo, que tiene que salir de allí y tiene que organizar su huída a España, a su pesar.

—Usted obtuvo el Premio Planeta en 2011 con ‘El imperio eres tú' y pienso en otros Premios Planeta que han terminado dirigiendo ministerios. ¿Le ha tentado alguna vez la política?

—No, en absoluto. Yo soy un escritor y un escritor debe estar un poco lejos de todo. En Sant Agustí, que es el lugar perfecto y que no vengan a interferir.

—Usted además tuvo un vínculo muy fuerte con la Amazonia, donde estuvo tres años.

—Es que estudié Antropología y estudiábamos las tribus y poblaciones en el mundo sin escritura y muchas son amazónicas. Estudié Antropología e Historia porque me interesaba, pero no tenía vocación docente. Nunca he sido un buen profesor, sin embargo, me sirvió luego cuando comencé a escribir y los temas que me llamaban poderosamente la atención tenían que ver con la selva y con estas poblaciones. En mi primer libro ‘Senderos de libertad', cuento la historia de los caucheros en Brasil y de las poblaciones que luchaban por mantener la selva y protegerla de los desmanes de los terratenientes que llegaban con máquinas a destrozarlo todo. Fue un libro escrito hace 30 años y supuso una de las primeras llamadas de atención sobre la crisis ecologista mundial. Se ha convertido un poco en un libro de referencia sobre la Amazonia. Cuando escribí ‘Senderos de libertad', no se hablaba tanto del desafío ecologista. Cuando mataron a Chico Mendes es cuando realmente el mundo empezó a tomar conciencia y se preguntaba qué pasaría si desaparecía la selva, algo gravísimo porque cumple una función como regular el clima mundial. Parte del desmadre del clima actual es porque, al reducirse las selvas tropicales del mundo, se altera la evaporación y el clima. Está demostradísimo que la acción del hombre altera el clima. Lo importante es que el ser humano tome conciencia y pase a la acción. Creo mucho en la tecnología y en la ciencia y pienso que sí nos pueden salvar.

—Los científicos no parar de alertar sobre el cambio climático, que es ya una realidad.

—Pero hay algo que induce a confusión y lo del cambio climático es un poco un arma de doble filo en los medios. Hay gente que dice que el clima siempre ha cambiado, y es verdad, pero por una parte está la evolución natural del clima y, por otra, la mano del hombre. Se sabe, porque se ha medido, que el aumento del CO2 incrementa la temperatura; es un plus y esto sí hay que creérselo, porque es ciencia y está medido.

—Usted es crítico con la deriva hacia la que se dirige Ibiza por la masificación turística.

—No sólo Ibiza, porque veo que el problema es el sobreturismo y en Madrid también está pasando. Podemos morir de éxito y es el problema. Le puede pasar a Ibiza, aunque aquí la gente está muy concienciada. Han salido a la calle 18.000 personas para protestar contra el desarrollismo y eso no ha pasado en muchos sitios. Significa que la gente está concienciada de que hay que cuidar la isla porque de eso vivimos todos. El sobreturismo es capaz de cargarse la gallina de los huevos de oro y podemos morir de éxito porque llega a haber tanta gente que se pierde el encanto y la cosa se industrializa. Hay que hacer cola para todo y la gente puede elegir otro sitio más salvaje. Es un problema grande de los grandes sitios turísticos. Le pasa a Oporto, a Madrid. Se pierde la diversidad culinaria y todos los sitios de comer son franquicias y todos comen lo mismo. Se pierde el encanto porque lo bonito de un sitio es pensar que eres el primero que estás ahí y que lo estás descubriendo, pero si tienes a 5.000 turistas alrededor, es imposible mantener ese sentimiento. Hay un gran problema con los cruceros también, que invaden Vila y parece que estás en un parque temático. Son problemas gordos y de difícil solución, aunque sí veo que en Ibiza hay una concienciación de la gente de la isla sobre su valor y se sabe lo que hay que proteger. Siempre hay gente que critica, pero hay una voluntad de proteger. Lo que se debe exigir a los políticos es la protección al máximo porque eso va a elevar el valor del lugar.