La vida sigue en los negocios de la zona en la que ocurrió el altercado pese a que varios trabajadores continúen con el susto en el cuerpo El asalto a mano armada de dos encapuchados a un furgón policial y la huida del preso al que ayudaron conmocionó a vecinos y comerciantes del lugar. Un día después de lo sucedido, todavía hay personas que continúan con el susto en el cuerpo mientras que la vida parece continuar en las calles. «Yo ya desconfío. Cada vez ocurren más desgracias», asegura la dependiente de una tienda. La mujer no estuvo presente cuando tuvo lugar el altercado, pero teme que vuelvan a producirse situaciones similares. «Llevo 22 años en la isla y siempre había sido muy tranquila, pero este verano ha estado horrible», comenta, indicando que se han producido varios robos en locales de estas calles en los últimos meses. Al igual que otros comerciantes y vecinos, la dependienta desconocía que al lado de donde trabaja pasaran presidiarios para ir al dentista: «Esto solo me hace estar peor». La dueña de un comercio cercano a la clínica dental vio correr al preso mientras le perseguía un agente. «Aquí vemos siempre, prácticamente cada día, pasar a personas esposadas», explica. Su compañera de trabajo comenta que «son sucesos que se leen en las noticias, unas veces en Ses Figueretes, otras en Sant Antoni, y ahora ha sido aquí a la vuelta de la esquina». «Ya es cada verano. Como viene tanta gente ya no sabes qué te esperas de nadie», coinciden. Por otra parte, la encargada de un local que salió con los gritos e incluso vio al encapuchado expresa que «todo sigue igual». «Aquí la gente continúa haciendo vida normal», indica, señalando a la calle Aragón. La mujer afirma que en el momento del asalto tampoco sintió miedo, en especial porque no se dio cuenta de la pistola que llevaba el asaltante. «Si la hubiese visto», comenta, «sí que hubiese dicho: Ostras, esto es peligroso». Dos amigas charlan en la terraza de un negocio mientras toman un café caliente. «Hoy no dejo de fijarme en si aparece un coche policial con algún otro delincuente», dice una de ellas, de espaldas a la calle y girando la cabeza constantemente. La otra vive más cerca del lugar de los hechos pero trata de quitarle miga al asunto: «Esto es nuestro turismo y lo que conlleva. Si tiene que pasar algo, pasará».