La afición por los belenes le viene de lejos a María Teresa. «Empecé a montarlos con ocho años. Recuerdo que el primero lo hice con papel y los Reyes Magos eran tres caracoles. Con el tiempo solo he dejado de montarlo el año en el que falleció mi madre, en señal de respeto», recuerda.
Este año el Belén se ha convertido en un ejercicio casi vital. «Con el confinamiento no podíamos salir de casa y había que buscar alguna actividad», indica María Teresa. Así, Manuel empezó a elaborar las decenas de casitas que se distribuyen por una recreación que se extiende a lo ancho del salón. «No tenía herramientas y estaba todo cerrado pero con un serrucho, un cuter y una lima fue haciendo las casitas. Al final hizo tantas que hemos regalado algunas», indica una satisfecha María Teresa, quien recuerda que después de cortar los materiales había que pegar todas las piezas. «Nos pasamos todo el día montando e ideando. Los pitorros de la silicona son las tejas», nos indica mientras señalan algunas de las laboriosas piezas elaboradas. Manuel añade que las fuentes le «llevaron una semana de trabajo» y apostilla que el año que viene tendrán que ampliar para alegrar a un nuevo nieto.
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