Cala d’Hort el pasado mes de julio con una estampa inusual para la época. Foto: DANIEL ESPINOSA | Daniel Espinosa

Aparte de todos sus evidentes efectos negativos, la pandemia también ha servido para reducir la excesiva presión humana que sufren las Pitiusas cada verano desde hace años. Según el Índice de Presión Humana (IPH), que elabora el Instituto Balear de Estadística (Ibestat), Ibiza y Formentera registraron el mes de julio con menor presión humana en 15 años. El mayor número de personas registrado fue de 268.628. Para encontrar un dato similar hay que remontarse al año 2005, cuando el número máximo de personas registrado fue de 266.832.

Conforme al avance publicado por Ibestat el dato máximo se registró el 25 de julio, cuando coincidió con la cifra máxima de personas ese mes tanto en Ibiza (239.072) como en Formentera (29.402). El dato mínimo ese mes se produjo el 1 de julio, con 201.721 personas en las Pitiusas.

El primer mes del año sin movilidad limitada desde el decreto del estado de alarma dejó en Ibiza una disminución de la presión humana del 24,5% respecto a 2019, la más alta de Balears. En el otro extremo se situó Formentera, donde la presión humana bajó un 16,9%. La media balear fue de un descenso del 21,5%.

Se trata, probablemente, de la primera vez más de un lustro que Ibiza no supera su capacidad máxima de alojamiento, situada en torno a las 300.000 personas. Esta se obtiene al sumar las plazas residenciales y las turísticas. El dato no es verificable, dado que el IPH separado de Ibiza y Formentera se registra desde 2016. Sin embargo, si tenemos en cuenta que la presión humana de Formentera supone entre el 12% y el 15% del dato pitiuso, podemos aventurar esta posibilidad, dado que desde 2011 se han superado las 330.000 personas.

Según datos del Observatorio de la Sostenibilidad de Ibiza y Formentera, en 2019 la capacidad máxima de alojamiento en Ibiza era de 301.374, sin embargo en julio había 316.881 personas y en agosto 330.612. Entre 15.000 y 30.000 personas que estaban en la isla, pero presumiblemente ocupaban una plaza turística ilegal, se hacinaban en viviendas habitadas por encima de su capacidad o incluso vivían en infraviviendas.

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Impacto medioambiental
Desde Ibiza Preservation Fund, la responsable del Observatorio de Sostenibilidad, Inma Saranova, considera que «sin lugar a dudas, la disminución de la presión humana en la isla de Ibiza durante la temporada estival se verá reflejará a nivel medioambiental este 2020». Considera que es difícil aventurar previsiones, pero apunta al descenso del consumo total de agua durante este año como uno de los resultados que pueda constatarse.
También quiso poner el foco en la calidad de las aguas de baño, que según el último informe del Observatorio «ha disminuido paulatinamente a medida que ha crecido la presión humana».

Todo ello teniendo en cuenta que será necesario obtener datos empíricos «para comprobar si las percepciones sociales se ajustan a la realidad o no, ya que en ocasiones los datos pueden refutar algunas hipótesis generalizadas», subrayó.

Saranova destaca que hasta el año pasado, el Indicador de Presión Humana (IPH) siempre ha mostrado la elevada estacionalidad poblacional que experimenta la isla a lo largo del año. «Durante los meses de temporada baja, la cifra de población es superior a la población empadronada pero siempre inferior a las 200.000 personas. Una vez se inicia la temporada turística alta en el mes de mayo, aumenta el número de personas en la isla, con los máximos situados en el mes de julio y agosto cuando se superan las 300.0000 personas. Por tanto, en los meses de julio y agosto se duplica la población empadronada».
Unas cifras que, no sólo tienen un impacto en el medio ambiente, sino que suponen una peor percepción de los turistas. «Mientras que Ibiza destaca sobre el resto de las islas de Baleares por tener una buena valoración en oferta, por otro lado también destaca por ser la peor valorada en servicios públicos y entorno. En concreto, la masificación, la seguridad ciudadana, la red viaria, los aparcamientos y el transporte interno están valorados por debajo del 4,5 sobre 10. También, en 2019, la valoración de las playas disminuyó pasando a un 4,9 cuando en 2018 era de un 5,7», explica la responsable del Observatorio de Sostenibilidad.

Economía y sostenibilidad
Si bien la reducción de la presión humana puede haber supuesto un respiro para el medio ambiente, Saranova recuerda que también es la consecuencia de una reducción de la actividad económica sin precedentes en la isla.

Es por ello que considera que «es necesario poner énfasis en el estudio de las consecuencias de la presión humana para encontrar un punto de equilibrio entre la sostenibilidad medioambiental y la económica».

«Como vemos, si el número de turistas excede la capacidad de carga del destino, no solo se resiente el medio ambiente sino que la calidad de la experiencia turística también disminuye. Si la capacidad de carga se ve sobrepasada, surgen problemas de orden económico, social y ambiental. El nuevo escenario y el análisis de los datos de 2020 nos permitirán establecer relaciones más precisas entre el impacto de la presión humana y el medio ambiente así como sus consecuencias económicas para buscar el necesario punto de equilibrio que necesita la isla», valoró.