—En el contexto actual de crisis post COVID-19, ¿cree usted que el sistema bancario sabrá estar a la altura de las circunstancias?
—Si el sistema bancario hace lo que debe, que es hacer de intermediario y ayudar a los clientes para que el dinero circule, será una crisis más pequeña y rápida. Hay que ayudar a que el dinero circule más rápido. La misión de los bancos es que el dinero de unas personas circule y llegue a otras, pero históricamente los bancos han olvidado que no son los propietarios del dinero. Ellos solo gestionan el dinero de los clientes y ese dinero debe servir para crear riqueza. Pero en estos momentos, en las últimas décadas, más del 99 % del dinero que circula es especulación; no crea nada. Mientras tanto, hay miles de proyectos que ayudarían a crear trabajo y riqueza que no encuentran una buena financiación, adecuada a lo que necesitan. Los bancos están obsesionados por el crecimiento y el beneficio rápido. Si no se dan cuenta pronto de que están al servicio de la ciudadanía, esto se les puede girar en contra.
—Entonces, ¿considera que estarán gestionando los créditos ICO que otorga el Gobierno de manera adecuada?
—Tengo poca información al respecto, pero, por lo que sé, no se están dando ni con la facilidad ni la rapidez que deberían, y muchas veces se dan a los clientes que menos lo necesitan, mientras que a otros que realmente sí lo necesitan les ponen mil trabas. La idea es buena: créditos baratos para quien lo necesita, pero a quien lo necesita y con rapidez. Cuando hay crisis, el dinero debe moverse rápido, no esperar un mes a que te den respuesta.
—¿Está el Estado actuando correctamente?
—Yo no soy partidario de la idea paternalista de que el Estado nos lo debe arreglar todo. Nunca ha funcionado. El Estado está para ayudar, dar facilidades e impedir que haya quien abuse de la situación. Los criterios éticos son ahora más importantes que nunca. Los políticos deberían defender a los ciudadanos y no a los partidos, y pasa todo lo contrario. Son momentos para ser éticos y auténticos por parte de políticos, empresarios y banqueros. Si no, este tsunami se nos llevará a todos.
—¿Cómo saldrán las nuevas generaciones de este tsunami?
—La gente joven está reclamando todo a nivel mundial. Gretta Tumberg es solo un ejemplo de millones de jóvenes. No se puede seguir con el modelo económico del capitalismo salvaje de buscar el máximo beneficio a toda costa. Está obsoleto. Hoy en Harvard ya se habla del capitalismo consciente. Capitalismo sí, pero al servicio de los ciudadanos y que la gente pueda vivir dignamente. Cuando salgamos de esto, no se podrá volver a lo de antes. La gente joven no lo permitirá.
—Le veo optimista respecto a la gente joven.
—Sí, pero no soy ingenuo. Si no tienen referencias de lo que pueden hacer, se desilusionan y hay muchas trampas esperándoles: las drogas, el consumismo, etcétera. No nos podemos entretener porque hay una gran responsabilidad. Como te decía, lo de Gretta Tumberg es solo un ejemplo entre millones de jóvenes que nos están diciendo que les hemos arrebatado el futuro, y a mí esto no me deja indiferente. Estamos preparando cosas muy importantes al respecto, porque hay que hacer algo.
—¿Hacia dónde cree que vamos?
—Podríamos ir hacia una sociedad del bienestar general. Tenemos conocimientos científicos, tecnológicos y recursos para vivir todos sin destruir la Tierra. Pero en realidad no sé dónde iremos, porque otro de los grandes pilares es la educación y no se le hace el caso que se debería. Si hay corrupción, gente que destruye el planeta, gente que explota a los demás hay que preguntarse cómo les hemos educado. Educar para competir y ganar dinero lleva a un caos de la civilización. Estamos a tiempo de cambiar. Si se educa al futuro empresario de manera que se preocupe por sus trabajadores, por sus clientes, por sus proveedores, por respetar la Tierra, este empresario se convertirá en un agente de transformación del mundo. Confío más en los empresarios, a la hora de cambiar el mundo, que en filósofos o profesores universitarios.
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