—¿Qué le movió a crear la Fundación?
—Cuando me casé tuvimos un mes de vacaciones y decidimos hacer un viaje más largo, que fuera solidario. Nos fuimos con el dinero de los regalos de la boda a India con las Misioneras de la Caridad de la madre Teresa de Calcuta; pensamos que era llegar, soltar el dinero y todo se arreglaba, ya está, pero todo tiene un proceso y no era tan fácil. Volvimos con dinero porque no vimos como canalizarlo bien. Hablé con una amiga que tenía una fundación de temas medioambientales y me propuso darle una nueva vertiente, una parte social, y entrar yo como presidenta de la Fundación. Cambiamos el nombre, porque la conciencia está tanto a nivel medio ambiental como social. Fue en 2008 y empezamos a trabajar. Me puse en contacto con servicios sociales con el Ayuntamiento de Ibiza por si había alguna necesidad que ellos no podían cubrir pero consideraban que se podía ayudar; seguimos trabajando con ellos en ayudas puntuales a familias que no estaban previstas en una partida municipal. Nosotros, por ejemplo, no podemos pagar una vivienda, pero sí una matrícula de la universidad a la familia, es decir facilitar algo que pueda tener una reconversión. Ahora estamos ayudando a familias tuteladas para recuperar a los niños. Tenemos casos sobre todo en Barcelona, allí hay una abogada voluntaria, en Mallorca y en Ibiza.
—¿A cuántas familias ayuda?
—Tenemos 25 casos abiertos, llevamos cien previos, en algunos no hemos podido hacer nada y en otros sí. Después de la experiencia, tenemos un sistema de conocer bien el caso para ir haciéndolo por pasos: examinar la documentación, que sea coherente con lo que cuenta la familia, y revisamos si es una tutela injusta o procedente. Si es injusta, ayudamos y si es procedente, si ha habido algún cambio de circunstancias, también intentamos ayudar. En algunos casos, aunque parezca mentira son los menos, la tutela es procedente y ayudamos a que lo entiendan, aunque es muy difícil. Hemos tenido casos muy mediáticos como el de una niña de La Coruña que su padre abusaba de ella, había hasta informes médicos que recogía que la niña había tenido desgarros anales, y la madre, Rosa Botas, era maltratada por el padre. La juez dijo que había un desgarro anal en la niña de cuatro años cuando estaba con el padre, pero que no tenía por qué haber sido el. Una persona de Ibiza nos pagó para hacer un peritaje y estaba claro que la niña había sido abusada, vídeos del punto de encuentro donde se agarraba a la mesa porque no quería ir con el padre, había muchas evidencias y con todo eso la niña está viendo al padre los fines de semana.
—Esas situaciones le tienen que generar mucha impotencia.
—Muchísima. Mucha gente que empieza con nosotros de voluntaria se desespera. El día que consigues arreglar algo es maravilloso pero cuando ves algo así piensas que no se puede hacer nada, pero sí se puede hacer. No se trata de cambiar la ley, está muy bien, pero lo que pasa es que la leyes son muy ambiguas; se habla del interés superior del menor y eso deja tanto margen a la interpretación que ahí es donde se cometen los errores. La ley está bien, el problema es que no se aplica correctamente y luego hay unos protocolos pequeños, que no están estandarizados. Cada centro de menores tiene su protocolo y esto no debería ser así, porque si son centros que trabajan para la administración pública debería de tener unos protocolos consensuados. Cosas que le parecerán una tontería pero para las madres es crucial como, por ejemplo, poder tener una foto de su hijo. Hay centros que no te permiten que te hagas una foto con tu hijo ni a él, cuando te lo han quitado con cuatro años y ahora tiene doce, pero la última foto que tienes es cuando tenía cuatro.
—¿Cómo funciona el centro de menores de Ibiza?
—El centro de pequeños, el de Santa Eulària, funciona mejor que en otros sitios. En el de Sa Coma hay muchas cosas que nos cuentan y queremos tener una reunión con la consellera. No podemos entrar en los centros; cuando nos viene una denuncia, hablamos con los responsables, algunos ni te escuchan y en otros vamos al Defensor del Pueblo, que tienen la capacidad de ir a los centros sin avisar. Cuando hay temas de abusos no lo puedes constatar en una visita.
—¿Os han llegado casos del centro de menores de Ibiza?
—No, sólo una madre que estaba intentando recuperar a sus hijos contó una serie de cosas, que no eran tan graves como en otros centros; como uno de Granada en la que estamos prácticamente seguros que están prostituyendo a las niñas. No es que lo de Ibiza no sea importante, pero todo es relativo. Nos gustaría entrar a ver el de Ibiza, pedírselo a la consellera de Bienestar Social, Carolina Escandell. Nos interesaría que se revisaran todos los casos de niños tutelados en Balears y, sobre todo, el del IMAS con más niños tutelados.
—¿El caso de Granada es similar al de Mallorca?
—Está pasando en toda España. El de Granada fue una madre que fue al punto de encuentro para ver a su hija, la acompañó al baño y vio que la niña tenía sangre en el ano, le preguntó y se puso a llorar sin contar nada. La madre pidió explicaciones y lo que hicieron fue retirarle las visitas porque perjudicaba el desarrollo del menor; a eso es lo que me refiero con la arbitrariedad. Puedes recurrir pero hasta que el juez te diga algo, tal y como está de saturada la justicia, puedes pasarte dos años hasta que ves a tu hijo. Vamos a hacer una investigación privada. Un ingeniero informático que trabaja con nosotros estaba en un despacho de psicólogos para hacerles una web y empezó a oír cosas de las que no daba crédito: allí se estaban falsificando informes para que la administración retirara tutelas.
—Parece el guión de una película.
—Es peor que una película de ficción. El problema más grande es en Catalunya y en Mallorca. Desgraciadamente pasan casos de prostitución de menores en todos lados, pero por volumen nos llegan más casos en Mallorca y en Cataluña. BBalears es de las comunidades com mayor índice de retirada de tutelas por causas que tienen que ver con recursos económicos.
—Llama la atención que se hable de prostitución en los centros de menores cuando el sistema debería proteger a esos niños. Es una contradicción.
—Total, pero no sólo en prostitución, sino en otras cosas. Hay veces que se le retira la custodia a una madre por absentismo escolar y al final acaba con un absentismo igual en el centro porque el menor coge una depresión. Las notas, en general, bajan un montón cuando los niños se tutelan, le alejas de su familia. En los casos en los que al niño le hacen daño hay que separarlo, pero en muchos casos la familia está pasando por un problema y puedes ayudarle de otra forma. Tuvimos un caso en Ibiza de un menor que estaban a punto de tutelar en Catalunya. Vino a Ibiza y lo pusimos en conocimiento de los servicios sociales, le dimos un apoyo a esa familia. La madre tenía un 33% de discapacidad y había cosas que se le escapaban. La madre necesitaba un poco de ayuda para desarrollar las tareas parentales, pero una cosa es la ayuda y otra privar a la niña de la compañía de su madre, que le quiere. Actualmente, la niña tiene 19 años, hizo una FP, es maravillosa, y el niño sale adelante con su madre. Quiero decir que hay otras alternativas. Claro que cuesta más y hay que involucrarse más! A lo mejor no hay recursos pero habrá que ponerlos.
—¿Son contraproducentes los centros de menores?
—En general sí, pero hay casos en los que no hay otra opción. Tienen que ser centros pequeños, porque si no se convierten en una macroprisión y priorizar siempre que esté con su familia. Si es nocivo para los niños, hay que priorizar la familia externa, teóricamente es así y en muchos casos se hacen así, pero en otros no.
—¿No le sorprendió entonces el caso de Mallorca?
—Me alegró mucho que saliera a la luz, porque la única manera en la que se reacciona es con los medios de comunicación, cuando se crea una alarma social. Cuando sale un caso así, quitan al director del centro y lo ponen en otro. En otro caso había otro director que con 50 años era ese su primer empleo. Recuerdo a una persona que pillaron trayendo en un avión a niños africanos, dimitió pero tiene un centro de adopciones.
—¿Cómo ve el centro de menores de Ibiza que ha aumentado su capacidad tras la llegada de las pateras? ¿Lo percibe con una cierta preocupación?
—Sí, claro, porque siempre que haya demasiada carga, se mezclan niños de 12 con otros 17, son problemáticas diferentes y puede dar lugar a que se dificulte más el trabajo.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.