—¿Qué tiene el Método de las acciones físicas para ser diferente al resto?
—Lo más importante es que está basado en las investigaciones sobre el trabajo del actor que hizo el gran director, actor y profesor ruso Konstantin Stanislavski. Está considerado como el método más novedoso que hay actualmente y se diferencia de los tradicionales en que hace trabajar al actor en el uso de unas emociones parecidas a las que experimentaría el personaje que interpreta.
—¿Cómo se consigue eso?
—Recurriendo a ejercicios que estimulen la imaginación, la capacidad de improvisar, la relajación muscular o las respuestas inmediatas ante situaciones imprevistas. Ten en cuenta que nuestro cuerpo y nuestra mente no reaccionan igual cuando estamos enfadados, contentos o ligando en un bar.
—¿Deja mucho espacio a la improvisación?
—Sin duda. La improvisación en este método es fundamental. El tradicional te dice que tienes que aprenderte un texto de memoria y luego ir a ensayar, mientras que Stanislavski asegura que hay que construir el personaje a partir de las emociones que siente a lo largo de la historia. La idea es que los actores reproduzcan el mundo emotivo de sus personajes para que éste sea proyectado al espectador como una experiencia verídica, sin teatralidad artificial.
—Entonces parece ideal para el teatro...
—Sí, pero también lo es para actores de televisión o de cine. El teatro es la cuna de todas las artes de la interpretación, la esencia del aprendizaje, y son formatos completamente distintos, pero al final hay que interpretar a un personaje con su realidad y sus motivaciones. Eso sí, el teatro es más realista y el cine más naturalista.
—Usted que es un hombre de teatro, ¿qué le parece la nueva juventud que está viviendo este arte?
—Es muy bueno, aunque aún hay que mejorar cosas en el teatro alternativo. No vivimos una situación tan buena como la de 1999 o 2004, 2005 o 2006. Ha decaído un poco. Ese movimiento tan hermoso de salas y compañías alternativas ha bajado como demuestra que el festival que se hacía en Madrid ha desaparecido.
—Afortunadamente sigue quedando La cuarta pared...
—Sí y allí estaré por cierto el domingo. También la cooperativa de consumo cultural Teatro del barrio... pero yo hablo a nivel de compañías. Con la crisis de 2008 y 2009 muchas compañías independientes que recibían ayuda de los ayuntamientos o de la comunidad se vieron abocados a desaparecer.
—¿Y en Latinoamérica? Siempre fue un referente del teatro independiente.
—No toda. Más bien yo diría países. En Argentina por ejemplo siempre se ha hecho mucho teatro de calle, de gente joven y reivindicativo. Y también en Venezuela, donde nací, aunque ahora desgraciadamente todo es mucho más difícil.
—¿Se nota mucho el conflicto que vive el país?
—Claro. Mi país sufre una guerra en la que no hay bombas pero con mucha gente muriendo por falta de medicamentos como la insulina. Los niños no tienen que comer y encima, como en cualquier guerra, todo es mucho más caro debido a los especuladores. Esta guerra encubierta que sufrimos en Venezuela es ideal para que una compañía de teatro haga una obra y lo cuente.
—Si, porque el teatro no será lo mismo el día en que pierda su espíritu crítico...
—Sin duda. El teatro tiene que asumir que es el reflejo de lo que pasa en nuestro día a día y por ello siempre tiene que tener una actitud crítica ante el mundo en que vivimos. Lo mismo que los actores y los artistas, que tienen que saber que somos responsables de plasmar la realidad que nos rodea.
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