«Es un sueño hecho realidad». Con estas palabras y una sonrisa de oreja a oreja, Debbie Torres Sukey, una americana de 53 años de edad originaria del estado de Kentucky, se expresó ayer en el aeropuerto de Ibiza tras recibir la cálida bienvenida del grupo de familiares que había ido para recibirla.
El abuelo de Debbie, Bartolomé Torres Costa, de Can Micaleta, nacido en el año 1898 en Ibiza, migró a Nueva York en el año 1917 junto a su hermano Vicente en busca de un trabajo y un futuro mejor como hicieron tantos otros ibicencos de la época. Bartolomé tuvo un golpe de suerte jugando al póquer y, en una partida, recibió una tienda como pago de la elevada cantidad que había ganado, y con su venta permitió que su hermano pudiera regresar a Ibiza. Sin embargo, Bartolomé, conocido en Estados Unidos como Billy, no quiso regresar nunca y allí se casó con una mujer polaca con la que tuvo ocho hijos y una hija.
Durante varios años, los familiares ibicencos de Bartolomé mantuvieron correspondencia con él y le mandaron varias fotografías para mostrarle las siguientes generaciones de la familia que no había podido conocer. El contacto se perdió hace unos años hasta que la ibicenca Virginia Costa Torres se puso en contacto con Catalina Prats, sobrina de Bartolomé y antigua dueña de una conocida pensión en ses Variades, para decirle que había encontrado a una familiar americana de su tío.
En noviembre del año pasado, Virginia recibió un mensaje en Facebook de Debbie donde le planteaba la posibilidad de que fuera familiar suya dada la coincidencia de sus apellidos con los de su abuelo. Previamente, había enviado mensajes a casi un centenar de personas ibicencas con los mismos apellidos pero ninguna le respondió. Virginia en cambio se ofreció a ayudarle y, tras una ardua investigación, logró su objetivo.
Reverso de una de las fotografías enviadas que permitió encontrar a la familia ibicenca de Bartolomé Torres.
El emotivo reencuentro familiar tuvo lugar ayer cuando Debbie llegó a la terminal del aeropuerto acompañada de su hijo Skotty y su novia Kaley donde le esperaban una decena de familiares con un ramo de flores y una fotografía de regalo de los padres de su abuelo. Con este final feliz acabó una búsqueda de años tras prometerle a su padre, antes de que muriera de cáncer, que encontraría a los familiares ibicencos.
Mientras esperaban a Debbie, Catalina y Antonia Prats, otra sobrina de Bartolomé, explicaban que, aunque nunca llegaron a conocer a su tío, la familia siempre hablaba mucho de él. «Siempre he tenido la premonición de que nos iban a buscar», aseguraba Catalina. Con lágrimas en los ojos, Antonia contaba que siempre había tenido la ilusión de que le tocara la lotería para viajar hasta Estados Unidos para buscar a sus familiares.
El sueño se hizo ayer realidad y no hizo falta presentaciones. La familia americana y la ibicenca se abrazó nada más verse ante la presencia de una emocionada Virginia, el ángel de la guarda que permitió que el encuentro fuera posible.
LA NOTA
El reverso de una fotografía, clave para encontrar a sus familiares
«Bartolomé: Como ves te envío el retrato mío y de mis cuatro hijos. La mayor se llama Catalina, que es la que tiene la mano encima de mi hombro y las otras que siguen se llaman María y Pepita y el niño se llama Vicente. Con mucho cariño, tu hermana Catalina». Estas palabras escritas a mano en el reverso de una fotografía del año 1955 fueron la clave para que Virginia Costa tirara del hilo y diera con los familiares de Bartolomé Torres.
Un sello del estudio de fotografía Min de Sant Antoni le permitió centrar la búsqueda en este municipio. Tras colgar la foto en un conocido grupo de Facebook de fotos antiguas ibicencas y no lograr ningún dato en claro, decidió plantarse el día de Tots Sants en el cementerio de Sant Antoni con las fotos que Debbie le mandó hasta que encontró a unas señoras que identificaron a Catalina Prats, sobrina de Bartolomé, como una de las mujeres que aparecían en la imagen.
2 comentarios
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Precioso, se me han saltado las lágrimas.
Emocionante. Estas cosas son las que ayudan a creer que hay un mundo mejor y mejor gente.