El caso de Gonzalo es diferente. Lleva más de 20 años como voluntario en diferentes asociaciones dedicadas a las personas que sufren discapacidad porque tiene el mejor ejemplo en su casa. Su hijo sufre el síndrome de Prader-Willi, una enfermedad genética aún sin tratamiento, y por él se zambulló en este mundo del que ya no quiere salir. «Poder ayudar es una gozada enorme. Si tú te planteas que es difícil, se te hará difícil, pero te aseguro que no lo es», explica.
Con más de 150 horas de voluntariado a sus espaldas durante esta temporada, estos tres jubilados regalan su tiempo para ayudar a los que más lo necesitan y lo hacen con el corazón. Horas invertidas en diferentes actividades tanto dentro como fuera del agua gracias a un curso previo en el que aprenden nociones de navegación, movilización de personas en silla de ruedas y tocan algunos puntos del mundo de la psicología como aprender a empatizar o gestionar situaciones de pánico o ansiedad.
«Cuando una persona ciega te coge de la mano y salta al mar desde una altura pequeña, que no ve pero siente, o una que sufre autismo severo Y se monta contigo en un kayak para ir mar adentro, con lo que a estas personas les cuesta estar en un sitio sin moverse, te das cuenta del esfuerzo que hacen y la confianza que depositan en ti», cuentan desde el proyecto.
Ahora toca esperar hasta abril, cuando se abrirán de nuevo las inscripciones tanto para voluntarios como para asistentes que quieran acudir a las actividades que ofrece el proyecto. La experiencia habla por sí sola y recuerda que no hay límite de edad para poder participar. De hecho, esta temporada podíamos ver a un voluntario de 18 años y a otro de 70, como es el caso de Alfredo. Y con los usuarios, igual. «Por la mañana venían los niños, después las personas mayores de residencias, asociaciones... incluso hemos tenido niños de casas de acogida», explican.
Disfrutar al aire libre, gusta, y si encima es en el mar, el placer se multiplica. Si no que se lo digan a las decenas de personas mayores que dejaban cada mañana su residencia para ir a la playa de Talamanca. «Sabemos que hacían sorteos porque no podían venir todos a la vez el mismo día», cuenta Jiménez riéndose. No es de extrañar conociendo la oferta de actividades: masajes en la arena, baños de arcilla, paseos en kayak, plataforma de hidromasaje e incluso baños de alga viva. Estos últimos no son habituales porque se hacen en función de la presión atmosférica y cuando aparecen los arrecifes. «Se pone a la persona en flotación y como la posidonia tiene un lado rasposo y otro mocoso primero raspa y luego acaricia aprovechando el movimiento del agua».
Todos tienen un brillo especial en la mirada. A un lado quedan los madrugones y los sustos cuando la satisfacción de pasar tiempo con estas personas es tan grande. «Cuando empezamos la temporada, las personas mayores de geriatría vienen todas con bastón y cuando terminan nos pasamos ocho días devolviendo bastones porque se olvidan de ellos», dicen con una sonrisa refiriéndose a que «salen como nuevos».
Con gente como Gonzalo, Alfredo y Fernando a ‘Un mar de posibilidades' no solo le quedan muchas sonrisas que regalar, sino también que recibir. Con el proyecto de 2017 acabado, sus colaboradores y voluntarios pueden estar orgullosos de llevar 14 años ayudando a quien no puede valerse por sí mismo.
‘Un mar de posibilidades' sigue sumando proyectos cada año
Camino del décimoquinto aniversario de ‘Un mar de posibilidades', Pedro Cárceles, director del programa, ya tiene varios proyectos en mente. Uno de ellos se enfoca en la lucha para conseguir que las personas con riesgo se desintoxiquen del tabaco; una iniciativa que esperan que este año se materialice después de intentar llevarla a cabo en otras ocasiones. Otro de los proyectos tiene que ver con el turismo que llega a la isla. «Estamos intentando echar una mano a los ayuntamientos para que se animen con la promoción del turismo accesible», matiza Cárceles sabiendo de la importancia que tiene la accesibilidad ante la avalancha turista que sufre Ibiza cada verano. El tercer proyecto que quiere llevarse a cabo tiene como objetivo conseguir más autonomía económica para ‘Un mar de posibilidades'. «Vamos a intentar hacer cursos compactos de kayak para tener, así, algún ingreso directo para responder con más facilidad a los imprevistos que nos van surgiendo». Por suerte, como él dice, cuentan con el respaldo de sus colaboradores, entre los que se encuentran el Club Náutico, la Obra Social de la Caixa, la Fundación Abel Matutes, el Consell de Ibiza y los cinco ayuntamientos de la isla.
Hacen falta voluntarios
Pedro Cárceles alaba el gran papel que hacen los voluntarios por el «color variado» que dan al programa. «Gracias a ellos redondeamos los ratios de actuación para obtener un estado de seguridad muy bueno y, además, porque cada uno de nosotros somos diferentes y damos una energía distinta», explica. Para él, la mezcla de estas dos consigue que el proyecto siga consolidándose cada año y, por consiguiente, que siga creciendo. Motivo por el que hacen un llamamiento ante la falta de voluntarios porque ya se sabe que cuantos más, mejor. «Es un intercambio entre ambas partes y puedo asegurar que es muy satisfactorio y que merece la pena», cuenta.
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El apellido de Alfredo no es Carmona, sino CARDONA.