—Olga, este año se celebra el centenario del nacimiento de Ricardo Molina, ¿cómo se va a organizar este acontecimiento?
— Se llevan organizando desde hace meses actividades, seminarios y encuentros en homenaje a su poesía y a su labor al frente de Cántico que se extenderán hasta finales de año, sobre todo en Córdoba y en su Puente Genil natal. Además, Ricardo Molina ha sido elegido por el Centro Andaluz de las Letras como Autor del año con carácter póstumo, lo que significa que se editará para otoño una antología de su obra poética, y circularán por las bibliotecas provinciales una exposición y un catálogo sobre su vida y su obra.
—Me gustaría que desgranara para nuestros lectores el vínculo de Ricardo Molina con Ibiza…
—La Guerra Civil obligó a uno de sus hermanos, Enrique, a trasladarse a Ibiza. Allí conoció a la que sería con el tiempo su mujer y se instaló montando un humilde establecimiento en el puerto de Ibiza hacia 1954 en donde se servía a militares el vino Montilla Moriles traído de Córdoba. Luego el lugar se convirtió en el conocido restaurante La Solera, que aún hoy lo regenta la familia Molina. Ricardo viajó muy poco durante su vida, pero sí fue a visitar a su hermano a la isla en alguna ocasión.
—¿Cómo cree usted que veía Ricardo el paisaje ibicenco?
—Debió de quedarse fascinado con la belleza del paisaje de pinares y playas. Imagínese, él que era un hombre criado en un paisaje de interior, tan distinto, de olivares y ríos.
—¿Con qué escritores de Ibiza tuvo relación?
—Durante los días que estuvo en Ibiza pudo conocer sobre todo a Marià Villangómez, quien le dedicó en verano de 1957 un ejemplar del número 12 de la revista Papeles de Son Armadans que se conserva en la biblioteca familiar.
—Creo que uno de los que conocen bien el archivo de Ricardo es otro gran poeta con mucha relación con Ibiza, Antonio Colinas…
—Así es. Tras el fallecimiento de Ricardo, su sobrina Flora Molina, que fue durante años la albacea de su archivo, mantuvo contacto con el poeta Antonio Colinas, gran admirador de la poesía de Ricardo y que iba también con frecuencia a visitar a su sobrina.
—Sucintamente, nos podría decir qué contiene ese archivo…
—Se trata de un archivo muy valioso con manuscritos de sus poemas, ensayos y obras de teatro, numeroso material de estudio e investigación de Molina, recortes de periódicos de la época, cuadernos de anotaciones, su diario, fotografías, un ingente material sobre flamenco y en especial una riquísima correspondencia epistolar con intelectuales y escritores de su época, españoles y extranjeros, entre los que se incluyen poetas de primer orden como Cernuda, Aleixandre, Guillén o Gerardo Diego que colaboraron en la revista Cántico y que fueron amigos personales de Molina. A este archivo se suma su biblioteca, unos 3.800 volúmenes, muchos de ellos dedicados.
—¿Dónde se conserva ese importante legado que estuvo mucho tiempo en Ibiza?
—Hasta la muerte de su albacea, su sobrina Flora Molina Soriano, el archivo y la biblioteca se conservaban en Ibiza. Actualmente, el archivo del poeta se ha trasladado a Cádiz, donde vive el actual heredero, su sobrino nieto Antonio Sánchez Molina.
—En cuanto a su poesía, ¿qué texto podríamos calificar de ibicencos dentro de la obra de Ricardo?
—Ibiza está presente de forma directa en una serie breve de poemas que fueron compuestos probablemente en aquel verano de 1957, pero que no llegaron a publicarse en vida del poeta. Son en concreto once poemas que salieron a la luz por primera vez en 1982, en la edición que la Diputación Provincial de Córdoba hizo de su obra poética completa en dos volúmenes a cargo de Bernabé Fernández-Canivell, Pablo García Baena, Rafael León y María Victoria Atencia, con un prólogo excepcional de Dámaso Alonso. Estos poemas se recogen bajo el título genérico de Baleáricas, tal como el propio Molina los tenía guardados en su archivo.
—¿Qué imagen destaca el poeta de la isla en sus versos?
—Principalmente el paisaje balear. En la poesía de Ricardo Molina tiene una enorme presencia la naturaleza, pero hasta entonces ésta —aunque inspirada en el marco bucólico y pastoril de la tradición clásica— siempre se había circunscrito al paisaje natural más próximo a Molina, esto es, la sierra de Córdoba, los olivares, las campiñas y las márgenes de los ríos que las bañan. Pero no era habitual en su poesía, por ejemplo, la presencia del mar. En algunos de los poemas de Baleáricas, como Amanecer marino o Canción en alta mar aparece este nuevo elemento pero de nuevo superpone sus amplios conocimientos literarios al entorno natural que admira, y así se recrea en estos poemas la imagen tan habitual del Romanticismo del XIX del barco que navega libre y solitario bajo el reflejo de la luna. En otros el poeta canta a sus cumbres y pinares con la presencia sensual de árboles y plantas que se asocian a la isla, como la higuera, la palma o la adelfa.
—Además de la naturaleza, ¿qué otra Ibiza aparece en sus poemas?
—Molina era un gran observador y tenía la capacidad de plasmar en los versos la imagen de un paisaje natural o urbano que hubiera contemplado. Así lo hizo con su ciudad, Córdoba, y así lo hizo también con Ibiza cuando la visitó. Tiene poemas como Castillo de Ibiza en el que retrata como una delicada postal la fortaleza rodeada de mar, En San Jorge, donde figura la silueta blanca y la iglesia almenada, o Nocturno mallorquín, cuyo tono melancólico y elegíaco acompaña el laberinto tortuoso de las casas… Y sobre todo el amor. Junto a la naturaleza aparece siempre la voz lastimosa de un amor nunca hallado, nunca satisfecho ni aún entre el encanto natural de Ibiza.
—¿Qué cree que pudo aportarle Ibiza al poeta?
—La soledad, el recogimiento y la libertad fueron sentimientos que el paisaje ibicenco regaló a Molina y que éste supo reflejar en sus poemas de la serie Baleáricas. Hay un poema titulado precisamente Talamanca que termina con unos versos preciosos que podrían resumir esta idea: «Sólo al fin casi ensueño, casi luna. / Pino y jilguero. Senda solitaria / y yo por ella solitario, libre, / como quien muere o como quien nace».
—¿Por qué habría que recuperar en este año de su centenario a este poeta cordobés que tuvo ese vínculo especial con Ibiza?
—Tanto su poesía, como sus ensayos y en particular su encomiable labor al frente de la revista Cántico junto a sus compañeros de grupo bien merecen que se conozcan y se difundan. Es muy probable que los propios ibicencos desconozcan estos poemas mismos que a Molina le inspiró la isla y está bien aprovechar su aniversario para darlos a conocer, y de camino se rinde justo homenaje a la memoria de este gran poeta cuya voz merece seguir viva.
Ricardo Molina
(Puente Genil, Córdoba, 28 de diciembre de 1917 - Córdoba, 23 de enero de 1968)
Fue un poeta cordobés miembro del denominado grupo Cántico al que pertenecían también Juan Bernier, García Baena y Mario López. Este grupo editó una de las mejores revistas de poesía en plena posguerra. Ricardo fue un gran estudioso del flamenco y del cante jondo y se carteó con algunos de los poetas más representativos de la Generación del 27, como Vicente Aleixandre. Su hermano vivía en Ibiza y vino a la Isla a visitarlo quedando impregnado poéticamente del paisaje ibicenco tan diferente de su Córdoba natal. Este 2017 se celebra su centenario y sus promotores quieren recuperar la literatura de este poeta injustamente semiolvidado que escribió una docena de poemas impregnados de las sensaciones que le produjo su estancia y el paisaje ibicenco.
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