Uno de los más grandes etnomusicólogos y recopiladores de música tradicional de todos los tiempos, el norteamericano Alan Lomax (1915-2002), estuvo en 1952 en Ibiza y Formentera, grabando las canciones y los bailes típicos pitiusos y haciendo fotografías con su cámara leica. Sobre su estancia baleárica han escrito mi maestro y amigo Climent Picornell (en su estupendo blog: jcmllonja.balearweb.net) y Antonio Pizá coordinó un libro magnífico sobre Lomas en Mallorca e Ibiza publicado por Sa Nostra, con muchas fotografías de la gente que conoció en Ibiza, como aquel gran historiador que fue don Isidoro Macabich o Catalina Ribas na Parencona. En este libro hay un excelente capítulo redactado por Judith R. Cohen y Esperança Bonet dedicado al folclore ibicenco que grabó Lomax y a los isleños que conoció en su periplo.

De Palma a Ibiza

Lomax vivía en una zona de Londres que no está nada mal, entre Hyde Park y el Tamesis, en Redesdale Street. Cuando llegó a la capital del Brexit, ya era un gran experto en música tradicional de medio Planeta y sobre todo del riquísimo acervo folclórico gringo, afroamericano y caribeño. Se presentó Lomax en Ibiza con la guapa Jeanette Bell, la asistente que le puso la BBC, donde ambos tenían un programa radiofónico. De Port Bou fueron a Barcelona de allí a Palma y de Mallorca a Ibiza. A Palma fue para grabar en el II Festival Internacional de Folclore que se organizaba en la plaza de toros o Coliseo Balear y que fomentaba la sección femenina de la Falange, interesada en recuperar los bailes y músicas regionales españolas (los famosos coros y danzas del franquismo). Por otra parte, Lomax siempre trabajaba en su eterno proyecto de una Librería Mundial de la Música Folk y Primitiva, en la que iba incluyendo música de aquí y acullá: comenzó de jovencito con su padre, también musicógrafo, y por su propio país grabando música afroamericana, etc. En el caso de Ibiza, algunas de las canciones y actuaciones folclóricas que allí recogió, fueron grabadas en un disco sobre música folclórica española que se incluyó en el catálogo de la multinacional de la BBC y de la potente discográfica Columbia. De modo que Lomax fue uno de los grandes propagandista de nuestras música tradicional; otro que hizo músico por la música balear fue don José María Bauzá de Mirabó Maroto, que revitalizó en Valldemossa los bailes típicos en su Palacio del Rey Sancho y a quien Lomax conoció.

Incorporar la música

Hay, sin embargo, muchos detalles de su estancia en Ibiza y Formentera que están todavía por desgranar y gracias a los papeles de Lomax que se encuentran en el archivo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos hoy vamos a poder contarles —es una especie de aperitivo para que el futuro alguno de nuestros folclorista le hinque el diente a todo ese estupendo material de una forma erudita— algunos aspectos no conocidos de la vida cotidiana de aquel idealista y genial músico (del que bebieron Bob Dylan o Joan Baez) en su periplo pitiuso. Por ejemplo, en 1953 escribió Lomax a Miquel Bonet que vivía en Can Yaya (San Agustín) para mandarle las fotografías y 300 pts a cuenta de los derechos de algunas grabaciones que había hecho a él y a sus compañeros de grupo musical. Las cartas cruzadas por ambos destilan mucha cordialidad. Y es que Lomax debía ser una gran persona porque todo el mundo le cogía enseguida aprecio. Por ejemplo, Francisco Riera que le escribió desde San Miquel de Balansat. Este Riera era como Alan aficionado a recoger las tradiciones y el folclores, de modo que tenían ambos muchas cosas de que hablar y rápido se hicieron compinches.

El periplo formenterenc

En Formentera, de cuyo suelo dijo que era «gris o naranja», Lomax registró muchas canciones en ibicenco, que al momento (como se aprecia en sus cuadernos de campo) debió traducir al castellano. Habló con Catalina Junyer Ferrer, con Francisca Escandell Ferrer o con Jaume Roig Mayans. Algunas de los estribillos que recogió en sus cuadernos anillados son de una gran belleza poética. Por ejemplo: «Y todo el invierno voy arropada, y ahorro la más pulida ropa. Yo voy regalando, cantando de noche u día. No tengo a nadie que me friegue los platos, ni que me contradiga». Jaume Roig le cantó lo siguiente (sic): «Perque en son eretot de rendes mi hermosía / Io som ereu d´un mal tros de roca i terra prima». Alan Lomax dejó una gran huella tanto en Ibiza como en Formentera: su educación, gentileza, idealismo debieron calar en las gentes que conoció, con quienes rápidamente trabó amistad… y cuyos cantos y danzas valoró e incorporó al patrimonio mundial de la música folclórica. Sería de justicia dedicarle una calle tanto en Ibiza como en Formentera. Por último dar las gracias por su estupenda labor a la Association for Cultural Equity de Nueva York (www.culturalequity.org) que se encarga de la promover el enorme legado de Lomax y que cuenta con un impresionante archivo gráfico con las fotos que el músico norteamericano hizo en Ibiza y Formentera.