María Luisa maneja su silla de ruedas con una cierta soltura en el patio del instituto de secundaria de Sa Serra. No lleva más de dos semanas con la nueva silla, pero ya tiene total dominio para moverse. Con un joystick incorporado, puede moverse sin apenas ayuda salvo con su mano derecha con el que acciona el mando de la silla. El izquierdo, como parte de su cuerpo, sufre los efectos de la parálisis cerebral que arrastra desde que nació hace 16 años. La anterior silla era manual y a las dificultades para que ella la pueda manejar, al usar sólo una mano daba vueltas sobre sí misma, se suma que le estaba causando problemas en su salud, «le estaba afectando a la espalda», dice Emma Torres, psicopedagoga y tutora de María Luisa en el aula UEECO (unidad educativa específica en centro ordinario) del IES Sa Serra. De su tutora surgió de la idea de que la niña necesitaba cambiar de silla y había que pedir una ayuda. «La silla de ruedas que llevaba no estaba adecuada a las necesidades que ella tiene porque el respaldo y el asiento era muy blando, le provocaba una postura corporal muy mala. Por sus limitaciones físicas solo puede utilizar la mano derecha y acababa siempre dando vueltas sobre sí misma, no se podía desplazar sin tener ayuda de nadie», explicó. Emma estuvo viendo cómo podía la familia acceder a una ayuda, pero las limitaciones económicas y la propia situación de la familia de la niña eran un obstáculo.
El mundo abierto a María Luisa
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