Diana lleva a terapia a su hija de 16 años al centro Arrels en Vila. En la imagen, en el parque de sa Colomina. Foto: DANIEL ESPINOSA

Diana lleva 14 años trabajando y viviendo de alquiler en Eivissa y jamás se había visto en una situación tan delicada. El pasado mes de diciembre, su casera le dijo que tenía que abandonar el piso de Vila donde vive con sus hijos, un estudiante de 20 años que consigue trabajo algunos meses en verano y su pequeña de 16 años que tiene un 87% de discapacidad cognitiva reconocida y un 30% de movilidad reducida, además de tener una enfermedad metabólica que únicamente se ve paliada con una dieta estricta a base de verduras y frutas y productos específicos y caros que Diana compra por internet en una tienda de Logroño. Por poner un ejemplo, un kilo de harina para hacer pan para su hija le cuesta 7 euros.

Las cifras

Diana está separada de su marido, del que tiene una orden de alojamiento, y trabaja como auxiliar de geriatría en la Residencia Reina Sofía. Su sueldo es 1.039 euros, paga 625 de alquiler (más gastos de luz y agua) y suele gastar una media de 300 euros mensuales para poder alimentar a su hija de manera correcta. Descontando las cifras dadas hasta el momento le quedan 114 euros para comprar comida para ella y su hijo de 20 años y pagar los gastos de luz y agua. Y ahora tiene que buscarse otro lugar donde vivir porque, a escasos meses de iniciar la temporada, «mi casera me ha dicho que necesita el piso para su hija». Diana se puso en contacto con la plataforma Ibiza afectados por los alquileres para pedir ayuda y visibilizar su caso en redes sociales. «Enciendo los electrodomésticos lo mínimo indispensable para no gastar luz; la factura de luz más baja que me ha llegado es de 112 euros. Mi casera me dijo en diciembre que tenía que dejar el piso y desde entonces estoy buscando sin éxito. No hay nada que pueda pagar; no bajan de 700 u 800 euros y eso es inasumible para mi sueldo y mi situación. No compramos ropa ni ningún capricho; sólo para poder comer. Desde que me comunicó que tenía que dejar el piso tengo ansiedad y no puedo dormir porque estoy bastante preocupada; no sé qué voy a hacer ni a dónde voy a ir con mis hijos». En estos últimos meses, Diana ha paliado un poco su delicada situación gracias a dos ayudas económicas para contribuir al pago del alquiler de Vila y la contribución de Cáritas, donde acude a por comida para ella y su hijo. «Gracias a la asistente social del Ayuntamiento y a Cáritas he sobrevivido estos meses, pero son ayudas puntuales. Necesito que las administraciones me ayudan a encontrar un alquiler social, algún sitio donde pueda vivir y que pueda pagar», explica con desesperación Diana, que pese a su delicada situación no pierde la esperanza. «En los 14 años que llevo en Eivissa jamás en la vida había visto estos precios de alquileres. Me di cuenta de que algo no iba bien cuando ya no se veían carteles de ‘se alquila' por la calle. Es desesperante e indignante a partes iguales», lamenta Diana.