Melchor, al igual que Gaspar y Baltasar, saludó prácticamente uno a uno a todos los niños. | (c) Sergio G. Canizares

Miles de personas, la mayoría esos locos bajitos a los que cantaba Joan Manuel Serrat, se dieron cita en las calles de Vila para seguir de cerca el camino de Melchor, Gaspar y Baltasar por las calles de la localidad antes de hacer su pertinente visita para dejar los regalos a los niños de la isla que han sido buenos durante el resto del año.

Tras varias ediciones en las que la calidad del desfile había bajado de forma considerable este año la cabalgata recuperó nivel y el resultado fue un desfile en el que no faltó de nada y que hizo las delicias del numerosísimo público asistente. Hubo siete carrozas, dos más que el año pasado, demostraciones de baile de las academias Passion Dance, Centro de Danza Ibiza, Banana Dance Studio, Davinia Van Praag y Puro Ritmo, exhibiciones acrobáticas de las gimnastas del Club de Gimnasia Rítmica Tanit, un insecto gigante realizado con los tradicionales globos de Cachirulo, un trenecito cargado de regalos, els mals esperits i els dimonis repartiendo carbón a los niños que han sido malos e, incluso, Tibet, un caballo de doma menorquina que abrió la comitiva con gran elegancia.

Grandes estrellas

Sin embargo, una vez más las grandes estrellas fueron Melchor, Gaspar y Baltasar. Y difícil encontrar uno que tuviera más seguidores que otro porque aquí el que más o el que menos cuenta con su propio club de fans.

Tras llegar con bastante puntualidad en barco al puerto de Eivissa, donde les esperaban cientos de niños emocionados por ver en carne y hueso a esos señores con corona que llevan miles de años dejando regalos en las casas de medio mundo, sus Majestades se subieron a su carroza correspondiente para iniciar el recorrido por las calles. Melchor lo hizo en una que simulaba ir tirada por tres caballos alados, Gaspar, con su tradicional barba rubia lo hizo en una en la que resaltaban unos simpáticos caracoles y un duende en su parte delantera y, finalmente, Baltasar, el rey negro, en una carroza de color verde muy florida.

Sus Majestades de Oriente eran los antepenúltimos de una larga comitiva formada por unos 500 participantes. Sólo iba detrás de ellos el tren con algunos niños y algunos regalos y los demonios de els mals esperits que recordaron a algunos de los presentes que más vale portarse bien durante el año sino quieren recibir carbón.

Ofrenda al niño Jesús

Uno tras otro y con inusitada rapidez dado el tamaño del desfile fueron desfilando por unas abarrotadas calles de Vila lanzando 1250 kilos de caramelos con cuidado para evitar las avalanchas de pequeños y mayores de otros años en busca de su botín. Su primera parada fue la iglesia de la Mare de Déu del Roser i Sant Ciríac donde les esperaban, entre otros, el obispo de Ibiza y Formentera, Vicente Juan Segura, la alcaldesa de Vila, Virginia Marí, la concejala Lina Sansano y el conseller d'Economia, Álex Minchiotti. Allí, en riguroso orden de llegada Gaspar, Melchor y Baltasar se bajaron de sus carrozas para hacer su regalo al niño recién nacido y rendirle el merecido homenaje en presencia un público entregado.

Después, y tras saludar a todos los presentes, volvieron a embarcar y desfilaron, por la avenida de España, hasta su destino final, el paseo de Vara de Rey, donde a partir de las 20,30 horas, de nuevo Virginia Marí, dió a sus majestades la bienvenida oficial a la ciudad, y posteriormente los tres reyes dedicaron unas palabras a los presentes antes de ponerse a trabajar por las casas de la isla porque aún tenían un gran trabajo por delante.