Con la premisa de disfrutar en familia de los saltos y acercarlos a la gente surgió hace un par de veranos Ibiza Cliff Diving. Su cabeza visible es Ismael Madrigal, un emprendedor de 42 años que se crió en la isla y que tras vivir en Bruselas, Bolivia y Madrid regresó hace cinco años buscando «la naturaleza y la esencia» de la vida. Inspirado en el circuito mundial de saltos que organiza la firma Red Bull y tras un viaje a Tailandia, Madrigal y su pareja holandesa, Daan Weijerman, comenzaron el invierno pasado a organizar quedadas junto a su familia y amigos en torno a la gran afición de su infancia: los saltos.
«Este producto comienza a ser popular y te permite enseñar la isla desde otro ángulo: la naturaleza, el mar y las rocas», sostiene el precursor de Ibiza Cliff Diving, una estructura que está trabajando para crear una organización desde la que poder promocionar este deporte y organizar eventos populares en la isla.
Madrigal cuenta entre salto y salto en la zona de acantilados de sa Punta, al final de Talamanca, los pormenores de una actividad que muchos tildan de peligrosa y que desde el club tratan de «hacer accesible» a todo el mundo. El objetivo es asegurar que los criterios de riesgo están bajo control y que la gente recibe la información necesaria, supervisando todos los aspectos para hacer de ella una práctica segura. Pretenden «quitarle el filtro del miedo» a una disciplina que llega a ser «una gozada» para aquéllos que aprenden y disfrutan de ella.
La asociación organiza jornadas con cierta frecuencia, habitualmente en la zona de sa Punta, donde suelen reunirse desde hace años grupos de adolescentes para poner a prueba su coraje y habilidad. Ibiza Cliff Diving trabaja «sobre donativo», con el que adquiere trajes, material de seguridad y calzado adecuados para llevar a cabo los saltos. Ofrecen un pequeño entrenamiento y técnica de salto a los interesados e inmortalizan sus brincos con cámaras ‘Go Pro'. Además, la familia y amigos de Ismael preparan un picnic «orgánico» en un ambiente festivo, ideal para gente de todas las edades. «Esto sirve para canalizar la energía. Combinamos planes distintos y damos a los chicos excitación y motivación. Yo me lo paso ‘bomba' y los padres disfrutan de la puesta de sol mientras se toman algo», indica Madrigal.
Convocatorias
«El día que más afluencia hubo fue en una de nuestras primeras convocatorias, el diciembre pasado, con un salto de ‘Papá Noeles' y vinieron unas 50 personas». Pero no es tanto el número de gente –precisa Madrigal– «sino el espíritu colectivo que nace en cada quedada. Cada día es especial y tiene su magia; naturaleza, comida, bebida, música... Y compartimos con ese universo. La persona que entra en este espacio viene con nervios, excitación, dudas, miedos, ganas; con su hijo, su primera foto y grito al salir del agua. Es un desafío permanente», argumenta.
Sa Punta no es el único enclave idóneo para hacer saltos. Zonas rocosas de toda la isla reúnen las condiciones para disfrutar con esta actividad. «Hemos tratado de localizar sitios buenos para saltar que reunieran belleza, diferentes alturas, óptimas condiciones de la roca y buenas salidas de agua. Hemos hecho un estudio a conciencia de la isla con más de 60-70 salidas con buceadores, escaladores, cámaras... Hemos revisado la isla a nivel topográfico y también lo estamos haciendo en Formentera», precisa el instructor, que ya ha iniciado el proceso de promoción con el que pretende ampliar su oferta en un deporte que acaricia la mística en Eivissa.
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