Hasta el momento, esta asociación fundada en junio de 2013 se mantiene gracias a los apadrinamientos, que tienen una cuota básica de 10 euros al mes, los donativos de simpatizantes, las jornadas de puertas abiertas, las ventas solidarias como cajas de madera, y las cuotas que pagan sus 350 socios. «Siempre andamos saturados y muy justos porque cada mes tenemos que pagar más de 2.000 euros por el mantenimiento de los animales, el alquiler del terreno, la luz, el agua y las revisiones sanitarias», explicó Geseri.
A estos gastos hay que sumar la importante inversión que hay que hacer para comprar el alimento de los animales en invierno. «Al tener que comprarlo en la Península se nos disparan los costes debido a que los portes en ocasiones duplican el precio que cuesta cada bala de paja», asegura la presidenta de la asociación mientras confirma que suelen pagar unos 1.800 euros por el forraje.
Afortunadamente, a primeros del mes de septiembre recibieron la «estupenda» noticia del donativo de heno traído directamente desde los Pirineos que hizo Karen Sailer y los clientes de Noah Garden. «El día a día en la asociación es complicado pero también muy gratificante cuando recibes noticias que demuestran que la gente de la isla valora nuestro trabajo por los caballos o como cuando en julio recibimos la visita inesperada de dos turistas rusas que llegaron en taxi hasta Can Horse cargadas con diez bolsas de supermercado llena de zanahorias sólo para estar un rato con nuestros caballos», aseguró Geseri.
Más de 600 caballos en la isla
La presidenta de la asociación aseguró que el Consell d'Eivissa tiene censados actualmente unos 600 caballos en toda la isla, aunque el número podría ser mucho mayor debido a que los payeses no los tienen registrados correctamente.
En este sentido, durante su primer año de vida Can Horse ha rehabilitado a 32 caballos, muchos de los cuales han encontrado una nueva vida gracias a las adopciones. Actualmente, en sus instalaciones, situadas en el kilómetro 14,5 de la carretera de Sant Joan, conviven diez caballos, un bebé de burro y un pony. La última en llegar ha sido, a mediados del mes de agosto, Princesita, una yegua blanca de 17 años que llegó desde Formentera en muy mal estado. «Llegó muy delgada y débil pero poco a poco y con el esfuerzo y el cariño de nuestros voluntarios estoy segura de que pronto volverá a disfrutar de la vida como han hecho otros caballos que incluso se han convertido en modelos para conocidos establecimientos de la isla».
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