El debate, o más bien sucesión de intervenciones, entre los tres candidatos a ocupa en la buena voluntad de sus propuestas, más o menos avanzadas, como en la falta de ambición por volar alto. Daba la impresión de que, siendo plenamente conscientes de que hay que cambiar muchas cosas, ninguno lo era de que hemos entrado en una época nueva que requiere planteamientos y soluciones rupturistas. Ha llegado el Cambio con mayúscula y nadie, ni en el futuro del PSOE ni en el presente del PP, parece saber cómo gerenciarlo.

Pedro Sánchez estuvo algo más retórico y menos concreto que Madina. Y los dos parecieron algo más cautos que sus propuestas que Pérez Tapias, que se ve libre, por sus escasas expectativas electorales, de tener que cumplir compromisos.

Por lo demás, me dio la impresión de que todos coinciden tanto en el fondo como en la forma de sus propuestas, que incluyen temas verdaderamente necesarios, como la limitación de mandatos, la derogación de algunas leyes y la apertura de un diálogo de reforma constitucional con Artur Mas. Pero los tres -Pérez Tapias, naturalmente, menos- fueron deliberadamente inconcretos cuando la moderadora, la periodista Carmen del Riego, les interrogó acerca de la dicotomía monarquía-república: *convocarían ellos un referéndum? La respuesta de los dos candidatos principales vino a ser una especie ce ‘ni sí ni no, sino todo lo contrario’, pero quedó flotando la sensación de que el PSOE seguirá proclamándose republicano, pero manteniendo el pacto constitucional a favor de la monarquía.

Yo creo que este debate a tres, primero y último antes de las elecciones internas del próximo domingo, ha sido una oportunidad desaprovechada. Como, salvando todas las distancias, lo fue este domingo la presencia de Mariano Rajoy en el campus FAES. Tengo la impresión de que la ciudadanía está esperando gestos mucho más definitivos, ideas mucho más sugestivas, propuestas mucho más avanzadas de las que nos están sugiriendo desde uno y otro lado. Todos quieren, sí, una sociedad más justa, menos corrupta, en la que los vicios acumulados por nuestra democracia vayan limándose y hasta desapareciendo. Pero creo que eso no basta para entusiasmar a un personal bastante harto de lo que ahora algunos quieren llamar ‘la casta’.