La zona de Porroig siempre está muy concurrida. Este es el aspecto que presentaba ayer.

Marta y sus amigos son de Barcelona. Volaron a Mallorca hace unos días y allí alquilaron un barco entre todos por mil euros. Desde la capital balear navegaron hasta las Pitiüses, porque uno de ellos cuenta con la titulación necesaria para manejar la embarcación. Aquí no atracan en puertos deportivos porque les sale muy caro y optan por fondear en diferentes calas. Solo pueden bajar para ir a comprar al supermercado porque les da miedo dejar el barco sin vigilancia. Probablemente, y pese a ser turistas náuticos, un tipo de visitante que se supone de alto nivel adquisitivo, gasten menos en las Pitiüses que alguien que se aloje en un hotel barato, pero posiblemente ensucien más la costa. Según explican, en Barcelona se está poniendo de moda esta forma de viajar a las islas y algunos incluso salen desde allí aprovisionados de comida para no tener que comprarla luego aquí.

Los responsables de diferentes puertos deportivos de Eivissa y Formentera indican que este tipo de turismo náutico siempre ha existido, aunque apuntan que quizás se esté incrementando ligeramente con la crisis.

Según Daniel Marí, gerente de Marina Ibiza, los que no quieren amarrar en puerto porque no quieren pagar sus precios hacen «poco gasto». «Hemos notado un bajón en el puerto de barcos de menos de 15 metros y un aumento de grandes esloras. Esto es un reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Los ricos tienen más dinero y la clase media está desapareciendo un poquito y quizás es verdad que muchos se queden fondeados para no pagar el amarre», explica Marí, que recuerda que, de todas formas, esto es algo que «ha pasado siempre».