Iñaki Urdangarin, el deportista olímpico que se casó con la infanta Cristina en octubre de 1997 en la catedral de Barcelona, ahora apartado de la Familia Real, ha hecho esta mañana su segundo «paseíllo» judicial para responder a las preguntas del juez del caso Nóos, José Castro, en Palma.
Casi un año después, Urdangarin ha vuelto a protagonizar su «particular descenso» a los infiernos, treinta 30 metros de rampa, para llegar a los juzgados ante la mirada de más de 200 periodistas de 70 medios de comunicación nacional y extranjeros.
Urdangarin ha regresado al juzgado acompañado por su abogado, Mario Pascual Vives, quien califica de «pura invención» las afirmaciones de Diego Torres, ex socio del duque de Palma, que ratificó la semana pasada ante el mismo juez la posible implicación de miembros de la Casa real en la trama de empresas de Urdangarin.
Urdangarin ha adelgazado visiblemente desde que fue imputado en diciembre de 2011 y ya no es el yerno perfecto, ni el deportista atractivo que capitaneaba el combinado nacional de balonmano, aunque mantiene una imagen de amante padre de sus cuatro hijos y de esposo.
Hasta saltar a las primeras páginas por el escándalo de Nóos, el duque había ejercido brillantemente ante la opinión pública su condición de yerno ideal del Rey: empresario, deportista, atractivo, educado, simpático, amante de los niños -de sus cuatro hijos y de todos sus sobrinos- y, además, católico.
Pero su gestión al frente del Instituto Nóos motivó el traslado de los Duques de Palma a Washington en 2009 como consejero de Telefónica Internacional y fue el punto de inflexión de su relación con la Familia Real que, hasta entonces, había sido perfecta.
Los Duques se conocieron en 1996, cuando la infanta Cristina fue a saludar a la selección española de balonmano en los Juegos Olímpicos de Atlanta (Estados Unidos).
Inicialmente, establecieron su residencia en Barcelona, primero en un piso y, posteriormente, en el palacete de Pedralbes, cuya adquisición fue controvertida en su día y ahora forma parte del listado de bienes de efectos de embargo, tras no haber hecho efectiva la fianza solicitada de 8,2 millones de euros, solidaria con Torres.
Urdangarin, de 45 años, es de Zumárraga (Guipúzcoa), aunque creció en Barcelona y es el penúltimo de los siete hijos que tuvieron Juan María Urdangarin Berriotxo, un ingeniero industrial vasco, fallecido en mayo de 2012, y Clara Liebaert, de ascendencia belga.
Estudió en los Jesuitas de Barcelona, un colegio en el que empezó a jugar al balonmano, y en los Marianistas de Vitoria, donde terminó el bachillerato.
A los 18 años, comenzó a jugar en el Barcelona, donde desarrolló toda su actividad deportiva hasta el año 2000, en el que anunció su retirada.
Empezó entonces la trayectoria del otro Iñaki, empeñado también en tener éxito en su nueva faceta profesional y que ha terminado por derrumbar su imagen.
Miembro primero y vicepresidente, después, del Comité Olímpico Español, trabajó en Octagon Esedos y Motorpress Ibérica, compañías de marketing deportivo, antes de fundar, en 2004, Nóos Consultoría Estratégica, cuyas actividades investiga ahora el juez.
Cuando en marzo de 2006 fue nombrado consejero de Telefónica Internacional y trasladó su residencia a Washington, se produjo el primer distanciamiento de Don Juan Carlos, que quedó patente cuando en diciembre de 2011 y, tras semanas de informaciones y comentarios, la Casa del Rey anunció que el duque dejaría de participar en actividades oficiales por su conducta «no ejemplar».
Aunque las distancias están marcadas de manera oficial -el pasado mes de enero fue suprimido de la sección personal de la web de la Institución-, Urdangarin visitó al Rey durante su último ingreso hospitalario el pasado mes de noviembre. Además de las visitas de la Reina a Washington.
En su anterior comparecencia y ante los numerosos periodistas que le esperaban en las puertas del juzgado, el duque señaló que iba a «aclarar la verdad de los hechos» y «en defensa de su honor».
Días después se conoció el auto del juez Castro, en el que sostiene que Urdangarin «siempre estuvo detrás del entramado societario» investigado por presunta malversación de fondos públicos.
Un año después, el yerno perfecto ha vuelto a Mallorca, cuyo ayuntamiento ha decidido eliminar la referencia de los Duques de Palma a la popular Rambla de la ciudad y ha solicitado a Urdangarin que deje de utilizar este título.
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