Son muchos los que acuden al Paseo de Vara de Rey pero la crisis obliga a «reducir este año la carta a los Reyes Magos» | MANU GON

Mucho mirar y poco comprar. Este podría ser el resumen de lo que se está viviendo durante los primeros días en el mercado de artesanía que instala todos los años en el paseo de Vara de Rey de Vila.

No en vano el comentario más generalizado entre todos los comerciantes es que «este año se presenta muy duro porque la crisis se nota mucho en los bolsillos de los vecinos».

Tal es así, que incluso alguno como Carlos Lameiro, un argentino que acude todos los años a vender sus productos de bisutería de plata y de artesanía, asegura que «estaría muy contento si me diera para subsistir».

Más pesimista aún es Juan José Martínez, ‘Tibu'. «De momento la feria está funcionando fatal, pero no sólo aquí, sino también en Las Dalias, donde el sábado pasado ha sido uno de los peores de la temporada», asegura este vendedor que fue un pionero hace diez años en vender en Eivissa objetos relacionados con el tiburón y que ahora también ofrece fósiles y objetos de forja «con la ilusión de vender lo más posible».

Precisamente la ilusión es la nota predominante en los cerca de 30 puestos que hay este año. Uno de los mejores ejemplos es Judith Serra, que vende objetos hechos a mano en la isla de esmalte a fuego sobre metal y cerámica, asegura que «aunque en estos primeros días la cosa va muy lenta y se nota la crisis, estoy segura que como aún quedan muchos días por delante la gente se va a decidir a comprar».

De igual manera piensan algunas de las debutantes en el mercado este año. Por ejemplo, la italiana Jenifer, que vende figuras de yeso y cerámica perfumadas con olores de todo tipo, asegura que «estoy segura que la gente acabará comprando porque ofrecemos productos distintos que no se encuentran en otros lados».

Esto parece que anima a los compradores a venir pero no a comprar. Son muchos los que se acercan a los puestos, miran, se interesan y luego no se llevan nada. Por ejemplo Jordi que ha venido con su mujer Alba y su hijo pequeño Ariel, afirma que «aunque los precios están bien, la crisis se nota y este año tendremos que reducir la carta a los Reyes Magos». Algo que también afecta a Rocío, que ha venido con sus amigas porque «me encantan los mercadillos y aunque me lo llevaría todo este año tengo que medirme mucho con los gastos».

Algo que no importa demasiado a la mayoría de los vendedores que siguen afirmando con una gran sonrisa que «la ilusión es lo último que se pierde».