Los populares prepararon 700 sillas, pero muchos de los casi mil asistentes tuvieron que permanecer de pie y en la sala de fuera, donde se había instalado una pantalla. En la imagen, Palau, Aznar y Matutes | Marco Torres
Pues Aznar no estuvo ayer ni seco ni antipático. Quizás fue la «preciosa luna sobre la iglesia de Santa Eulària», como él mismo se encargó de destacar, la que le calmó. O que estaba contento de estar en Eivissa, un lugar donde dice que tiene muchos amigos y que «solo tiene una cosa mala y es el momento en el que te tienes que marchar». Él mismo se encargó de desmentir su mala prensa con una frase que fue acogida con vítores y aplausos del entregado auditorio: «Tengo fama de sequerón, pero es injusta porque soy extraordinariamente simpático».
Al principio costaba un poco entenderle. Apenas vocaliza y comenzó su parlamento con un marcado acento de Tejas. Pero enseguida fue cogiendo tono y confesó al auditorio que probablemente sea la persona de España que más ganas tiene de que gane Rajoy. «Quizás tenga más ganas que su mujer, no lo he hablado con ella, pero si ella me dice que sí, yo me replegaré a un segundo plano», bromeó el expresidente, quien también demostró no tener abuela al decir que cuando se fue en 2004 dejó una España que «tocaba el cielo».
El expresidente aprovechó también para alabar las políticas de Bauzá, aunque matizó que lo hace porque quiere y no por «hacerle la pelota», ya que «no tengo por qué hacerlo porque no soy candidato a nada ni tengo aspiraciones». Otros parece que sí las tienen y no dudaron en dorarle la píldora hasta el infinito. Fue el caso del candidato a diputado Enrique Fajarnés, quien subió al escenario solo un momento y dedicó sus escasos minutos de gloria a loar la figura del expresidente. Dijo de él que ha sido «el presidente más ibicenco de todos» e hizo «grandes inversiones en Eivissa». «Cuando me encontraba con él por el Senado siempre me preguntaba por los problemas de los pitiusos», añadió Fajarnés, quien vio recompensadas sus palabras con una mención a su persona por parte de Aznar durante su alocución, lo que debió dejarlo contento para varias legislaturas.
También practicó un intensísimo peloteo el nunca falto de gomina presidente Bauzá, quien aseguró que Aznar ha sido «el mejor presidente que ha tenido España» y «un referente en Europa y en el mundo». «Lideró Europa», llegó a decir el presidente balear, a quien solo le faltó presentarlo como líder interplanetario de la galaxia.
Desde luego, fue una noche de mucho jabón, porque Fajarnés también llamó al presidente balear «capitán Bauzá» e incluso el alcalde de Santa Eulària, Vicent Marí, se sacó de la manga una nueva teoría genética. Refiriéndose a los populares, dijo que dentro de su ADN llevan «los genes de la responsabilidad, la seriedad y la eficacia». Toma ya.
No defraudó tampoco Miquel Ramis, quien después de una divertida y algo exagerada intervención animó a los votantes con una rima que dicen en Mallorca: «Si voleu estar bé, votau as PP».
Aznar iba ataviado con la chaqueta marrón de los mítines y al llegar saludó afectuosamente al público e incluso acarició la cabellera dorada del hijo de la concejala sanantoniense Lidia Prats. Es curioso como muchas madres o padres se acercan con sus criaturas a los líderes políticos en búsqueda de una especie de bendición para sus retoños.
Entre el público, destacó la presencia de un rapado Abel Matutes, quien se dio en su día de baja en el partido pero no se pierde ningún mitin de Rajoy o Aznar. Faltó el presidente del Consell, Vicent Serra, quien se hallaba en Barcelona presentando la Ruta de la Sal, pero sí estuvieron la inmensa mayoría de cargos populares, entre ellos Pere Palau y casi todos los consellers, alcaldes y concejales.
El acto finalizó con Aznar saliendo a toda prisa porque perdía el avión y un piscolabis basado en bunyols y coca que fue degustado por numerosos jubilados que se apelotonaron ante la comida antes de regresar con sus banderitas al bus.
Por cierto, que a la entrada al auditorio se produjo un pequeño incidente. Un desconocido (desde el PP no supieron después decir quién era) impidió el paso a los periodistas al interior cuando ya había comenzado el mítin. Afortunadamente, el malentendido solo duró unos minutos, los suficientes para poner nerviosos a los informadores que necesitaban desarrollar su trabajo.
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