PREMIOS DE LA CÀMARA DE COMERCIO DE EIVISSA Y FORMENTERA / CAN
Hostal Rafalet, una historia de perseverancia familiar
Con más de 70 años de historia, este establecimiento se ha convertido en un referente de la Isla
El origen de la historia reside en Juan Juan Escandellel, abuelo del actual propietario, que como tantos formenterenses hizo las Américas y pasó largo tiempo en Cuba. Al regresar compró un terreno de aproximadamente 10.000 metros cuadrados que estaba lleno de chumberas, las tradicionales figueres de pic de la isla; y como dice su nieto, «no sé qué vio en ese tancó porque sólo había una vieja casa derruida, chumberas y nada más».
Sin embargo, Juan Juan no hizo nada en el tancó y se fue a Mallorca con su hijo Rafel para trabajar en el sector de la hostelería, concretamente como cocinero. No sería hasta mitades de los cuarenta cuando de regreso a es Caló comenzó la verdadera historia del 'Rafalet'. Allá por el 46, hay imágenes que así lo demuestran, ya existía, sobre la casa antigua restaurada, una pequeña tienda en la que se vendía un poco de todo, desde frutas a cazuelas de barro, de harina y aceite a cestas, arroz y legumbres. Para abastecerse de los productos que escaseaban o no había en Formentera, compraron una barca y 'Rafalet' viajaba continuamente desde es Caló hasta Eivissa para traer todo tipo de productos que vendían en la tienda que al poco pasó a ser una pequeña taberna donde se servían comidas y que pronto contó con una habitación para alquilar.
«Venían turistas de Eivissa que pasaban una noche en es Caló y al día siguiente se volvían a Eivissa», cuenta Jaume Juan, que explica que en 1958 pasó a ser una 'Casa de Huéspedes' con un total de 8 habitaciones, las cuales se fueron construyendo alrededor de la casa payesa, en la que habían nacido tanto Jaume Juan como sus dos hermanos, que era y sigue siendo el núcleo central del 'Rafalet', y que dos años más tarde ya había ascendido de categoría y era oficialmente 'Fonda'.
Los primeros turistas, cree recordar Jaume Juan, «eran de los cincuenta, la mayoría eran catalanes que venían de Eivissa a pasar una noche aquí y les daban lo que había, una habitación aquí al lado -dice desde la recepción del local que aún conserva las viejas paredes de muro payés de más de medio metro de grosor-, y eso era todo entonces, no había más, el negocio fue creciendo poco a poco».
De la antigua vivienda queda lo que ahora es la recepción, parte de la cocina y el porche, hoy cerrado con cristaleras es similar en forma y tamaño al que hace medio siglo se sustentaba con maderas. Lo primero que se hizo fue el sótano del restaurante, y luego en los años sesenta se comenzaron a construir habitaciones alrededor de la casa, un porche, luego otro, un par de enramadas, mesas al sol para los turistas, el crecimiento era una adaptación al las necesidades del momento.
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