Un verano diferente es el nombre de la escuela de verano de la que se encarga la Asociación Pitiusa de Familiares de Personas con Enfermedad Mental (Apfem) cada año y que en esta ocasión cuenta con la colaboración de la Asociación de Padres de Niños y Adolescentes Discapacitados de Ibiza y Formentera (Aspanadif), que ha cedido su finca Can Llàtzer como instalación.
Ambas asociaciones se han unido por un objetivo común: «fomentar la integración entre los niños con discapacidad y los que no padecen ninguna», según explica Adrián Trejo, gerente de Apfem. El responsable destaca que «cada vez hay menos chicos sin discapacidad porque teniendo un recurso dotado de personal específico, tenemos más chicos con necesidades especiales».
Y precisamente porque integrarse es tan importante, la escuela no acepta niños una vez cerrada la matrícula inicial porque «cualquier incorporación desequilibraría el grupo», aclara Adrián. Los responsables están orgullosos del trabajo realizado y no es para menos. El éxito de la iniciativa es evidente a juzgar por la buena relación de los chicos, que no dejan de corretear por la finca y de divertirse entre ellos en la piscina. «Tenemos muchos chicos con problemas de socialización, con rasgos autistas, y por eso es todo un logro ver que juegan todos juntos», comenta el gerente de Apfem.
Previa apertura de la escuela, Apfem y Aspanadif se han encargado de realizar talleres desde sus asociaciones para conocer bien a los niños y ver cómo responden a los estímulos que reciben. Además, en Un verano diferente participan profesionales de distintos ámbitos (monitores, psicólogos o pedagogos) que puedan atender las necesidades específicas de cada uno de los chicos en todo momento. «Tenemos un monitor por cada tres o cuatro niños», expone Teresa Torres, presidenta de Aspanadif, algo que los diferencia de otros talleres en los que solo se cuenta con un responsable para «quince o veinte chicos».
Actividades muy variadas
La escuela acoge a niños de muy variada edad: los más pequeños tienen entre 0 y 5 años mientras que los más mayores son adolescentes e incluso adultos de entre 20 y 30 años. «Las actividades están adaptadas a la edad biológica y mental de los chicos», explica Adrián, quien incide en que «hacemos ejercicios físicos como la psicomotricidad, creativos como el teatro o la pintura y también realizamos excursiones, como por ejemplo ir a la playa».
Un verano diferente es, sin duda, un modelo a seguir para todas las asociaciones de Eivissa. Tanto es así que «los propios profesionales de los servicios sociales de los ayuntamientos nos derivan los niños con los cuales están trabajando», aseguran Adrián y Teresa. Un hecho que también demuestra que la mayoría de talleres están «dirigidas a chicos sin discapacidad», por lo que es necesario fomentar iniciativas similares a esta.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.