Qué guapa estás disfrazada, Marta», dijo uno de los alumnos de parvulitos de cinco años del colegio Santísima Trinidad de Sant Antoni al ver cómo la pequeña Marta, su compañera, poco a poco y con ayuda de su mamá se vestía como una auténtica fallera. «No se disfraza; se viste de fallera», puntualizó Miguel Àngel Martí, presidente de la falla, que acudió a este centro educativo acompañado de Carmen Ordóñez, fallera mayor de este año, Rosa Alonso y José Mulet, dos especialistas valencianos en indumentaria tradicional. «Mirad qué bonitos los colores del traje de Carmen. ¿Cuántos moños lleva?», preguntó Norbi García, tutora de esta clase. «Lleva dos», contestó uno de los estudiantes. «No, no. Llevo tres», puntualizó la fallera mayor para, segundos después, darse la vuelta y enseñar a estos pequeños estudiantes el moño que lucía con mucha elegancia detrás.

En el piso de arriba, los estudiantes de segundo curso de Primaria también veían cómo su compañera Ainhoa completaba su atuendo de fallera. Con ella estaba su hermanito Íker, de un año, que sonreía vestido como un fallero más al verse rodeado de tantos niños que jugaban con él e intentaban que no se cayera, pues en esa visita estrenó alpargatas.

Tras comprobar qué partes y complementos tiene un vestido de fallera, los pequeños salieron al patio para jugar y hacerse fotos con dos ninots indultats: un gorila y un payaso. «¿A cuántos os gusta la horchata?», preguntó Mercedes Forneri, la mamá de Íker y Ainhoa, antes de empezar a llenar vasos para que los pequeños almorzaran con esta bebida tan dulce. Y como en cualquier otro evento fallero no podía faltar la mascletà, pero en una versión mucho más segura para los pequeños: la globotà, una hilera de globos colocados que, uno tras otro, empezaron a explotar como si de una mascletà real se tratara.