Más de treinta años de cerámica

Desde la muerte del artesano y pintor Kinoto hace algo más de un año el local lo regenta Carme Coromina, su compañera de viaje durante más de treinta años. Con la compañía de su hijo David, que está aprendiendo, y de Adrián, un tornero que la ayuda, la artesana catalana logra dar forma al barro y conseguir figuras únicas, que no se ven en ningún lugar gracias a su decoración con engobe.

Múltiples obstáculos

Así, su taller tienda, que no cierra ningún día del año, está lleno de platos, jarrones, lámparas, máscaras, placas, y bisuteria de cerámica, cuyos maniquíes son unas curiosas calabazas de un amigo. Y todo a un precio asequible para los bolsillos menos adinerados. Tal vez por todo eso, logra sobrevivir a una crisis, que según ella «se ha notado mucho más este año y sobre todo en Navidad donde ha estado todo tremendamente parado». Sin embargo, este no ha sido el único obstáculo con el que Can Kinoto ha tenido que lidiar durante estos años y que hacen peligrar el negocio. «El túnel de Sant Antoni nos ha destrozado porque ya no hay que pasar por la población y la gente tiene que venir expresamente aquí». A esto también se une que el autobús ya no pasa por el pueblo y «que nos han quitado, incluso, el lugar para aparcar y ahora hay que dejar el coche lejos o casi en mitad de la carretera, con lo que eso conlleva para quien quiere comprar artesanía».

A pesar de todo, el taller de Carme Coromina sigue sobreviviendo como uno de los últimos lugares donde se trabaja la cerámica artesanal en Sant Rafel. De hecho, de los seis centros que había ahora sólo quedan dos.