'Desnudo rosa'. Henri Matisse realizó este conocido cuadro en 1935, al que el polifacético creador valenciano no sólo cambió la forma del desnudo sino el color.

Hasta el próximo 31 de enero estará abierta el público en la sala de cultura Sa Nostra una exposición extraordinaria, L´arxipèlag de la memòria, una muestra antológica del reconocido artista valenciano Manolo Valdés, que «abarca toda su trayectoria en solitario tras dejar en 1982 el Equipo Crónica; con obras de todas las disciplinas en las que trabaja: dibujo, grabado, pintura y escultura», según apuntó en la presentación su comisaria, Violante Porcel.
Un conjunto en el que destacan las obras que tienen como referencia trabajos de grandes maestros de varias épocas, creando en pintura «un juego visual que busca evidenciar el fértil diálogo del creador con la herencia artística», precisa Porcel en su texto del catálogo, añadiendo: «Junto a sus exuberantes cuadros, se presentan referencias pictóricas, tanto directas como aproximativas, que ejercen de punto de partida, desde la sinuosa Mujer con corpiño azul, de Matisse, hasta el anguloso perfil femenino de Retrato de una mujer con un hombre en el alféizar, de Filippo Lippi. El espectador también podrá apreciar cómo Valdés amplía su reflexión estética sobre la memoria a la escultura, la obra gráfica y el dibujo», precisa la comisaria.
Reinterpretación
El catálogo de L'arxipèlag de la memòria también incluye un texto de Cristina Ros, crítica de arte y actualmente directora del Museu d'Art Contemporani de Palma, Es Baluard, en el que explica, respecto a su homenaje a otros artistas, que «la gran aportación de Valdés no está en la mera apropiación del motivo de obras que son referentes universales, sino en hacerlas del todo particulares. De hecho, este ejercicio de apropiación y reinterpretación, con más o menos fidelidad al modelo, lo han realizado prácticamente todos los artistas de los que se apropia el mismo Valdés. El propio Picasso es un maestro en ese sentido. Y Bacon, que, sin ir más lejos, relee el Inocencio X de Velázquez, que también reinterpreta el artista valenciano. La apropiación, el pretexto, nada aporta o no aporta casi nada. Es un puro punto de partida, lo importante está en la particularidad del proceso de realización de la obras, que es lo que condiciona absolutamente el punto de llegada, la pieza acabada. La particularidad de Manolo Valdés es el estilo (estilo, término injustamente menospreciado), si se entiende por estilo, como afirmó alguien, aquello que queda siempre que no se tiene en cuenta el tema», subraya Cristina Ros.
Así, los trabajos ajenos (de Zurbarán, Ribera, Goya, Matisse, Picasso, Liechtenstein...) «no pasa de ser un pretexto en la obra de Valdés, un punto de partida y una excusa para pintar, tallar o desarrollar cualquier otro lenguaje» de un creador que desde hace 20 años vive a caballo entre Nueva York y Madrid.