Tres fotógrafos ibicencos, Ramon Tur, Óliver Martínez y Jordi Serapio, especializados en fotografía de naturaleza, han logrado este verano en Sant Josep captar con éxito imágenes de una pequeña colonia de cría de abejarucos (abellarols en ibicenco), una de las aves más espectaculares, por el colorido de su plumaje, que puede encontrarse en nuestros campos.
Se trata de una especie muy gregaria, y se desplaza siempre en grupos que pueden llegar a ser numerosos. Realizan sus nidos en taludes arenosos, excavando con sus picos galerías que pueden llegar al metro de longitud, y se agrupan en colonias que pueden llegar a cientos de parejas. Las colonias conocidas en las Pitiüses son más reducidas, y constan como mucho de unas pocas decenas de nidos. Pasan el invierno en el Àfrica subsahariana y se acercan a nuestras islas, y a la península ibérica, para reproducirse, llegando a mediados de la primavera.
La población ibicenca de esta especie no està cuantificada y en Formentera no se conoce ninguna colonia de cría, pero el ave está presente en la isla y es bien conocida por la población local.
La gente del campo no siempre ha mantenido una relación de cordialidad con los abellarols, pues es un gran predador de insectos, especialmente abejas, y las pequeñas explotaciones apícolas que estaban presentes en la mayoría de hogares campesinos podían ver disminiuda su producción por la presencia de estas aves. No obstante, éstas cumplen una función ecológica muy importante, controlando las poblaciones de muchos insectos, como cigarras, moscas, tábanos, etc.
Meses de trabajo
La actividad de los fotógrafos, que ha llevado meses de trabajo, ha consistido en localizar la colonia de cría, estudiar los movimientos de las aves, y antes de que iniciaranla actividad reproductora,instalar su escondite en las inmediaciones. Finalmente tan sólo ha hecho falta apretar el disparador de sus cámaras en los mejores momentos de luz posibles. En todo momento se ha velado por la seguridad de las aves, y se ha contado con el permiso de los propietarios de las tierras donse se localizaba la colonia.
En los últimos días de trabajo, se pudo observar como los jóvenes abellarols abandonaban el nido, lo que provocó una enorme satisfación a los tres fotógrafos, que se sintieron privilegiados por haber podido observar el ciclo reproductor de esta preciosa ave.
La fotografía de naturaleza, exige por parte del fotógrafo un escrupuloso cumplimento de un código ético que garantize en todo momento la seguridad de los animales, plantas o espacios naturales que se pretenden fotografiar. El estudio previo de las costumbres y hábitos de los animales es un requisito imprescindible para conseguir tomas acertadas. El abuso por parte de fotográfos irresponsables, puede provocar verdaderos desastres. El año pasado, en Mallorca, un grupo de aficionados provocó serias molestias a una conocida colonia de cría de estas avés, lo que precipitó el abandono de la misma y su total fracaso reproductor. La obtención de una fotografía no puede justificar bajo ningún concepto un hecho así de grave, manifiesta el trío de fotógrafos.
Viaje africano
Tras abandonar sus nidos, los jóvenes abellarols han permanecido en la isla hasta este mes de septiembre y ahora emprenderán su viaje al Africa subsahariana, donde pasarán los meses más fríos. A la primavera siguiente iniciarán su viaje de vuelta.
Ramon, Óliver y Jordi han particiado en diversas publicaciones, exposiciones y medios, dando a conocer, a través de sus fotografías, la riqueza natural de estas islas. Una muestra de sus trabajos, puede encontrase publicado en la red en sus respectivas webs y blogs.
Un ave de vistosos colores
El abejaruco común (Merops apister) es un ave de tamaño mediano, de 25 a 30 centímetros de longitud y una envegadura aproximada de 40 cm. Se trata de una animal de vistosos colores, predominando los azules verdosos de la zona ventral, con una franja negra que separa la garganta amarilla. La parte superior es de color castaño, y en la cara destaca la frente blanca, separada por un antifaz negro que llega hasta los oídos y que forma una prolongación de su largo pico curvado, de la misma tonalidad negra. Los ojos son de un rojo vivo y quedan enmarcados dentro de ese antifaz por lo que destacan de una manera especial. Las alas tienen forma puntiaguda y también son de color azul verdoso. La cola es verde parduzca, siendo las plumas centrales más sobresalientes. La diferencia entre los machos y las hembras es mínima, siendo estas algo más pequeñas y pálidas.
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