on pocas las personas que expresan realmente sus sentimientos. A veces por pudor, otras por miedo, pero existe una tendencia generalizada a reservar para nosotros mismos cómo nos sentimos en cada momento. Para intentar superar estas barreras emocionales existen diferentes técnicas que se enmarcan en la inteligencia emocional: «Es la parte de la inteligencia que nada tiene que ver con la cognitiva. La inteligencia emocional abarca todas las habilidades de comunicación y transmisión de emociones a los demás, al mismo tiempo que aprendemos a reconocer nuestros propios sentimientos», afirmó ayer Montserrat Domènec, psicóloga y psicopedagoga, durante la conferencia que ofreció ayer en Can Ventosa, organizada por la Fundació La Caixa y con la que se inauguró el programa Hàbits del son, destinado a las personas mayores.

Según explicó la profesional, generalmente cuesta mucho que las personas asuman y reconozcan sus emociones: «Esto se debe a que siempre es más fácil fijarnos en los demás y criticas sus actitudes, sus emociones, en lugar de reconocer las propias. Reconocer lo que sentimos es difícil porque la gente aún tiene muchos tabúes y represiones». Así, saber gestionar la inteligencia emocional nos conduce, con el tiempo, a una gran sensación de bienestar y salud: «Las emociones, tanto negativas como positivas, repercuten directamente en nuestro estado de salud. Si estamos bien y lo expresamos, estaremos mucho mejor. Si estamos mal y no lo decimos aumentaremos el malestar».

La psicóloga afirmó que el primer paso para gestionar las emociones es intentar catalogarlas: «Intentar descubrir si estamos tristes o coléricos y la razón de por qué nos encontramos así». Una vez que hemos asumido nuestras emociones hay que intentar escuchar y saber cómo se sienten los demás: «Cuando se encuentra el equilibrio entre nuestras emociones y las de los demás es cuando se establece na buena comunicación y podemos sacar fuera nuestras emociones sin perjudicar ni dañar a nadie». ¿Cómo lo podemos conseguir? Con el aumento del lenguaje gestual, sobre todo las muestras afectivas: «Los gestos surgen de la profunidad del ser humano, por eso son tan importantes. Tenemos cierto temor a tocar, abrazar a los demás, pero a veces una palmada en la espalda hace más que preguntar a alguien cómo está de su resfriado». Asimismo tenemos que aprender a escuchar realmente a los demás y tener conciencia de que conseguir expresar sentimientos y emociones, así como que los demás también aprendan a hacerlo, lleva su tiempo: «No podemos pretender caer bien al primer golpe de vista. Quizá alguien nos cae mal, pero a los seis días nos damos cuenta de que tenemos muchas cosas en común y a la inversa».

María José Real

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