Los conductores ilegales se mezclan entre los jóvenes y turistas que aguardan en la parada de taxis. Foto: PAULA PALOMARES

Son jóvenes o adultos, mujeres y hombres, y vienen de distintas partes de España y del mundo. Muchos hablan idiomas, tienen buena presencia e incluso formación. Aguardan en las paradas, en las playas y en las discotecas. Allí captan a sus clientes para llevarles a destino. Hasta aquí todo podría parecer normal excepto por un insalvable detalle: no tienen licencia de transporte, ni seguro para el pasajero, ni coches oficiales. Son los ya conocidos taxistas 'piratas' y nuevamente comienzan en Eivissa una temporada, conscientes de que operan al otro lado de la ley.

Medianoche del jueves, parada de Sant Antoni. Jóvenes ingleses esperan en la cola a que los taxis oficiales les transporten directamente a la fiesta de Paul Van Dyk, toda una atracción para los clubbers británicos. En medio de la fila, jóvenes como ellos les ofrecen ser su medio de transporte sin necesidad de esperar y algunos aceptan. «Cincuenta euros por todos», se oye decir a un taxista ilegal, y rápidamente es seguido por un grupo de siete personas hacia su vehículo particular. «Puede hacer eso porque tiene un coche grande», comenta un joven, que, como todos, asegura que es la primera vez que lo hace. «Pero no hay trabajo y eso que hoy tendría que ser el mejor día», apunta en referencia a la fiesta de Amnesia, con la mirada puesta en la parada, cuya fila desaparece rápidamente tras la llegada simultánea de uno, dos, tres y hasta cuatro taxistas oficiales.

Radiopirata

Este joven, que, claro está, prefiere ocultar su identidad, asegura ser preparador físico, proceder de Sudamérica y contar con pasaporte europeo. Una documentación que, sumado a los cinco idiomas que dice manejar, hace muy difícil que la policía pueda demostrar que esos, que van en su coche, no son sus amigos. «La gente también se queda con el contacto. Me llaman porque están en el medio de la montaña y no pueden bajar porque el radiotaxi no responde», agrega. «Además de pagarnos, nos dan propina porque le hacemos un favor. Lo que pasa es que ellos (los taxistas) no quieren subir a personas que están borrachas y le pueden vomitar el coche. Y como los dejan tirados y nosotros sí les llevamos, después nos lo agradecen así», apunta el joven.

Sin embargo, ellos también discriminan. Es muy difícil que carguen a pasajeros españoles porque «pueden ser secretas», indica y, aunque no resida en la isla, hace un comentario sobre el conflicto de los taxistas por las licencias estacionales. «Hay problemas este año», destaca, informado, y explica que ha seguido la actualidad de la isla por internet.

Exceptuando los gritos embriagados de los turistas ingleses, la noche está muy tranquila y la parada vacía de gente. Momentos antes, la Policía de Sant Antoni ha aparcado su coche en la entrada del West End y rápidamente no ha quedado ni un taxista ilegal. A los pocos minutos, un grupo de 'piratas' decide sentarse en el banco de la parada a esperar a que lleguen posibles clientes.

«Ellos tienen preferencia»

Son sólo cuatro de los quince que se pudieron contabilizar esa noche y el comentario general es el cambio turístico que buscan los gobernantes de la isla. «Quieren cambiar el modelo turístico y esto va cada vez a peor, sobre todo con el tipo de público que trabajamos nosotros, que es gente de discotecas. Pensaba que el año pasado había sido malo pero este...», comenta uno de ellos, e inaugura el turno de declaraciones. «Nosotros no somos competencia, porque cobramos más caro», apunta otro; «además, sólo trabajamos si hay cola, ellos tienen preferencia», agrega. «Se comprende que el taxista paga todos los impuestos, por eso cuando se va y queda la cola, nosotros trabajamos. Y por algo seguimos aquí, si estas plazas estuvieran ocupadas...», indica el primero.

Pero no sólo de noche trabajan los taxistas ilegales, las playas también son un lugar ideal para captar clientes. Y esto mismo hace otro conductor ilegal, que asegura haberse quedado sin trabajo recientemente por la crisis de la construcción. «Hay crisis, antes trabajaba en la construcción y en hoteles pero a finales de junio me quedé sin trabajo», asegura este taxista pirata, que al igual que cuatro o cinco personas más de diferentes procedencias, espera a la salida de la playa de Ses Salines. «No me gusta hacer esto pero no tengo trabajo», insiste, casi con miedo a hacer estas declaraciones porque tiene la esperanza de que su jefe le llame pronto para volver al mercado legal. «Solamente trabajo por el día porque por la noche puede haber problemas, pero esto no está nada bien, hay gente que está dando vueltas toda la noche para sacar 50 euros», se queja.

Sin embargo, la joya de la corona sigue siendo la salida de las discotecas. Allí, interceptan a sus clientes, los clubbers, justo a la salida de los locales. Algo de lo que se quejan y mucho los taxistas legales, ya que pierden una gran cantidad de potenciales clientes porque no llegan ni a la parada. «Hay que ser muy persuasivo porque no todo el mundo quiere subirse al coche de alguien que no conoce», agrega el joven que inauguró este reportaje. Sin embargo, con el cierre del DC10, las ganancias de estos conductores han bajado y mucho. «Es el cambio de turismo, todo el mundo lo nota en el trabajo», apunta otro 'pirata'.

Sobre las dos de la mañana de la misma noche, la parada de Bartolomé Roselló está llena de taxistas legales. A los de siempre se suman 17 nuevos estacionales y todos comparten una larga fila que va saliendo despacio ante la tranquila pero continua llegada de pasajeros. Aquí los taxistas ilegales todavía no se dejan ver, aunque no falta alguno que, aunque la parada esté llena de taxistas, se anime a ofrecer a la voz de taxi taxi, un viaje ilegal a un precio que oscila entre cinco y diez euros por persona.

Las asociaciones de titulares de la isla se reunieron ayer para acordar cómo organizarán los piquetes que tienen proyectado establecer a la salida de las discotecas para disuadir a los taxistas piratas. Sin embargo, esta vez no dirán ni cómo ni dónde, para que sea un piquete sorpresa. Por otra parte, en la reunión de ayer, según explicó el presidente de la asociación de taxistas de Vila, José Serafín, también trataron los temas que llevarán a una reunión que tiene previsto mantener esta semana con el conseller de Mobilitat, Albert Prats. Según Serafín, propondrán al conseller la instalación de sistemas GPS así como tratarán el tema de las licencias estacionales, un plan que para el taxista «ha fracasado». «Siempre hemos mantenido el diálogo, desde el primer momento», agregó Serafín, sobre la próxima reunión que mantendrá con el conseller. Por ello, según el presidente de la asociación, los titulares de Vila «esperan la reunión que el Ayuntamiento de Eivissa anunció que íbamos a tener», apuntó. Por otra parte, Serafín aseguró que el cierre de los afterhours también ha provocado que disminuya el trabajo de los taxistas legales.