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uando vine a Eivissa por primera vez en los años 40, la única carretera asfaltada era la que unía la ciudad con Sant Josep. El resto eran todo caminos de tierra», afirma Pere Lobo cuando se le pregunta sobre los cambios que ha visto en todos estos años que lleva haciendo turismo por Eivissa. En esa época sus padres tenían una casa entre Sant Antoni y Cala de Bou. «Había cuatro casas en esa zona y veníamos mucho, pero cuando empezó a crecer salvajemente y se estropeó decidimos buscar otro sitio donde pasar la vacaciones», comenta en este sentido. Para Pere y Maria Dolors, la isla ha cambiado mucho, antes era un lugar idílico. En la actualidad, para sus días de descanso buscan la tranquilidad de la naturaleza, el mar y también poder disfrutar de la pesca. Para ello prefieren el turismo rural en el que encuentran lugares que «nos recuerdan lo que era Eivissa y también encontramos en esta zonas rurales las mentalidades de antes», sostienen. El lugar elegido para esta ocasión es el agroturismo Can Escandell, situado en el norte de la isla. «No es como estar en un hotel, el trato es más cercano y más íntimo. No está masificado», explica Maria. En el año 2003 vendieron su casa, Can Lobo, que poseían en es Cubells, zona que conocen muy bien, pero decidieron venderla por que no venían con mucha frecuencia. Imitaba el estilo de la arquitectura pagesa y tenía unas vistas espectaculares desde donde veían formentera. Ahora prefieren descubrir pequeños rincones rurales: «conocemos muy bien la isla, así que preferimos un lugar donde no tengamos que salir demasiado», explica Maria. Estos turistas atípicos que huyen de las masificaciones y del jaleo veraniego son muy críticos con la transformación de Eivissa. «Se ha buscado un exceso de turismo en perjuicio de la calidad. Es turismo de ahora no es como el que había hace 20 años», explica Pere Lobo.

Ayer regresaron a Barcelona donde residen, pero volverán a finales de verano, más o menos en octubre. «Siempre que haya hoteles rurales regresaremos a Eivissa». N. S.