Teresa Wood es una pintora británica, residente en Eivissa desde hace 26 años, cuya pasión por el mar le ha llevado no sólo a pintar el medio marino, sino a transportar su estudio hasta el mismo fondo del mar. Un habitat en donde la artista encuentra la inspiración necesaria para plasmar la belleza subacuática con óleo. «No me gusta pintar sobre fotos o recordando lo que he visto. Prefiero captar lo que estoy viendo», comentó Teresa.

Sobre su fascinación por el agua, Wood cuenta una paradójica historia: «Mi interés nació desde pequeñita, porque cuando tenía menos de un año caí a un estanque del jardín de mi casa y mi madre me encontró flotando. Yo creo que, como los bebés salen del agua, pensé que había vuelto a mi origen y quizás desde este momento estoy buscando otra vez este lugar», aseguró esta artista de ascendencia escocesa. Una atracción que ahora traspasa las barreras del arte para integrarse en su vida real.

En este sentido, el pasado lunes Teresa dio el «sí, quiero» a 10 metros de profundidad, en la zona de Sa Conillera. Su ya marido, Ian Moore, y los 26 invitados a la ceremonia fueron partícipes de un acto en el que no faltaron las corbatas con plomos, los gorros traviesos que querían volver a la superficie, un vestido largo de la novia superpuesto sobre el traje de neopreno y medusas que curiosas merodeaban la zona. «Vimos algunos delfines y lo bueno fue que las mujeres no tuvieron que ir a la peluquería», bromeaba el submarinista de Myrmansub, Alberto Mirayo, uno de los cuatro fotógrafos y reporteros gráficos encargados de captar cada toma. Escenas compuestas por movimientos lentos y acompasados que tuvieron que ser previamente ensayados. «Hicimos un briefing y llevábamos un mes y medio haciendo pruebas para que todo saliera perfecto, porque al no poder hablar todo tenía que estar previsto de antemano y cada uno debía saber cuál era su papel. El ritmo lo marca el agua», precisó Mirayo. Tampoco faltó el encargado de oficiar la celebración, Àngel Alberro, submarinista de Orcasub, que lució un hábito complementado por una estola con coloridos dibujos de peces. Entre los momentos más curiosos destacan el lanzamiento de arroz y del ramo de la novia que flotaron entre los invitados. Durante el convite, la pareja reunió 1.900 euros de los invitados, una recaudación que ya han destinado al proyecto que la Fundación Vicente Ferrer tiene en Anantupur (India), a través de la que construyen viviendas para familias. De esta forma tan peculiar la pareja selló 25 años de convivencia, y tal y como dejaron en votos impresos sobre tablas marinas que la propia Teresa pintó, «por nuestra vida en esta tierra... y bajo este mar». Irene Luján