Los chicos habían estudiado previamente en clase la historia de la sal,que luego repasaron en la muestra.
En la década de los 50, los trabajadores de las salinas de Eivissa llevaban sombreros de paja para que el agua salada no les molestase en los ojos y calcetines de lana y zapato grueso para evitar daños en los pies. Además, cada uno de los canastos de sal que transportaban sobre sus cabezas pesaba 50 kilos. Soportaban el constante resplandor en los ojos de las montañas de sal y aguantaban elevadas temperaturas, porque la recolección se hacía en verano, cuando el agua se evaporaba de los estanques. Estas duras condiciones de trabajo fueron las que más impresionaron ayer a un grupo de adolescentes del instituto Isidor Macabich, que visitaron la exposición «Les salines de les balears. El paisatge inventat», que estos días se puede ver en la sala de cultura de Sa Nostra en Eivissa. «Y además no llevan gafas de sol», se sorprendía ayer uno de los alumnos al ver la forma en la que trabajaban los salineros, que también transportaban las pesadas vías del trenecito que existía en los 60 para llevar la sal.
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