Cuando René Vuibert pisó Eivissa en 1952, nada le hacía
presagiar que sería la isla de su vida y que en ella se convertiría
en una figura reverenciada. «Encontrarás pocos lugares mejores que
las calles de Dalt Vila para pintar», le dijo Monsieur Boberman en
París. Vuibert siguió sus consejos y se trasladó durante varios
meses a la pitiusa mayor. En 1954 volvió a la capital francesa
-donde organizó exposiciones con el material obtenido-, pero ya
nada era lo mismo. A sus 23 años, había quedado prendado de la luz
y la paz de un Mediterráneo que contrastaba demasiado con el
bullicio y tamaño de la urbe. Así que decidió volver a la ínsula de
sus sueños, pero el encanto que le provocaban los paisajes
ibicencos, y que intentaba reflejar en sus lienzos, no le eran
suficientes para vivir. Sus amigos le animaron a dar clases de su
lengua materna para sacar algún dinero. Uno de ellos, Joan Tur
Ramis, le prestó dos habitaciones de la Pensión Formentera, donde
se alojaba, para que pudiera impartir las lecciones. Era octubre de
1954, y sin saberlo había puesto el germen para una de las
instituciones que con más cariño recuerdan las gentes de la isla:
«L' Alliance Française d'Ibiza».
El éxito fue tal que Bouvais tuvo que alquilar un local en la
calle de atrás del edificio. Propiedad de la abuela de Lina Bufí,
ésta se lo alquiló a cambio de que su nieta asistiera a las clases.
A principios de junio del año siguiente eran ya 60 los alumnos
matriculados.
«En classe de Français, on parle Français» (en clase de francés
se habla francés). La norma acuñada por el profesor era aplicada a
rajatabla. Tanto que muchos alumnos recuerdan cómo en el aula había
un bote en el que se debía depositar a modo de multa una moneda por
cada palabra en español pronunciada. Algunos mantienen que gracias
a ello en pocas semanas se podía mantener una conversación con
aceptable soltura. Los resultados escolares eran cada año mejores:
en 23 años obtuvieron 25 premios y accessits en los concursos
organizados en todas las «Alliance» o la Embajada.
Cada vez eran más los alumnos. De La Marina las aulas se
trasladaron a la calle Archiduque Luis Salvador, pasando antes por
el edificio que hoy ocupa la librería Verdera. En 1968, se ubicaría
en la que sería su sede definitiva, en la calle Juan Ramón Jiménez,
por la que todos los años pasaban 600 estudiantes.
Pero el éxito de la Alliance no radicaba sólo en la efectividad
a la hora de enseñar el idioma que en aquel momento era la lengua
en la que se entendía fuera de sus países media Europa. El centro
era más que una academia: era un intercambio de saber, de respeto y
de tolerancia. Había un club de gastronomía, equipo de balonmano,
se organizaban excursiones y proyectaban películas.Exposiciones,
conferencias y mesas redondas ayudaban a difundir el arte, la
pintura o la música. Aspectos de una cultura más desarrollada que
la que en aquel momento se difundía en un país ahogado por la
dictadura. Sus bases eran el respeto, la tolerancia y la amistad, y
se le daba gran importancia a la creatividad y a la argumentación.
Incluso se transmitían corrientes filosóficas y literarias que
dificilmente podían pasar nuestras fronteras debido a la fuerte
censura.
«S' Alliança», así se conocía cariñosamente a una institución
que puede ser considerada precursora en la isla de lo que hoy en
día son los centros culturales. Un sitio donde los jóvenes
aprendían a pensar y a relacionarse. Una alianza con Francia de
obligado paso para todo el que desde allí venía de vacaciones a
Eivissa. Fueron muchos los lazos de amistad que se establecieron a
la vez que se aprendía la lengua universal en aquel momento.
Uno de sus hijos enfermó y René Vuibert tuvo que volver a
Francia. La Alliance continúo funcionando, aunque no de la misma
forma debido al desarrollo de una sociedad que despegó llegada la
democracia y la difusión del inglés. En los años noventa cerró sus
puertas, pero su espíritu seguíría vivo. En 1996 se creó la
Association Culturelle del Colegio Francés de Ibiza que, presidida
por Jocelyne Calafat, espera recuperar aquel tiempo perdido.El
sábado, en Cas Serres, celebra los cincuenta años de
«s'Aliança».
Iván Muñoz
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