Con el paso de los años parece que las cosas lejanas las vemos
con mayor claridad que lo acontecido recientemente, esto es una
reflexión verdadera pero que sólo pueden comprender los que tienen
una cierta edad.
Para la juventud, este divino tesoro, todo es reciente y no
pueden por tanto mirar con perspectiva de lejanía, lo que sucedió
hace años, viene todo esto a colación porque cuando miro al pasado,
no con nostalgia, sino con prudente alegría, me recreo con imágenes
nítidas, claras y puedo sumergirme y bucear en ellas como viendo un
viejo film. Explico esto porque me viene hoy a la memoria el acto
inaugural en el salón de actos del Ayuntamiento de Ibiza de la «II
Bienal Internacional de Arte Universitario» en 1996 y de una manera
muy especial su pregonero Don Eugenio Montes. De los Bienales me
ampararé, Dios mediante en un futuro artículo, hoy deseo dedicarlo
al pregonero.
Yo era por entonces Secretario del Jurado de la Bienal y me
designaron el inmerecido honor de hacer la presentación del
conferenciante. Muy joven por aquel entonces creo que esta fue una
de mis primeras intervenciones en público, recuerdo que Don Eugenio
me dio unos cuantos datos desconocidos de su ya larga y rica
biografía y entre ellos, que era miembro electo de la Real Academia
Española pero que no había tomado posesión de su sillón
correspondiente. Su recepción en la Academia fue efectivamente muy
posterior a 1978. En su conferencia estuvo magistral, todo el mundo
salió entusiasmado, fue un alarde de saber hablar y saber matizar y
deleitar.
Eugenio Montes era un personaje extraordinario, bajo de
estatura, pero que se crecía hablando hasta alcanzar dimensiones
gigantescas, era enormemente culto, con grandes dotes de
conversador y uno de los mejores conferenciantes que ha tenido
España. Cultivó la poesía, el ensayo, la narración breve, el
artículo periodístico y de una manera muy notable el discurso
político.
En la Real Academia de Bellas Artes ocupó la silla deMarqués de
Lozoya y en la real Academia Española la de Ramiro de Maeztu. Fue
corresponsal de ABC en París, Londres, Berlín, Viena y Roma y sus
crónicas fueron notables tanto por su interés político como por su
información veraz y rápida. Escribía magníficamente pero sobre todo
en su conversación no he conocido a nadie que dominara el
castellano como él ni tuviera su riqueza de vocabulario. Era una
persona exquisita, refinada y muy elegante. En su estancia en Roma
había adquirido un aire especial que recordaban a un Patricio o un
Cónsul de la época clásica. Estuvo varios días en Ibiza, y
coincidimos en comidas, cenas y coloquios, y a pesar de nuestra
diferencia de edad conectamos muy bien y ahora en la distancia
puedo apreciar y valorar mejor que entonces las grandes dotes y
valores que le adornaban.
Montes fue un hombre muy significado y considerado en el terreno
político si bien nunca participó en ella de una manera activa. Fue
amigo de las personalidades más representativas de su época, entre
ellas de José Antonio Primo de Rivera y fue uno de los que llevó
las negociaciones para canjear al fundador de la Falange
encarcelado por un hijo de Largo Caballero, a través del famoso
hispanista Salvador de Madariaga al cual lo revela en su obra
«Hombres en la Historia». Fue Montes un monárquico convencido y
muchas de sus crónicas mandadas desde Roma sobre la Familia real
Española en el exilio fueron censuradas.
Fue asiduo de todas las tertulias, literarias o políticas, que
había en el Madrid de entonces como la de «Platerias», la de «La
Ballena Alegre», «En Siete Picos de Europa» y las más recientes de
«Riofrío y «Manila», en todas destacaba por sus conocimientos y su
don de conversador.
EDuque de Alba en uno de sus artículos escribió refiriéndose a
la vasta obra de Eugenio Montes. «que con todos en el caso de
Eugenio Montes la mejor obra, es la persona misma».
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