Rosa, y por ende España, se quedó ayer fuera de la gloria, en un
honroso séptimo puesto, con 81 puntos, quizá algo menos de lo
esperado. No pudo ser y el Festival de Eurovisión 2002, celebrado
anoche en Tallín, la capital de Estonia, se fue a parar a Letonia.
Estaba cantado; España era una posible candidata, pero siempre a
dar la sorpresa, ya que estaba lejos de las grandes favoritas al
triunfo. La sorpresa fue Malta, que en principio estaba fuera de la
terna de posibles ganadores y resultó un exitazo. Tras tres horas
de festival, llenos de música, nervios y emoción, los presentadores
de la gala, Annely Peebo y Marko Matvere, anunciaban que Letonia
era la ganadora, ya que fue acaparando votos desde el principio,
seguida muy de cerca, y a veces superada, por Malta.
Pero la actuación de España fue impecable y el «Celebration,
celebration!», sonó como nunca. Demostraron una complicidad que no
se había visto en toda la semana y entonaron a la perfección.
Incluso Rosa jugó con la cámara, se hizo amiga de ella y la
enamoró, cosa que no había hecho antes, sin duda. A la hora de la
verdad, respondió.
La española iba vestida de negro, con levita transparente y con
terciopelo, en el peinado lucía unas extensiones mejor colocadas y
peinadas que en el ensayo general, y las joyas, de margarita en
cuello y cinturón, deslumbraron tanto como ella. Pero no bastó.
Antes de los españoles se pudo ver a la inglesa Jessica demostrando
que dará mucho que hablar; al griego Michalis Rakintzis vestido de
soldado universal, y al hijo de sevillanos Manuel Ortega
representando a Austria. Tras la granadina destacaron Sahlene, de
Esotnia, las «copionas» suecas, el marchoso belga Sergio, la dulce
Sandrine François, de Francia, el portento musical alemán Corinna
May y, finalmente, Marie N, la vencedora absoluta con su
sorprendente show de música y baile.
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