La última de las jornadas sobre ordenación del territorio
organizadas por el Colegio Oficial de Arquitectos de Balears fue
casi una copia de la anterior, en el sentido de que poco se aportó
como novedad sobre el Plan Territorial Insular (PTI). Quien tenía
que hablar, el doctor ingeniero agrónomo y catedrático de
planificación territorial de la Universidad Politécnica de Madrid,
Domingo Gómez Orea, perdió el avión -según la información oficial-
y fue suplido por un colaborador en la redacción del plan, Daniel
Rubio Blanco.
A Rubio le tocó el «embolado», en palabras suyas, de explicar
«de forma improvisada» al público que se congregó en el salón de
plenos del Consell casi lo mismo que por la mañana dijeron a la
prensa y a los miembros de la comisión de seguimiento del PTI la
presidenta del Consell, Pilar Costa, y el conseller insular
d'Ordenació del Territori.
A juicio de Rubio, «el modelo territorial actual no es malo, lo
malo es la tendencia que se sigue». Comparado con Valencia o
Canarias, las Pitiüses son un paraíso, pero con «matices
negativos». Aunque la empresa que redacta el PTI, Inypsa, entregó
hace días un avance en el que se dan detalles sobre lo que pasará
con los suelos urbanos y urbanizables, Rubio obvió tocar ese tema,
tal como por la mañana hicieron Costa y Marí Ribas, estos con la
excusa de que aún no habían podido estudiar ese capítulo. Rubio
desarrolló en su conferencia los datos que aparecen en la memoria
informativa presentada por la mañana a la oposición, en la que, por
ejemplo, se señala que en los «núcleos periféricos dinámicos» (como
Sant Rafel, Santa Gertrudis, Sant Carles, Sant Miquel, Sant Joan,
Sant Ferran y La Savina) «se permitirá la consolidación del suelo
vacante existente, así como la delimitación de áreas de transición
con la tipología de zonas de posible crecimiento urbanístico».
Respecto al suelo rústico, para el PTI se han creado varias
subcategorías. Entre ellas destacan dos subáreas de transición al
suelo rústico, las de «posibles previsiones de desarrollo urbano» y
las de «armonización de los distintos tipos de usos». La diferencia
entre ambas estriba en «contemplar o no la posible ubicación de
futuros desarrollos urbanísticos». Otra subcategoría es la de
«edificación concentrada», que los ayuntamientos deberán decidir
qué parte pasa a ser suelos urbanos, núcleos rurales o áreas
paisajísticas agrarias. La memoria está repleta de datos como
éstos, pero concretos, ninguno. La estrella del PTI son los
«conectores biológicos», a los que se da la utilidad de evitar que
los espacios naturales queden aislados.
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