Las caracterizaciones y los puestos no dejaron de sorprender a los miles de curiosos que no quisieron perderse el evento.

Todo un éxito. La fiesta medieval que organizó el Ayuntamiento de Eivissa para celebrar la declaración de Patrimonio de la Humanidad registró ayer todavía más afluencia de público que el pasado sábado, el día de la inauguración. Desde primera hora de la mañana, Dalt Vila se llenó de gente dispuesta a pasear por el mercado medieval o participar en los numerosos espectáculos.

Entre la mayoría de vendedores que participaron en esta celebración, ayer se repetía un deseo: que se organice más a menudo. El Ayuntamiento ya se ha comprometido a repetirla el próximo año, aunque varios de los comerciantes solicitaban que, como mínimo, «hubiera una al mes»: «Si quieren turismo, aquí lo tienen. En Dalt Vila nunca había habido tanta gente», señalaba un artesano residente en Eivissa animado por el ritmo de sus ventas. Por cierto, entre los ibicencos había cierto malestar por la zona que les otorgó la organización, muy alejada de las vías más concurridas.

Una de las imágenes más curiosas era la que ofrecían varios grupos de hippies en esta pequeña corte del Rey Arturo, que trataban de vender algunas piezas de artesanía pese a las reticencias del resto de artesanos.

Mientras, los puestos de hierbas medicinales despachan bolsas a una velocidad de vértigo con la promesa de curar tipo de enfermedad con una simple infusión, ya fuera una piedra en el riñón o el reuma.

Los actores que hacen de estatua en el puerto de Eivissa "ya saben, esos personajes que se plantan quietos, a la espera de unas monedas" también se acercaron a Dalt Vila para tratar de sacar tajada de la fiesta. Al menos se caracterizaron para la ocasión con disfraces de la época. Uno de ellos, encarnado en un bufón, pedía a la entrada del Portal de ses Taules «un par de doblones» al público. Claro que si eran monedas de curso legal "e, incluso, papel moneda", mejor que mejor.